En el Afganistán de los talibanes, no es raro que tres mujeres compartan una cama de hospital. Tampoco es raro que los bebés prematuros compartan incubadora. Esto ocurre en la ciudad más desarrollada, la capital, Kabul, y en todo el país.
A menudo, las familias no pueden permitirse un viaje al médico para buscar ayuda para las mujeres o las criaturas, y cada vez son más las mujeres que mueren de camino al hospital por complicaciones del embarazo porque tienen que viajar horas o incluso días para recibir atención.
«Algunas mujeres llegan en un estado lamentable», afirma la Dra. Hajira Zia, jefa de ginecología y obstetricia del hospital provincial de Faizabad, en la remota provincia de Badakhshan. En noviembre, cuatro mujeres murieron por llegar demasiado tarde. Algunas de estas muertes suelen quedar sin registrar.
Incluso antes de la toma del poder por los talibanes en el verano de 2021, acción que desencadenó una nueva oleada de calamidades económicas y sociales, Afganistán tenía una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo. A lo largo de dos décadas, la educación de miles de trabajadoras médicas y millones de dólares en ayuda extranjera redujeron la tasa de muertes por cada 100.000 nacidos vivos a 620 en 2020, frente a 1.346 en 2000. En comparación, en Australia, uno de los países más ricos del mundo, la cifra era de 5,8 por cada 100.000 nacimientos.
Con 24 mujeres muertas cada día en Afganistán en 2020 por causas relacionadas con el embarazo o el parto, la tasa de mortalidad materna del país seguía siendo casi tan alta como la de todos los demás países del sur de Asia juntos.
«Lo trágico es que ahora podríamos echar la vista atrás a la situación en abril de 2021 y pensar que es una especie de visión idílica del pasado, cuando, de hecho, era muy, muy sombría», dijo Heather Barr, codirectora provisional de la División de Derechos de la Mujer de Human Rights Watch. «Es que entonces no nos dábamos cuenta de lo mucho que podían empeorar las cosas».
No es sólo la escasez de camas de hospital o de incubadoras lo que destroza el bienestar de las mujeres, según los expertos que hablaron con PassBlue desde dentro y fuera del país, sino también un amplio abanico de factores económicos, sociales y políticos.
«Las mujeres se ven afectadas desde todos los ángulos, pero su salud no debería verse afectada. Su salud no debería politizarse», afirmó la Dra. Najmussama Shefajo, directora de la Sociedad Afgana de Obstetras y Ginecólogos y ginecóloga en su propia clínica privada de Kabul. «Por desgracia, el sistema sanitario está muy politizado aquí en Afganistán».
Después de que los talibanes se hicieran con el poder, el país perdió miles de millones de ayuda exterior, ya que las organizaciones internacionales y otros países retiraron su apoyo; el sector sanitario dependía en gran medida de esa financiación.
«Por desgracia, en los últimos 20 años los responsables del sistema sanitario no fueron capaces de encontrar la forma de que se valiera por sí mismo sin ayuda de los donantes», afirmó la Dra. Nasrin Oryakhil, ex directora de la Maternidad Malalai de Kabul. «Siempre dependió del apoyo de los donantes».
La Dra. Oryakhil huyó del país en 2021, pero sigue siendo una activista de los derechos de las mujeres afganas y consulta a distancia como médico.
Un mes después de que los talibanes tomaran el poder en agosto de 2021, la mayoría de las clínicas y de los hospitales denunciaron la escasez de suministros y de personal, problemas que empeoraron cuando los médicos empezaron a huir del país, lo que puso a prueba a los que se quedaron.
Las Naciones Unidas y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) pagaban los salarios de miles de trabajadores médicos afganos que se vieron afectados por la pérdida de ayuda exterior y la congelación de activos en el extranjero. La Cruz Roja puso fin a la financiación de 25 hospitales afganos en agosto de 2023, alegando que se trataba de una medida temporal cuando los talibanes tomaron el poder. La ayuda cubría desde los salarios de más de 10.000 trabajadores sanitarios hasta medicamentos y combustible para ambulancias y generadores. (La ONU sigue pagando los salarios).
Bajo el régimen talibán, el país ha caído en un «apartheid de género», como escribió en su reciente informe Richard Bennett, relator especial de la ONU sobre los derechos humanos en Afganistán.
