Rachel McKinnon, al que llaman actual «campeón mundial» de ciclismo de pista femenino, es un hombre. Voy a repetir esto para que lo que intento decir no sea malinterpretado. Es un hombre. Tal vez mis lectores de buen corazón se sientan ofendidos por esta frase tan contundente. ¿Por qué llamo hombre a McKinnon, cuando, tal vez por razones complicadas, él preferiría que lo llamaran mujer? ¿Por qué no llego a un compromiso y lo llamo «mujer trans», como hacen otros? ¿Por qué no soy educada y me dirijo a él con pronombres femeninos, como lo hacen todos los demás en los medios de comunicación? Pues te diré por qué, ya que preguntas. Éste es precisamente el razonamiento bien intencionado y trágicamente ingenuo que ha permitido que se erija una estructura de mentiras y tiranía a nuestro alrededor, una estructura en la que la mayoría no puede optar por no participar sin incurrir en un enorme costo social. Es una estructura en la que el engaño y la saña son recompensados mientras que la cortesía y la verdad son castigadas. Rachel McKinnon es el ejemplo perfecto de cómo funciona y actúa esta estructura, así como de por qué debemos resistirnos a ella. Para contextualizar: McKinnon vivió sin ambigüedades como un hombre (llamado «Rhys») hasta los 29 años. Además de la pubertad masculina, ha tenido una experiencia completa del mundo académico moderno donde desarrolló un entusiasmo particular por la filosofía de la mentira (literalmente) y por los «estudios de género». Graduado primero por la Universidad de Victoria en Columbia Británica, completó un doctorado en la Universidad de Waterloo con una tesis sobre afirmaciones, «Por qué no necesitas saber de qué estás hablando» (el subtítulo literal). Más tarde, publicó un libro sobre este tema titulado The Norms of Assertion: Truth, Lies and Warrant, en el que argumenta «que en algunos contextos especiales, podemos mentir». ¿Qué contextos serían esos? Cuando era profesor asociado en la Universidad de Charleston, Carolina del Sur, McKinnon decidió dedicarse al ciclismo deportivo. (Justo.) Batió el récord de 200 metros sprint de mujeres en el rango de 35-39 en 2018, y luego el Campeonato Mundial de Ciclismo en Pista UCI Masters en el Sprint Femenino. (Injusto).) Este mes defendió su título. De las noticias de la semana pasada: «Rachel McKinnon defendió con éxito su título del Campeonato Mundial de Pista en Manchester», según Cycling Weekly; » La prominente activista por los derechos de las personas trans McKinnon ha defendido su derecho a competir», según la BBC; «[McKinnon] se encontró defendiendo su título contra un crítico: el hijo del presidente», según CBS News; «McKinnon sigue dominando el ciclismo femenino. Y ella sigue creando controversia todo el tiempo», según el New York Post. ¿Qué tiene que ver esto con la cultura en general? Primero, al pretender que McKinnon no es un hombre, le hemos permitido hacer trampa en los deportes a expensas de sus competidoras. Que McKinnon sea un hombre es directamente relevante para el argumento de que no debe competir contra las mujeres, al no llamarlo hombre, ofuscamos ese argumento, y todo por el bien de un conjunto de normas de blasfemia inventadas muy recientemente (por ejemplo, «misgenerizar» y «utilizar el nombre muerto») que no se aplican a nosotros los no creyentes. En segundo lugar, al pretender que McKinnon no es un hombre, sino una mujer vulnerable, hemos renunciado a todas las expectativas de imputabilidad y decencia. El ejemplo más atroz de esto, y el momento preciso en que decidí dejar de prestarle cortesías especiales a McKinnon, fue cuando elogió la enfermedad terminal de una joven mujer, Magdalen Berns, a quien tenía (y todavía tengo) en gran estima. Berns creía firmemente que los hombres no pueden ser mujeres. Mientras yacía en su lecho de muerte en Escocia, a la edad de 36 años, rodeada de sus seres queridos, McKinnon tuiteó que se ponía «contento» cuando la gente mala se moría, que este sentimiento está «justificado», que Berns era un «ser humano de mierda», y además aconsejó a sus seguidores «no ser el tipo de persona que la gente se alegre de que se esté muriendo de cáncer cerebral». Por el contrario, aquí hay una cita característicamente civil, clara y valiente de Berns: «no es odio defender tus derechos