El campo minado de escribir sobre la identidad de género
Acabo de terminar una monografía sobre el concepto de identidad de género en el derecho internacional. Se titula Gender Identity – A Certain Inconvenience (Identidad de género: un cierto inconveniente), y espero que salga antes del verano con la editorial Cambridge Scholars Publishers. La tarea más difícil a la hora de escribir el libro fue seleccionar el lenguaje. Para empezar, no quería verme coaccionada por los pronombres, lo que significa que evité utilizar pronombres de tercera persona cuando éstos hubieran señalado mi rebelión a la ideología de género. Si esto os parece fácil, intentad resumir un caso judicial sin referirse nunca al demandante con pronombres. Y resentí cada línea. Incluso NO utilizar pronombres es una limitación de nuestra libertad académica y de expresión.
Y luego, por supuesto, está la cuestión de cómo referirse a las personas a las que los ideólogos de la identidad de género se refieren como «mujeres trans» y «hombres trans» y, a menudo, como «transmujeres» y «transhombres» por aquellos que quieren distanciarse de la ideología de la identidad de género. Yo no quería hacer eso, aunque a menudo uso estas palabras en las redes sociales por brevedad y facilidad de comprensión. Aun así, no me gustan estos términos. Los hombres que reivindican una identidad femenina no son ningún tipo de mujer, y viceversa. La apropiación de nuestro lenguaje es el primer paso necesario para la apropiación de nuestros derechos, y quiero oponer resistencia. Además, no creo que las personas sean «trans», aunque en mis días más agradables, que no son muchos, puedo concederles el derecho a referirse a sí mismas como tales. Por último, estaba escribiendo un libro de derecho y sentí la necesidad de adoptar un lenguaje jurídicamente preciso. Por desgracia, la ley no es, en este campo, precisa en absoluto. La Ley de Igualdad de 2010 habla de personas con la característica protegida de reasignación de género, un trabalenguas, o transexuales. En este sentido, «una transmujer» sería un hombre transexual, y «un transhombre» una mujer transexual. Legalmente preciso, al menos en el contexto de la Ley de Igualdad, pero también muy poco usado. La Ley de Reconocimiento de Género de 2004 habla de personas con un género adquirido y, aunque hace referencia al transexualismo, nunca utiliza el término transexual. La más reciente Ley de Delitos de Odio y Orden Público (Escocia) de 2021 utiliza los términos «persona transgénero de mujer a hombre» y «persona transgénero de hombre a mujer». En el derecho internacional, se utiliza el término LGBT y, por supuesto, incluye la categoría trans. Los Principios de Yogyakarta y Yogyakarta+10 contienen un lenguaje más específico sobre la ideología de la identidad de género, pero no son leyes. Podría utilizar hombre transgénero y mujer transgénero, pero la ideología de identidad de género ha corrompido tanto el lenguaje que generaría una confusión considerable, aunque explicara mis elecciones lingüísticas.
Al principio adopté MtF (Male to Female, de hombre a mujer) y FtM (Female to Male, de mujer a hombre) respectivamente para los hombres que dicen ser mujeres y las mujeres que dicen ser hombres. La distinción que a veces se hace entre las personas que se someten a tratamientos médicos y/o quirúrgicos y las que no me parece irrelevante y, en cualquier caso, ha perdido importancia jurídica en la mayoría de las jurisdicciones, por lo que no tiene mucho sentido mantenerla. No porque, como quiere el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, no sea necesario someterse a ningún cambio físico para ser reconocido en el «género legal» preferido (una categoría que no acepto), sino porque se haga lo que se haga, el sexo no cambia y la ley debería reflejarlo. Por muchas intervenciones quirúrgicas que una persona se haga, incluso si sustituye los órganos internos por los de alguien más joven, la ley no va a modificar su fecha de nacimiento.
No obstante, me sigue inquietando mucho la adopción de un lenguaje que, aparentemente, crea la presunción de que uno puede transicionar de mujer a hombre y viceversa. El uso de las siglas MtF y FtM no niega esta básica concesión a la ideología de género. Las personas «críticas con el género» suelen adoptar las siglas TiM y TiF, para varón que se identifica como trans y mujer que se identifica como trans. Son más precisas, pero nunca se han utilizado en ningún texto jurídico. Como mujer contraria a cualquier concesión a la ideología de género, puede que me parezcan bien, pero no estoy convencida de que deban figurar en una monografía jurídica.
Al reflexionar sobre estas elecciones lingüísticas, me doy cuenta de cuántas limitaciones se imponen a quienes intentan escribir de forma crítica sobre la ideología de la identidad de género, incluso antes de coger papel y bolígrafo o, siendo más realistas, antes de poner los dedos sobre el teclado. Y recuerdo que las normas sociales y jurídicas siempre nos limitan a la hora de hablar y escribir. En general, las aceptamos, e incluso las adoptamos, porque no deseamos, por ejemplo, mentir en lo que escribimos o ser gratuitamente ofensivos, aunque podamos defender el derecho a ser ofensivos como parte de nuestra libertad de expresión. Entonces, ¿por qué esta sensación de profundo malestar? Sin duda porque la ideología de la identidad de género nos obliga a mentir, en lugar de animarnos a decir la verdad y presenta la verdad como ofensiva, exigiéndonos que mintamos «para ser amables» mientras nos inflige a nosotras la violencia verbal más cruel.
Así que estoy aquí sentada y en lugar de sentir euforia, orgullo o satisfacción por haber completado un manuscrito y haber encontrado una editorial, sin duda un logro para cualquier académico, incluso para una desempleada como yo, me estoy torturando con mis elecciones lingüísticas y lo que dicen sobre mi compromiso de permanecer objetiva y respetuosa con la verdad y la realidad.
2 respuestas
La amenaza de sanciones y castigos por utilizar un lenguaje racional es prueba de que el peligroso delirio transactivista ha contagiado a la sociedad
Una nueva forma de ley mordaza.
¿El derecho de expresión transformado en delito…?
Libertad de expresión v transfobia.
¿Quién ganará la pelea?