Las presas no deben ser utilizadas como un escudo para las mujeres trans contra la violencia masculina.

 

Hoy (10 de enero) se propondrá una enmienda en la Cámara de los Lores al Proyecto de Ley sobre la Policía, la Delincuencia, las Sentencias y los Tribunales que busca garantizar que las cárceles sigan siendo de un solo sexo, con los presos alojados de acuerdo con su sexo registrado al nacer.
El trasfondo de este proyecto de ley ha sido la tensa cuestión de dónde alojar a los reclusos que se identifican como un género distinto al que se les asignó al nacer. Gran parte del debate se ha centrado en los derechos de las personas trans, particularmente las mujeres trans, que incluyen a aquellas operadas y a las que no han recibido cirugía de afirmación de género, cuando se trata de instalaciones de un solo sexo.

Sin embargo, a menudo se pierde en este debate el enfoque en las mujeres que están en esas prisiones. El ochenta y dos por ciento de las mujeres están en prisión por delitos no violentos y tienen sentencias cortas. El quince por ciento de las mujeres, menos de un año. Una alta proporción son de clase trabajadora, pobres y/o BAME (Black, Asian and Minority Ethnic: negras, asiáticas y de otras minorías étnicas, un término ya pasado de moda). A menudo son condenadas por delitos cometidos para alimentarse y vestirse a sí mismas y a sus familias, o porque cometieron delitos para ayudar al consumo de drogas de otra persona.

Entre ellas hay muchas mujeres que han sido coaccionadas, abusadas, prostituidas y violadas por hombres. Cincuenta y tres por ciento de las mujeres en prisión han denunciado abuso sexual infantil, y el 64 por ciento de las mujeres en un estudio exhibieron lesiones cerebrales consistentes con haber experimentado abuso doméstico (el 96% denunció haber sido víctimas de abuso doméstico).

Por lo tanto, es difícil para esas mujeres luchar por su propia seguridad, y cruel pedirles que «sean amables» e ignoren la necesidad de ser encarceladas lejos de personas con cuerpo masculino, especialmente después de la violencia que los hombres han cometido contra ellas. Muchas expresan un malestar agudo cuando se alojan con hombres identificados como trans, pero, por supuesto, no oímos sus voces.

Algunos activistas insisten en que el riesgo de los hombres identificados como trans, algunos de los cuales han cometido delitos violentos y / o sexuales, es bajo. Pero nunca es lo suficientemente bajo. Algunos dicen que «no todas las mujeres trans son violentas». Por supuesto, este es el caso, pero el punto es que algunos han sido condenados por ser violentos, y las mujeres no tienen la obligación de ignorar ese riesgo. Los hombres que se dicen trans conservan patrones masculinos de ofensa y criminalidad. Un certificado de reconocimiento de género no es un pedazo de papel mágico que elimine este riesgo, y debemos recordar que la mayoría de estos presos conservan sus genitales masculinos.

Algunos argumentan que tener guardias masculinos en las cárceles de mujeres también es abusivo. Esto es cierto y debe abordarse. Sin embargo, es extraño argumentar que debido a que las mujeres se tienen que enfrentar a una amenaza de hombres en posiciones de autoridad, también deberían enfrentarse a más riesgos aún por parte de prisioneros masculinos encarcelados con ellas.

El fundamental informe Corston de 2007, que se centró en las mujeres en el sistema de justicia penal, concluyó que las «diferencias entre los delincuentes masculinos y femeninos … indican que se necesita un enfoque diferente y distinto para las mujeres», y sin embargo, esto ha sido casi ignorado en favor del último impulso ideológico para garantizas las demandas trans de estar en espacios femeninos.

Los activistas trans insisten en que «las mujeres trans son mujeres» y deben estar a salvo de los hombres en prisión, al igual que otras mujeres. Dicen que la tercera opción de espacio, como a menudo se sugiere, no es justa, ya que aísla a estos reclusos. Por supuesto, estos prisioneros deben ser encarcelados de manera segura, todos los prisioneros tienen ese derecho. Pero es profundamente erróneo pedir a las mujeres encarceladas que sean el escudo para las mujeres trans, de la violencia de otros hombres.

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