y no es odio decir la verdad». Los hombres pueden ser tan maleducados a veces. Otras mujeres han tratado de articular sentimientos similares con respecto a McKinnon. Por ejemplo, Jen Wagner-Assali, quien, después de quedar en tercer lugar ante McKinnon en el Campeonato Mundial de Pista Masters de la UCI en 2018, tuiteó: «definitivamente NO es justo». Después de ser intimidada, Wagner se disculpó con McKinnon por ofenderlo. Pero eso no fue suficiente, como explicó McKinnon. «No acepto su disculpa: ella todavía piensa lo que dijo. Simplemente se disculpa porque la pillaron diciéndolo públicamente». ¿Todavía piensa que no es justo que un hombre la gane en la categoría femenina? ¡Imagínate! McKinnon luego arremetió contra la estrella del tenis y defensora de las minorías sexuales, Martina Navratilova, quien escribió en el Sunday Times de Londres que permitir que los hombres compitan contra las mujeres era permitir «hacer trampa». Las atletas trans estaban «logrando honores como mujeres que no eran capaces de lograr como hombres», argumentó Navratilova, preocupada de que otras mujeres también fueran «intimidadas para que se callen y se sometan». McKinnon llamó a Navratilova «tránsfoba» y le exigió que se disculpara. Evidentemente, no son solo las deportistas con las que McKinnon tiene problemas. También son periodistas y activistas por los derechos de las mujeres. Cuando una portavoz de Fair Play for Women fue invitada por la BBC para discutir los comentarios de Navratilova, McKinnon escribió en Twitter: «No participaré en un panel de discusión que las tome en serio y les dé voz». Al final, la BBC les rescindió la invitación. McKinnon fue sorprendentemente grosero y ofensivo con Abigail Shrier, una amable escritora del Wall Street Journal, cuando apareció en Fox Nation con él para hablar sobre los deportes femeninos. Además de llamar infundadamente a Shrier «tránsfoba», McKinnon tuiteó que otros que no están de acuerdo con él deberían «morir en aceite hirviendo», un comentario que resultó en su suspensión temporal de la plataforma, para su irritación. Así que ¿se puede llegar a un compromiso o apaciguar a un tirano? Ciertamente puedes intentarlo. En una entrevista sorprendentemente equilibrada con Sky News, en la que el entrevistador explicó que la ciencia muestra que incluso después de tomar supresores de testosterona, los hombres conservan ventajas fisiológicas indiscutibles que son especialmente pronunciadas en un deporte como el atletismo, McKinnon explicó por qué cree que los escépticos como yo, que consideran la ciencia del sexo, están equivocados: Soy legal y médicamente mujer. Pero las personas que se oponen a mi existencia aún me consideran hombre. Usan el lenguaje de que soy un hombre. . . Si piensas en las mujeres trans como hombres, entonces crees que hay una ventaja injusta. Por supuesto, nadie está cuestionando la existencia de McKinnon, porque ¿cómo podría negarse la presencia siempre agresiva de un hombre tan desagradable? Lo que se está discutiendo es su creencia de que es una mujer y el creerse con derecho a competir contra mujeres de verdad. Pero para aquellos que podrían ser más comprensivos, o para aquellos que no saben muy bien lo matón que es, comete el clásico error de villano de dibujos animados: se extralimita. Aquellos que no están con él por completo, explica, deben estar completamente en contra de él: [El deporte] es fundamental para la sociedad. Entonces, si quieres decir: «Creo que eres una mujer para toda la sociedad, excepto para esta parte central masiva del deporte», entonces eso no es justo. Entonces, la justicia es la inclusión de las mujeres trans. Da la casualidad de que no tengo un compromiso ideológico con la terminología de género o los pronombres, no estoy ni a favor ni en contra. Para la gente luchadora y respetuosa, no me importa otorgarles cortesías especiales (de hecho, lo hago con frecuencia). ¿Pero para tramposos y mentirosos, para matones y tiranos, para aquellos que buscan usar mis palabras para propagar el engaño y la injusticia? Oh, de eso nada, señor, nunca lo llamaré «señora».
El principio de mi activismo.
Mi activismo empezó como el de casi todas, queriendo entender lo que estaba pasando con una pequeña cantidad de gente que decía haber nacido en