El balbuceo degradante e insatisfactorio de la representación a través de otro, de la belleza de la delicadeza y la dependencia femeninas, ha tenido tiempo de hacerse eco de sí mismo, y de volver a hacerlo… ella lo ha escuchado, le ha rendido homenaje… está cansada de él, siente su vacío con referencia a esa vida interior que aún no se ha extinguido del todo».
– Sarah Grimké, «Hermanas de la Caridad», c. 1852-1857
He estado pensando en la declaración de J.K. Rowling de «Vístete como quieras», publicada el 19 de diciembre de 2019. Incluso aquellos que no están familiarizados con el conflicto entre los derechos de las mujeres y los «derechos trans» conocen el famoso tweet de Rowling en apoyo a Maya Forstater. Su declaración sobre la libertad de vestir como a uno le plazca puede interpretarse como un respaldo a cualquier cosa, incluso desestimando preocupaciones válidas. Me parece posible reconocer la importancia de la autoexpresión para la individualidad sin dar simultáneamente luz verde al absurdo, es decir, al fetichismo masculino y a la misoginia que conlleva. Empecé este artículo la semana pasada, cuando comenzaba el curso, y quería hablar de los hombres que se apuntan a la «moda lolita». Pero, como un ineludible pedo en un ascensor, el profesor canadiense y el payaso de las tetas globo ataca de nuevo. En contraste con la «autoexpresión» contemporánea, con su degeneración para exhibirse a costa de los demás, podemos volver la vista atrás al primer movimiento de reforma racional de la vestimenta.
Comencemos con la reforma racional de la vestimenta y lo que significó para las mujeres y las niñas en las últimas décadas del siglo XIX. La abolicionista y prohibicionista Mary E. Walker, la única mujer que ha recibido la Medalla de Honor, estudió medicina e, incluso sin esa formación médica, observó el hecho más evidente de que la moda era antihigiénica para las mujeres. Publicado por primera vez en 1871, el enigmáticamente titulado Hit (Golpe) de Walker, una colección de ensayos sobre los derechos de la mujer, incluía una sección titulada «Reforma de la Vestimenta» que articulaba principios para la vestimenta racional de la mujer. Éstos consistían en que la ropa debe dar «perfecta libertad de movimiento», o la mayor libertad de movimiento posible, «que debe haber una distribución equitativa de la ropa» y, por supuesto, que la ropa debe gastar «poca vitalidad», cuanto menos, mejor. Tales principios contrastaban fuertemente con las actitudes predominantes de la moda que se consideraba apropiada para las mujeres de la época.
Según Walker, tenía sentido considerar que la moda afectaba a las mujeres de tal modo que influía en su temperamento, llegando incluso a enfermarlas, todo en aras de la estética. «Las mil perplejidades del vestir a la moda», escribió, «desgastan de tal manera el temperamento de una mujer, que no puede ser cordial». Walker documentó algunas tendencias más amplias en la moda del vestir de las mujeres que desfiguraban el cuerpo femenino. Escribió:
«Se dice que las bellezas americanas más a la moda se han sometido a la eliminación del dedo meñique de cada pie, con el fin de poder llevar zapatos muy pequeños. Es un hecho que todos los órganos vitales de la mujer están tan comprimidos por los corsés que la salud se ve afectada y la vida acortada, y no sólo eso, sino que las vidas de sus hijos son monstruosas decepciones en lo que respecta a la duración y en todos los demás aspectos. El «maquillaje» de la mujer, generalmente después de haber recibido de su madre una constitución débil, es una multitud de absurdos siempre cambiantes.»
Mientras que el vendado de pies chino puede ser criticado por lo absurdo de desfigurar a las mujeres, añadía Walker, en Estados Unidos, que presumía de ser ilustrado en este tipo de mutilaciones, se daban prácticas comparables. «Hay a quienes parece importarles muy poco la vida«, teniendo «los ojos abiertos a la forma suicida en que se visten», que, como Walker subrayó mediante su uso de la cursiva, «destruyen» sus cuerpos (nótese que puso en cursiva «vida» y «destruyen»). Ahora, en lugar de corpiños y corsés que deterioran la salud y acortan la vida, tenemos las fajas de pecho y las mastectomías dobles como «cuidados de salud mental». Jóvenes de ambos sexos se someten ahora a la medicalización para esculpir su propia carne hasta conseguir una forma deseada, un ideal inalcanzable. Mientras que en el siglo XIX la ropa se encargaba de gran parte de la desfiguración, ahora se ha subcontratado a médicos que, para usar un modismo apropiado, «eliminan al intermediario».