Menos atención sanitaria, embarazos de mujeres cada vez más jóvenes, mayores riesgos
A pesar de las promesas de los talibanes de adoptar un enfoque moderado hacia los derechos de las mujeres y las minorías, en 2022 se prohibió a las mujeres ir a la escuela por encima del sexto curso (11/12 años). La prohibición se amplió posteriormente a la enseñanza superior. (Algunas escuelas privadas, financiadas por fundaciones extranjeras, han permanecido abiertas). Los talibanes impidieron la primavera pasada que las mujeres trabajaran para organizaciones no gubernamentales nacionales y extranjeras, les prohibieron asistir a gimnasios y parques públicos y les prohibieron viajar sin un acompañante masculino.
Cerraron los salones de belleza regentados por mujeres, que desempeñaban un papel crucial como lugares donde las mujeres podían socializar e informarse sobre las opciones de planificación familiar. Desaparecieron los centros de acogida para mujeres maltratadas y se prohibió la venta de anticonceptivos.
«Es una tormenta perfecta: menos acceso a la atención sanitaria, menos acceso a opciones reproductivas y un número cada vez menor de profesionales sanitarios», dijo Barr, de Human Rights Watch.
Asila Wardak, destacada activista afgana y ex diplomática, ahora afincada en Estados Unidos, recordó la historia de una mujer que conoció en Afganistán y que murió al dar a luz. Sin acceso a anticonceptivos ni atención sanitaria, la mujer ya tenía nueve hijos. Sin tiempo para recuperarse de esos partos, estaba desnutrida y anémica.
«Se le rompió el estómago», explica Wardak. «Perdió al bebé y luego también perdió la vida».
Aunque los talibanes guardan pocas estadísticas, los expertos que trabajan en atención materna en el país y en el extranjero creen que los embarazos han aumentado desde su toma del poder. Médicos de Afganistán, así como activistas y ex funcionarios en el extranjero que defienden la salud de la mujer, afirmaron que la pobreza y la falta de oportunidades para las mujeres en el país llevan a algunas familias a casar a sus hijas antes que en el pasado.
Estos observadores afirmaron que parece haber más embarazos de adolescentes, lo que expone a las jóvenes a un mayor riesgo de morbilidad y muerte maternas.
La Dra. Shefajo, que dirige una clínica de ginecología y obstetricia en Kabul, dijo que se había dado cuenta de que el número de chicas de 14 y 15 años que acuden a ella queriendo quedarse embarazadas o que están embarazadas se había duplicado en los dos últimos años.
«Tuve una paciente de unos 15 años que no podía concebir porque era una niña», dijo la doctora Shefajo. «La trajo su suegra [para ayudarla] a concebir. Yo le decía [a la suegra] que sólo era una niña, pero la empujaron a concebir».
«Tenemos casos así todos los días», añadió.
Las mujeres suelen sufrir presiones para quedarse embarazadas por parte de sus maridos y suegros.
«La mayoría de ellas son anémicas y aún no tienen su cuerpo completamente desarrollado», dijo el Dr. Shefajo en una entrevista de Zoom a principios de diciembre. «Siguen siendo niñas en cuanto a estatura y peso. Sus cuerpos no están preparados todavía para ser madres».
Las experiencias de la doctora Shefajo coinciden con las conclusiones de un informe del Centro de Salud Humanitaria Johns Hopkins, con sede en Baltimore, según el cual un tercio de los trabajadores sanitarios y organizaciones no gubernamentales encuestados en Afganistán entre febrero y abril de 2022 creían que las muertes maternas habían aumentado desde agosto de 2021. Más de un tercio (36,6 por ciento) creía que la mortalidad infantil también había aumentado.
«[El] número de embarazos, [el] número de partos también están aumentando día a día», dijo el Dr. Shefajo. «Y las madres están muriendo a causa de las complicaciones del embarazo, el parto y el posparto».
Morir de camino al hospital
Para llegar al hospital provincial de Faizabad, en la provincia de Badakhshan, situada en la frontera con Tayikistán y Pakistán, alguna gente tiene que viajar durante tres días por carreteras peligrosas. Es el único hospital de la provincia, que recibe casos que otras clínicas no pueden atender.
Es donde van a parar los desesperados y los médicos ven a menudo pacientes en estado crítico.
Durante las dos últimas décadas, el hospital ha estado a la vanguardia de la lucha contra las altas tasas de mortalidad materna que asolan la zona. En 2002, la ONU calculó que el 64% de las mujeres en edad fértil morían en la provincia de Badakhshan durante el embarazo o el parto, la tasa más alta del mundo.
La Dra. Hajira Zia, jefa de ginecología y obstetricia del hospital de Faizabad, impulsó la ampliación del pabellón de ginecología de cuatro camas en 2002 a las 90 que tienen ahora, salvando muchas vidas por el camino.
