¡Feliz transmés!

Pub londinense random lleno de señores que asumo gays por la bandera. No tengo pruebas. Foto cortesía de internés.

Para celebrar transmés, antes conocido como junio, os voy a contar una anécdota sin mayor trans-cendencia, pero que me viene a veces a la mente cuando escucho el palabro «inclusividad», hoy tan de moda.

Londres, mediados de los 90. Un compañero de trabajo gay de Logroño, casi recién llegado y con poco inglés. Yo, una veterana de un año ya, lo que quiere decir que sabía jurar mucho mejor y que me apañaba lo justo para no perecer de inanición. Él me deleitaba con sus historias de seducción en el metro: mirada de joven se cruza con mirada de joven, uno de ellos se levanta en una parada random, el otro lo sigue y acaban follando donde se tercie. Y luego dicen que el romanticismo está muerto.

Una noche después del trabajo me pide que salga con él a un pub gay porque no le apetecía ir solo.

Una era joven, el chico me caía bien, quería follar y quién soy yo para no echarle una mano a un paisano en la procura de compañero de alcoba.

Él ya le tenía echado al ojo al pub gay en cuestión, así que allá nos vamos en autobús a Hampstead Heath.

Aquí podéis apreciar la ironía de la situación: él llevaba mucho menos tiempo que yo en Londres, pero venía preparado, el tío, mientras que yo no tenía ni idea de que el parque era famoso por cosas que a una chica heterosexual, de monte, para más señas, ni le van ni le vienen.

Pues allá nos vamos pa dentro.

¿Sabéis cuándo en las películas americanas entra la buena en el saloon, la conversación se para y todos la miran? Pues no fue así.

Salagre entrando en el pub. Foto cortesía de internés.

Nos acodamos en la barra y pedimos cerveza. A los dos minutos me veo rodeada de gays ingleses preguntándome que qué hacía allí. Yo explico que mi amigo quería tomar algo (no digo nada de follar, no quería arruinarle las posibilidades) y que lo acompañé.

– Esto es un pub gay.

– Ya lo sé, mi amigo es gay (y quiere follar)

– Es para hombres.

– Pero y ese grupito de chicas en la esquin… oh, wait…

Salagre dos minutos antes de caerse del guindo. Foto cortesía de internés.

– Tienes un chubasquero ridículo (era cierto, era amarillo canario, pero a ver, que yo me contuve de comentar nada sobre su bigote à la Mercury).

A todo esto, los chicos con los que estaba hablando estaban a dos centímetros de mi cara. Amenazantes, pero no de forma obvia. Me miraba todo el mundo.

Mal, me miraban mal, ¿vale?

Así que pensé, pues tienen razón, oye. Este es su sitio, yo aquí no pinto nada, los estoy poniendo incómodos, mejor me voy.

Me doy la vuelta para preguntarle a Alberto si le parecía mal que me fuera, pero él estaba de conversación con un lugareño, supongo que ultimando los detalles de una visita fugaz al baño.  Por fin se da la vuelta y me mira exactamente igual que el resto del pub, como si fuera un chicle pegao en la suela de su zapato, y procede a ignorarme.

Esa fue mi último trabajo de celestina.

No lo echo de menos, el sueldo era una mierda.

Así que la inclusividad creo que se refiere a que las mujeres nos abramos de brazos y piernas para acomodar a los hombres, sean estos gays o heterosexuales, tengan estos autoginefilia, adicción al porno o problemas mentales.

¡Feliz transmés, terfas mías!

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16 respuestas

  1. Sííí, conocí a Alberto! Mi primera visita al Museo Británico fue contigo y con él, y varias pintas en buena conversación en pubs encantadores también hubo, jijiji 😉

      1. Me cuesta escribir, antes no, pero ahora no me encuentro cómoda. Suelo hacerlo sólo cuando me enfado, esto fue una excepción.
        Pero gracias, se agradece, en serio.