La reforma de la vestimenta, por tanto, se originó en cambios racionales en la moda para mejorar la salud y el bienestar de las mujeres y las niñas. La libertad, el movimiento y el bienestar, en términos físicos, se convirtieron en elementos centrales de los cambios en la vestimenta de las mujeres que compartían los principios de Walker. La mejora de las condiciones fisiológicas de las mujeres y las niñas, preservando su salud y bienestar, resultaría en un desarrollo positivo a nivel psicológico. Leyendo el libro de Walker, parece de sentido común que la moda restrictiva haya degradado la salud de las mujeres y haya sido un síntoma de su subordinación. No existía una práctica equivalente entre los hombres de clase alta de quitarse el dedo meñique de cada pie para caber en zapatos diminutos.
Ahora, pasamos de la reforma racional de la vestimenta a lo irracional. Hace casi un año, saltó la noticia, tal y como informó Reduxx (artículo en español), de un profesor de Canadá que se ponía unos enormes pechos protésicos en el instituto Trafalgar de Oakville. Anna Slatz cubrió el caso inicial el 16 de septiembre de 2022, con reportajes posteriores el 17 de septiembre de 2022 (artículo en español) y el 10 de noviembre de 2022. Según Joe Warmington para el Toronto Sun, con fecha de 26 de agosto de 2023, la Escuela Secundaria Nora Frances Henderson ha estado «haciendo preparativos para una profesora que antes se identificaba como hombre y ahora se identifica como mujer con un gran pecho protésico, una peluca rubia y pintalabios».
Nos hemos tomado a pecho el mantenernos al corriente del payaso de las tetas globo. El hombre se hace llamar Kayla Lemieux, y aparece en la foto al principio de este artículo, en marcado contraste con Mary E. Walker. Según cuenta Warmington en el Toronto Sun, Lemieux dice que recibió un diagnóstico médico de «cromosomas XX» y que tiene cierta «sensibilidad hormonal a los estrógenos», lo que supuestamente causó el tamaño excesivo de sus pechos. Lemieux no ha aportado ninguna documentación médica como prueba de su afirmación de padecer algún tipo de afección médica. Las prótesis mamarias no crecen de la carne. «El diagnóstico se basa en conversaciones verbales que he mantenido con mi médico», declaró Lemieux. Estaba claro que la supuesta afección médica se basa en «conversaciones verbales», no en documentación alguna. Y añadió: «Nunca pedí una nota o carta de estos resultados. No puedo probar nada».
Lemieux representa tendencias más amplias entre los hombres que fetichizan a las mujeres, especialmente sus pechos, al reducir a las mujeres a caricaturas. Lo que Sarah Grimké alrededor de 1850, denominó «representación a través de otro» vive en los hombres que caricaturizan a las mujeres de formas parecidas a la representación de Lemieux. En «Drag = Blackface», publicado en 2000, Kelly Kleiman escribió: «Estas prácticas generaron expectativas sobre el aspecto que debía tener la persona sujeto de la imitación». El deseo masculino de pechos grandes, siempre en términos sexualizados, parece proporcional al deseo femenino de extirpárselos y, al quitarse la carga de encima, evitar esa sexualización. Las prácticas que implican la caricatura de la mujer tienen el efecto de imbuir la carne femenina del fetichismo masculino y denigrar la condición de persona de la mujer.
A pesar de lo absurdo de la elección de la vestimenta de Lemieux, las escuelas han defendido su supuesto «derecho» a llevar pechos falsos grandes como globos ante estudiantes y profesores. Si ha sido para demostrar la locura de estas políticas, entonces ya lo ha demostrado y debe de parar. Ya sea en serio o en tono satírico, el hombre ha destruido las experiencias de estudiantes y otros profesores por su moda. Vestir como a uno le plazca debería tener límites claros, una noción de «dentro de lo razonable» que debería estar implícita con «Viste como quieras». El payaso de las tetas de globo representa todo lo malo de una «autoexpresión» mal definida e interpretada en su sentido más amplio, claramente en el contexto del fetichismo, que en última instancia atenta contra la libertad de los demás.
Volviendo a la interpretación de Walker sobre la reforma de la vestimenta, podemos observar el contraste entre la ropa racional y la irracional ejemplificada por Lemieux. Para las mujeres, deshacerse de los corpiños y los corsés estaba ligado a la liberación literal de sus cuerpos, no simplemente a la elección de una forma de expresarse. Su salud y su bienestar dependían de no mutilar ni comprimir sus cuerpos por una cuestión estética. Por el contrario, el hecho de que los hombres decidan llevar ropa restrictiva, incluso «disfrazándose» de «mujeres» o llevando prótesis mamarias, no tiene nada que ver con la salud y el bienestar reales. Equiparar a las mujeres que se ponen pantalones en vez de faldas con los hombres que eligen la «moda Lolita», sobre la base de la «autoexpresión», pasa por alto grandes diferencias. No se trata simplemente de «autoexpresión» en el sentido de individualismo; se refiere al estatus de las mujeres definido por la representación que los hombres hacen de ellas, más perjudicialmente en términos sexualizados y fetichizados. La «autoexpresión» debe entenderse en términos de las relaciones entre las personas, no como un método para subordinar al otro a los propios deseos.