Pero ahora los talibanes están quitando 60 camas del pabellón y despidiendo a 70 miembros del personal médico. La Organización Mundial de la Salud prestó apoyo al hospital en su día, pero ya no lo hace, por lo que Unicef y el Banco Mundial son los únicos que quedan ayudando.
«Quizá podríamos poner a los pacientes por el suelo. Tal vez podríamos poner a cinco pacientes en una cama», dijo la Dra. Zia. «La gente es muy pobre. No pueden permitirse ir a otro hospital».
El hospital de Faizabad suele estar abarrotado y el personal estresado.
«A diario, debido a la escasez de recursos, debemos derivar a algunos pacientes al hospital regional de Kunduz, y muchos mueren en el camino», escribió el personal del hospital en una carta a los funcionarios del gobierno.
Esas 60 camas que se están suprimiendo habían sido «un rayo de esperanza», decía la carta. Mantenerlas a disposición de la ya vulnerable población de la provincia «evitará que se repitan los angustiosos problemas de salud similares a los índices documentados en el informe estadístico de 2002».
La Dra. Zia, su personal y los miembros de la Sociedad Afgana de Obstetras y Ginecólogos intercedieron en nombre del hospital, pero sus súplicas fueron ignoradas.
«Nadie escucha», dijo la Dra. Shefajo, de Kabul. Su clínica para mujeres atiende a muchas pacientes de bajos ingresos, algunas de las cuales recorren largas distancias para llegar allí porque muchos hospitales públicos están saturados.
De hecho, muchas mujeres de la clínica no pueden permitirse los procedimientos médicos o la medicación que necesitan, pero con la ayuda de una organización benéfica o con el patrocinio de la Dra. Shefajo, el centro ayuda a algunas mujeres cada día sin coste alguno.
Prohibición a la educación = menos personal sanitario
La exigencia talibán de que las mujeres viajen con un mahram, o acompañante masculino, no sólo restringe sus movimientos, sino también su intimidad.
«Estas normas sobre tener que ir acompañadas de un mahram para consultar con un profesional sanitario no sólo son un obstáculo para acceder a la atención, sino también una violación masiva de la confidencialidad de las mujeres, de su intimidad médica», afirmó Barr.
La prohibición a la educación superior de las mujeres está impidiendo la formación de nuevas médicas, que son especialmente importantes para la atención sanitaria materna en un país conservador como Afganistán, donde muchas familias prefieren que sus familiares de sexo femenino no sean tratadas por médicos varones.
Aunque las mujeres siguen recibiendo formación en enfermería y obstetricia, en muchos casos, sobre todo en urgencias, no sustituyen totalmente a los médicos. Pero la prohibición de la educación hace que cada vez sean menos las mujeres que se dedican a estos campos.
«Con el tiempo, cada vez menos mujeres podrán optar a puestos de médica, enfermera y matrona», afirmó Anna Cilliers, coordinadora médica en Afganistán de Médicos Sin Fronteras.
El país se enfrenta a una escasez de todo tipo de médicos. Según el Banco Mundial, incluso antes de que un gran número de médicos huyera del país en 2021, Afganistán tenía el menor número de médicos por cada 1.000 habitantes de Asia: 0,3 en 2016.
La cuestión de cómo debe relacionarse el resto del mundo con los talibanes, que siguen sin ser reconocidos formalmente en la escena internacional, es un debate en curso. Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU han presionado a los talibanes para que establezcan un gobierno integrador y apliquen leyes que salvaguarden los derechos humanos, en particular los de las mujeres.
«Los derechos básicos de las mujeres y las niñas, incluido el derecho a la educación y al trabajo, y a la representación en la vida pública y política, no sólo son obligaciones fundamentales de un Estado, sino que también son críticos para construir la capacidad del Estado para el desarrollo y el crecimiento económico a largo plazo, así como para la paz y la seguridad», afirmó una evaluación independiente sobre la mejor manera de tratar con los talibanes, presentada al Consejo de Seguridad de la ONU en noviembre.
El informe, redactado por un diplomático turco, Feridun Sinirlioglu, esbozaba una estrategia de implicación política y económica con el objetivo de reintegrar a Afganistán en el resto del mundo. Una herramienta clave es el deseo de los talibanes de obtener el reconocimiento oficial para ocupar el asiento del país en la ONU.
«Las mujeres afganas se sienten completamente olvidadas por el mundo», afirmó Barr. «Los diplomáticos extranjeros parecen no darse cuenta o no importarles las implicaciones que la crisis de Afganistán tiene para los derechos de la mujer en todo el mundo».