¿Cuántas veces tenemos que oír que “incluir a los demás no nos perjudica”? Lo escuchamos todos los días, todo el día. Están equivocados. Y lo saben. Pero no quieren que tú lo sepas.
Empecemos por aquí:

Cuando las mujeres son un subconjunto de las mujeres, no pueden reclamar nada que antes fuera sólo para las mujeres. En un juego de prestidigitación lingüístico, las mujeres han perdido la individualidad que determina quién tiene el control sobre algo. Ya sea deportes, prisiones o su nombre.
Ahora la mujer no es más que un miembro gruñón del grupo, que no quiere compartir algo con otras MUJERES.
Todas las razones por las que tenemos espacios separados para mujeres se elimina instantáneamente con este truco.
Estamos asombradas.
Tratamos de explicar.
Estamos seguras de que es un malentendido.
Tratamos de justificar por qué tenemos espacios separados.
Explicamos desesperadamente cosas que todos sabíamos hasta hace nada.
Estamos seguras de que simplemente no lo entienden. En cuanto explicamos el diferencial de poder, se nos llama estridentes o malas. O peor aún, recibimos un sinfín de acusaciones de NAMALT (no todos los hombres son así, en sus siglas en inglés).
¿Y para qué hacemos esto? Para justificar nuestro derecho a tener nuestras propias cosas. Les rogamos que nos devuelvan nuestras propias cosas. Tratamos de explicar por qué tenemos que tener nuestras propias cosas. Y todo porque, de un manotazo lingüístico, las mujeres han dejado de ser una entidad con derecho a sus PROPIAS cosas. Es la apropiación definitiva.
La propiedad pertenece al propietario. Si el notario añade un nombre al título de propiedad de tu casa, ya no eres la propietaria.
Eso es justo lo que hacen los ladrones. Cambian el título de propiedad de tu casa. Es siniestro porque es efectivo.
Eso es lo que hace TWAW (la mujeres trans son mujeres, en sus siglas en inglés). Cambia el nombre en el título de propiedad.
Y dado que la frase es que las mujeres trans son mujeres y las mujeres son mujeres cis, las «mujeres trans» se hacen con el lugar destacado y predominante en el título. Las mujeres son solo mujeres cis. Un subconjunto. Actrices secundarias. Sin ningún derecho. Se ha entregado el control total.
Pero el juego no ha acabado. Porque las mujeres son poderosas y pueden hacerse oír. ¿Quién permitiría que se llevaran sus cosas sin quejarse?
Así que ahora llegamos a la segunda jugada maestra: la manera de callar a las mujeres. Se nos dice que estamos llenas de odio si nos oponemos a que nos quiten nuestras propias cosas.

Ahora no somos más que un miembro del grupo que les quita cosas a OTROS. Ya les pertenece completamente. Tienen derecho a ello. Los estamos excluyendo de SUS cosas. Es similar al racismo. Es la superioridad del endogrupo y no se puede permitir.
¿Ves lo que han hecho?
Ahora eres una persona terrible si te opones a que el ladrón ponga su nombre en el título de propiedad de tu propia casa en contra de tu voluntad. La casa que trabajaste tanto para conseguir. Para pagar.
Ahora estás rogando que te dejen una parte. Tal vez podamos llegar a un compromiso, suplicas. Quieres ser amable.
Y cuando le ruegas a alguien que te reconozca como un ser completo, se te repite el mantra otra vez. Ahora está consolidado. Tú ya no eres tú.
Se ha declarado.
Y si te ATREVES a definir esto como hombres que se apoderan de las cosas de las mujeres, te llaman fanático o transfóbico.

No puedes nombrar lo que te están haciendo ni a quién te lo hizo. Especialmente esto último. No puedes declarar que es el grupo más poderoso físicamente el que se apodera de algo que pertenece al grupo menos poderoso físicamente. Eso es completamente tabú.
Las redes sociales te castigarán. Serás condenada al ostracismo. Serás silenciada si insistes.
Simplemente por nombrar lo que te ha pasado, estás castigada.
Éste es el ejemplo perfecto:

Ahora se le llama supremacía cis a que las mujeres tengan sus propias cosas. (Esta discusión es sobre refugios para mujeres víctimas de violación, por cierto. Ni siquiera quieren que las mujeres los tengan). ¿Ves cómo funciona el juego?
Para las personas que hacen luz de gas y que dicen que nadie te quita la palabra mujer. Se ha ido ya. En el nuevo idioma no hay palabras para que las mujeres hablen de sí mismas.
Esa es una declaración extraordinaria. Y es verdad:

Lia Thomas nominado a Mujer del Año
Elimina el lenguaje de un grupo y habrás logrado la subyugación total sobre él. Inténtalo. Trata de hablar de los problemas de las mujeres en este nuevo lenguaje. No se puede hacer. No se puede ni hablar de mujeres ni de hembras ya. Estas palabras ya no tienen el significado que estás tratando de transmitir.
¿Recuerdas que dije que intentabas desesperadamente explicar cosas que todos sabemos? No lo hagas. Saben perfectamente por qué dices lo que dices. Usan tu propia incomodidad para hacerte luz de gas y enfadarte. Es un juego de poder.
No juegues su juego.

Otro ejemplo:

¿Has visto cómo funciona esto? Las reclusas son tan poco importantes que ni siquiera tienen un descriptor. Si están deshumanizadas, no importa que compartan celda con cualquier persona que quiera compartir celda con ellas. Son ruido de fondo.
¿Qué puedes hacer?
Rechaza el juego lo mejor que puedas. Niégate a participar en ese juego de prestidigitación lingüístico. Dilo en voz alta. Déjalo muy claro. Di que no.
La inclusión forzada te perjudica.
No se trata de derechos civiles, se trata de derechos de propiedad. Apropiación. Control. En eso consiste el juego lingüístico.
Nadie tiene el derecho civil de quitarte tus cosas. No tienen derecho a incluirse en tus espacios, competiciones o lugares. Son tuyos. Te los ganaste.
Di que no.
NO
2 respuestas
Maravilloso <3
Me lo pareció a mí también 🙂