  2. lo leerá? lo dudo… allá donde esté, fuera coñas, alberto me cayó muy bien… aunque tampoco lo acompañé engañada a un pub donde yo no era bien venida, jijii.
    pero me da la sensación de que aquí hay para una segunda parte en que desarrolles el tema de por qué las tías somos tan imbéciles.
    una de mis historias en este tema: hace casi veinte años un conocido gay, repito, conocido, amagó con suicidarse. amigas, repito, amigas comunes me contactaron para ir a su casa a detener el intento haciéndome chantaje sentimental porque yo era la única que vivía cerca. fui tres veces a su casa (anunciaba por facebook su futura defunción) por espacio de un año aproximadamente a «detener el intento», y a la cuarta dije que no, que a lo mejor si tanto empeño tenía pues bien hecho estaba.
    pues bien, a la cuarta lo ingresaron porque había tomado pastillas, había tomado tres o cuatro, por supuesto, las garrapatas se agarran a la vida, pero estaba con un ataque de nervios porque quería lo mismo que las veces anteriores en que yo fui a socorrerlo y las muchísimas más anteriores en que yo ni lo conocía: llamar la atención. pues bien, a qué casa llamaron los médicos para que se instalara allí para que alguien le controlara la medicación??, a mí, of course (por supuesto, alguna amiga suya, repito, amiga, dio mi teléfono), porque sus amigas, repito, amigas, vivían fuera de la ciudad.
    en las dos semanas que estuvo en mi casa nunca se duchó, y sólo comía (había que llevarle la comida a la cama, todo por prescipción médica y presión de las amigas, repito, amigas)… e incluso apareció la policía porque en un descuido mío (más bien en mi horario laboral) se fue a robar al corte inglés (no pasó nada, tenía un salvoconducto del psicólogo en el que se decía que era cleptómano, casualmente un cleptómano que sólo robaba discos de ricky martin, pero doctores tiene su santa madre iglesia).
    además, acabé llevándolo a un punto de cruissing porque no lo/se soportaba más (por supuesto, que siguiera viendo porno a todo trapo con un niño en casa no era una opción), lo esperé, y lo traje de vuelta a casa.
    pasó algo gordo, muy gordo, en mi familia en ese momento y no podía atender niños de 30 años, se lo expliqué (yo debía tener un síndrome de estocolmo heavy para pararme a eso), cogí el coche y lo llevé a casa de su madre (que no lo entendía, se ve que no era «amiga»). nunca me volvió a hablar.
    dior me libre de que parezca que quiero sembrar odio, pero estoy segura de que muchas tenemos historias similares… de ser utilizadas por heterosexuales, homosexuales, equissexuales o lo que sea, porque al final somos tías, y ellos son hombres. y me pregunto… dónde están sus putos amigos? no hay amigos? tenemos que hacérnoslo mirar.
    sorry por el speech, pero lo tengo enquistado y tu historia, salagre, me lo removió.

    1. Recuerdo la historia de G, cómo olvidarla? Se veía a leguas que te manipulaba, pero claro, una cosa es verlo desde fuera, y otra estar en el ajo de su drama. A mí me reconcomían los demonios cuando me contabas.
      Habías conocido a Alberto? My god, tengo testigos, jaja.
      Es curioso, vamos a decirlo aquí, que las que siempre están ahí somos nosotras, parece que nunca tienen amigos. Suelen ser garrapatas que nos chupan hasta el aire, no te digo nada de los pronombres.
      PS. A tus amigas ya les vale.

  3. Por lo que sea, vivo rodeada de hombres gays. De pocos de ellos puedo decir que no les salga la misoginia en cuantito abren la boca: Que si viejas, que si gordas, que si locas… En cuanto te descuidas están hablando de ellos en femenino, de lo zorras y lo guarras que son. O de lo divinas, que todo hay. No puedo comprender esa animadversión tan brutal hacia las mujeres.

    1. La mayoría de los hombres gays nos odian y nos desprecian. Eso es así, y cuánto antes lo entendamos y aceptemos, mejor nos podemos preparar. La diferencia con los heteros es que no necesitan impresionarnos, porque no les atraemos sexualmente, así que no suelen esconder muy bien su misoginia.
      Lo que dices es también mi experiencia, Sara.

      1. «Mariliendre», no sé si hay insulto más despectivo y odiador, para mí peor que hdp y similares, mucho peor, creo… ya sabemos quién lo inventó y para quién…

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