La fusión de parafilias con una sexualidad saludable es peligrosa y es una fusión que está ocurriendo bajo el paraguas de la «identidad de género». Se hace pasar por un movimiento de derechos humanos, pero es deshumanizante. Esto no es un accidente. La «identidad de género», impulsada por élites empeñadas en normalizar la transexualidad y el transhumanismo, son parte de un complejo tecnomédico, que utiliza Internet para promocionar su ideología.
Los principales motores que normalizan las parafilias son internet, la biofobia y, por extensión, el odio a la mujer. Internet, el corazón palpitante de la distopía tecno en la que estamos entrando, está cambiando nuestras culturas, nuestros pensamientos, nuestro mundo y lo que significa ser humano, más rápido de lo que nunca nos hubiéramos imaginado. Este sistema está ligado a las industrias que se han formado en torno a la cosificación sexual de las mujeres con fines de lucro: la pornografía, la prostitución, la subrogación y ahora, la «identidad de género». Están impulsando estas industrias más rápido de lo que podemos resistirlas.
Internet no es una herramienta desarrollada para que todos podamos pasar el rato en una gran cafetería global conversando. Fue un instrumento utilizado por los militares para espiar y ahora es un vehículo para conducir la propaganda del estado hasta nuestros hogares, negocios y nuestra conciencia. Se está utilizando para controlarnos.
Cuanto más nos alejamos de lo que somos, orgánicamente, como partes de un sistema de vida, cuanto más nos atrincheramos en la tecnología, más de nuestras vidas intercambiamos. Este proceso significa abrazar la necrofilia, la primera y la última parafilia, la que erotiza la muerte sobre la vida, de la cual todas las otras parafilias son ramificaciones. Cada vez más a menudo, elegimos la cosificación sexual sobre el deseo de conexión, las máquinas muertas sobre las entidades vivas, los robots y la inteligencia artificial sobre la conciencia viva y los robots sexuales sobre las mujeres que están vivas. Celebramos nuestra propia disociación como progresista. Nos hemos vuelto compulsivamente adictos a lo que no es recíproco. Sexualidad es una palabra utilizada para la atracción sexual y la orientación sexual, hacia otra persona, ya sea del mismo sexo, del sexo opuesto o de ambos sexos. Se basa en la conexión, la atracción, el deseo, la mutualidad y la personificación.
Las parafilias son algo diferente, generalmente conocido como perversiones o trastornos psicosexuales, en los que la gratificación sexual se obtiene a través de prácticas o fantasías que involucran una fuente extraña, anormal o muy inusual de excitación sexual, como un animal o un objeto, lo que puede impedir u obstaculizar la capacidad de uno para recibir amor recíproco.
Lo que hace que las parafilias sean extrañas o perversas no es una resistencia mojigata por parte de la mayoría de la sociedad, sino sus cualidades obsesivas, disociadoras, compulsivas y cosificadoras en lo que respecta a la excitación erótica. Estos elementos de las parafilias son los que impiden la intimidad y la conexión con los demás. Las compulsiones sexuales, como las adicciones, llevan a las personas con parafilias a la desesperación, una desesperación que infligen a los demás, porque los demás nunca pueden satisfacer el anhelo de conexión que aquellos con parafilias y adicciones necesitan pero que al mismo tiempo rechazan.
Cuanto más nos alejamos de la atracción sexual basada en la conexión con los demás, en la personificación, más insistimos en normalizar socialmente las parafilias, como en el movimiento de «identidad de género» o anti-realidad, que es una expresión sexualmente disociativa y cosificadora.
El sexo y la atracción sexual están siendo deconstruidos para el lucro, la eugenesia y la ingeniería social, un medio para forzar nuestra evolución lejos de la vida y fusionarnos con las máquinas. Estas experiencias están siendo impulsadas por tecnologías que se desarrollan mucho más rápido de lo que pueden ser aprovechadas, que son controladas por élites que, saciadas por las cosas que el dinero puede comprar e impulsadas por la adicción, prosperan con la capacidad de controlar a los demás para satisfacer su desesperación.
La vida es conexión. El sexo es conexión. Las parafilias son adicción, obsesión, rumiación (pensamientos repetitivos), control, cosificación y destruyen la conexión. Son anti-vida.
A medida que avanzan los desarrollos tecnológicos y el aprovecharse de las mujeres, intensificados por un mercado totalitario que se alimenta del sufrimiento humano, la tortura animal y la devastación del planeta, viramos sin control como adictos, hacia la larga y oscura noche. Estamos poseídos y los árboles no nos dejan ni ver el bosque, ni ver a dónde nos conduce toda esta disociación.
La «identidad de género», deconstruir el sexo, al violar el límite entre hombre y mujer con cirugías y productos químicos y tratar esto como si fuera un tratamiento para gente con disforia relacionada con el sexo o como expresión, es invertir en el menoscabo completo de la realidad. Invierte en la espiral de la muerte en la que estamos como especie. Es la máxima expresión de la necrofilia: la erotización de la muerte. Es la religión de aquellos que nos están llevando al borde de una distopía tecno.
Debemos profundizar en lo que está sucediendo. Debemos luchar por la vida y elegir la vida. Debemos considerar las parafilias como lo que son: adicciones nacidas de la desconexión, si queremos salir de esta espiral de muerte.