La guerra lingüística que oculta el ataque físico al sexo humano y por qué está sucediendo.

La idea de que las sociedades occidentales están siendo reestructuradas en lo que equivale a un nanosegundo de evolución biológica por una pequeña cantidad de personas con dismorfia corporal es evidentemente absurda. Cuanto más nos centramos en el género, palabra que puede usarse en vez de sexo, que es estable, o los estereotipos de roles sexuales, que son flexibles y dañinos, más se aleja nuestro enfoque del ataque corporativo al sexo humano. El sexo humano está siendo atacado porque es rentable y nos conecta con la realidad.

Nuestra realidad compartida como mamíferos humanos está arraigada en la biosfera mediante el sexo reproductivo. Los titanes tecnológicos globales no ocultan que están intentando un golpe contra la realidad y tratando de transformar la vida humana en una realidad virtual. Metaverse de Mark Zuckerberg, Neuralink de Elon MuskSingularity de Martine Rothblatt y Ray Kurzweil, todos promueven la misma ideología de que el progreso humano se basa en una fusión entre la IA (Inteligencia Artificial) y la vida en un mundo virtual, uno que se superpone y que finalmente supera la biosfera. Klaus Schwab del Foro Económico Mundial y su mano derecha, Yuval Harari (considerado uno de nuestros más grandes intelectuales públicos), están impulsando la misma narrativa. 

En la realidad virtual, puedes ser lo que quieras ser. Su creador es el que asigna sexo a la IA, que está construida a partir de los datos que incorporamos a nuestra tecnología.

Con la palabra «transgénero», en la que invierten bancos globales, corporaciones, bufetes de abogados, instituciones médicas, medios de comunicación, ONGs, organizaciones de derechos humanos, empresas de tecnología e instituciones educativas, casi de la noche a la mañana, se ha manifestado una ilusión. Es tan poderosa que ha hipnotizado a la civilización occidental, que permite el ataque al sexo sano de los niños en nombre del cuidado y los derechos humanos. Esta ilusión es tan poderosa que es como un holograma al que somos incapaces de dar la espalda, incluso cuando sabemos que no es real. Casi todo el mundo, aparte de los niños, sabe que el dimorfismo sexual en los mamíferos es real. Aún así, las nuevas ideas que se están forzando en la sociedad, que la reproducción humana existe en un espectro, que hay un subconjunto de la humanidad que no es ni hombre ni mujer, o que puede cambiar de sexo, ignorando cientos de miles de años de evolución humana, han sido elaboradas tecnológicamente tan bien, con el aparato de propaganda y marketing más avanzado jamás conocido por la humanidad, que hipnotizan a la gente.

Usando los mismos términos utilizados por los supremacistas de género, las palabras diseñadas para ocultar el ataque actual contra el sexo reproductivo humano no son algo que podamos seguir apoyando si queremos que el asalto termine, y todos deberíamos querer que termine. Los menores están atrapados en la quimera por las redes sociales a través de poderosos mensajes diseñados por la industria que ataca su sexo.

El lenguaje es creado por toda la sociedad orgánicamente y cambia con el tiempo. Los supremacistas de la abolición de sexo están forzando un lenguaje construido alrededor de una mentira en nuestras culturas. Esto es tiranía y debemos luchar contra ella lingüísticamente, como luchamos en otros aspectos. Debemos replantear y denunciar sus premisas y sacar este lenguaje, formulado como derechos humanos, de las escuelas infantiles. Es mentira. Es tiranía y debemos dejar de invertir en ella.

El término «Transgénero» no tiene una definición estable. Sus objetivos ideológicos (pdf.) son tan fluidos como los supuestos géneros que dice representar. Diseñado para que nos cuelen la abolición de sexo, no podemos luchar contra él usando el mismo término. Cada vez que usamos esa palabra, consolidamos la mentira.

Utilizo identidades sexuales sintéticas para referirme a la construcción corporativa de un espectro de sexos reproductivos. Alguien en Twitter sugirió que «ideación» funcionaba incluso mejor que identidad. Hay muchas opciones para aclarar lo que está sucediendo lingüísticamente, y debemos comenzar a usarlas, forzando un nuevo hábito en nosotros mismos en lugar de plegarnos a la propaganda que consolida la ideología. Lo que está sucediendo es supremacía de género, un ataque al sexo, la creación de una nueva industria de sexo y de identidades médicas con fines de lucro. Esto es abolición de sexo. Estamos tan metidos en la ilusión, que aquellos que luchan contra el ataque al sexo infantil a menudo usan las expresiones «niños transgénero», «cuidado de género» y «personas transgénero», afianzando aún más el disparate. Muchas organizaciones e individuos usan el término «extremismo de género» como si el concepto de abolir el sexo en el lenguaje y la ley y los ataques médicos contra el sexo humano no fuera en sí algo extremo, por no decir demencial.

Charlotte Allen, en un artículo reciente, lo deja claro. «Si un cirujano usa su bisturí para cortar y alterar permanentemente los órganos reproductivos de una niña en nombre de las tradiciones religiosas y culturales del Tercer Mundo, lo llamamos ‘mutilación genital femenina’. Pero si un cirujano usa su bisturí para cortar y alterar permanentemente los órganos reproductivos de una niña en nombre de la ideología médica del Primer Mundo, lo llamamos «cuidados de afirmación de género». Allen afirma astutamente en su comentario: «Es como El Club de la Lucha. La primera regla de la mutilación genital de menores es que no se habla de la mutilación genital de menores». Esto tendría más gracia si no estuviéramos hablando del ataque al sexo de los niños.

Allen cuenta como el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, ordenó a los servicios de protección infantil que investigaran la mutilación de sexo infantil, llamándola abuso infantil. Esto desencadenó una cacofonía histérica por parte de los medios progresistas que calificaron los intentos de decir la verdad sobre el ataque al sexo como irresponsables, criminales y discriminatorios. Cabe destacar que NPR (National Public Radio) fue uno de esos medios de comunicación progresistas financiados por la Fundación Arcus (AF), la organización LGTB sin fines de lucro más importante a nivel mundial y uno de los impulsores más críticos de la agenda global para abolir el sexo. Su fundador es heredero de una fortuna médica y utiliza sus acciones en la compañía para financiar su ONG.

AF también financia a los supremacistas de género de GLSEN Foundation, una organización que ayuda a reformar el lenguaje en nuestras instituciones educativas. Este nuevo lenguaje tiene como objetivo alejarnos aún más de nuestras raíces biológicas y llevarnos a las fauces de la agenda transhumanista promocionada por Harari, Schwab, Rothblatt, Kurzweil y Musk, entre otros. GLAAD es otra organización que manipula y fuerza el lenguaje en la sociedad por parte de multimillonarios que han invertido en el complejo tecnomédico, que se beneficiarán enormemente si se permite que la agenda distópica transhumanista de la tecnología como reemplazo de dios se cultive aún más.

Cuando comenzó la resistencia a la supremacía de género en 2017 (cuatro años después de que se implementara la industria de la abolición de sexo en los Estados Unidos y Canadá), los canadienses Jordan PetersonMeghan Murphy Lindsay Sheppard se volvieron el foco de atención por negarse a someterse al lenguaje de la supremacía de género. Ese frente lingüístico se ha vuelto muy silencioso y necesita que lo revitalicemos si queremos recuperar nuestra humanidad y la de nuestros hijos. Esto requerirá coraje. El coraje no es innato, pero puede y debe practicarse. Al igual que un músculo, se puede ejercitar y fortalecerse. Necesitamos voces sin miedo. Necesitamos un lenguaje para contrarrestar el de los supremacistas de género.

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