
Demasiados hombres en Camboya se sienten con derecho a avergonzar, rechazar, acosar e incluso violar a las mujeres, escribe Johanna Higgs.
Estoy sentada en el balcón de una casa de madera de dos pisos en Siem Reap, Camboya. El estilo de la casa es el típico de Camboya: tablones oscuros de madera con un interior simple, levantada sobre pilotes para evitar inundaciones durante la temporada de lluvias. El clima es sofocante, como todo el año en Camboya.
Las palmeras adornan las calles, lo que demuestras que de verdad estoy en los trópicos. Las gallinas corren debajo de mí en la casa y las mujeres charlan mientras realizan su trabajo diario. Toda una escena típica en Camboya.
Lo que también es típico de Camboya, es la historia que estoy escuchando. Estoy sentada con una mujer camboyana del barrio que trabaja para uno de los únicos centros de mujeres en Siem Reap. Me está explicando cómo, de acuerdo con las tradiciones y creencias camboyanas, un hombre «no puede ser avergonzado», o al menos puede verse limpio de su vergüenza, mientras que una mujer no puede.
Aquí, una mujer puede estar manchada para siempre por la vergüenza que se le impone y debe enfrentarse el rechazo social y el estigma que va a sufrir como resultado de ello.
En Camboya, como en gran parte del mundo, la mayor parte de la vergüenza impuesta a las mujeres está relacionada con su comportamiento sexual. Si se cree que una mujer ha sido «demasiado sexual» de una manera u otra, es aceptable avergonzarla, rechazarla, estigmatizarla, acosarla y tal vez incluso violarla.
Ser «demasiado sexual» podría incluir la forma en que elige vestirse; las relaciones sexuales en las que elige participar y cuándo elige participar en ellas. Podría ser el hecho de que ella quiere salir por la noche con sus amigos o porque ha tenido una relación sexual antes del matrimonio. Podría ser porque le gusta beber cerveza. O, como señala otra mujer camboyana que vive en una aldea a las afueras de Siem Reap, podría ser solo porque trabaja en un restaurante.
Como ella explica:
«En el pueblo de donde soy, la gente piensa que una mujer que trabaja en un restaurante debe ser pobre, así que eso significa que quiere tener relaciones sexuales con todos y es una puta».
Sacudo la cabeza, con incredulidad. Es difícil dar crédito a que el mero hecho de trabajar en un restaurante en Camboya, una forma de empleo perfectamente normal en la mayor parte del mundo, podría significar que una mujer sea considerada una puta.
¿Cómo puede sobrevivir una mujer que vive en la pobreza en tales condiciones? Si solo tiene las opciones de no tener ingresos o ser etiquetada como una «puta» por trabajar en un restaurante, ¿qué debería hacer?
Pregunto por el Día de San Valentín. Había escuchado varios meses antes que en Camboya, el Día de San Valentín se ha convertido en sinónimo de violación, ya que los hombres jóvenes creen que ese día en particular es una excusa para salir y violar a las mujeres.
Sin embargo, la mujer camboyana parece malinterpretar mi pregunta:
«Oh, sí, el Día de San Valentín. Los padres aquí en Camboya están particularmente preocupados por ese día».
Me imagino que va a explicar el problema de la violación en el Día de San Valentín. En cambio, comienza explicando cómo los padres están preocupados de que sus hijas piensen que deberían «dar su amor» a sus novios.
Lo que quiere decir es que a los padres les preocupa que sus hijas pierdan la virginidad antes del matrimonio. Como mujer, si no eres virgen antes del matrimonio, como exigen los hombres, no puedes casarte y, en consecuencia, puedes perder todo el valor social, así como la reputación de tu familia. Incluso en el caso de ser violada.
Los hombres, sin embargo, no están sujetos a las mismas formas de estigma social. Más bien son libres de perseguir a las mujeres y, de hecho, tantas mujeres como quieran, sin ser criticados o avergonzados.
El doble rasero es descarado.
En consecuencia, la violación y la agresión sexual son problemas graves en Camboya.
Un informe de las Naciones Unidas publicado ya en 2013 mostró que uno de cada cinco hombres en Camboya entre las edades de 18 a 49 años había admitido haber violado una mujer. De ellos, el 15,8% dijo que había cometido violación cuando era menor de 15 años.
La violación en grupo es común en Camboya y se conoce como bauk. Se ve como una forma de vinculación masculina donde los hombres salen juntos en grupos, específicamente buscando mujeres para violar, y luego comparten sus experiencias entre sí. Más del doble de la cantidad de hombres en Camboya admitieron haber violado en grupo en comparación con la India.
Más horroroso aún, casi un tercio de los casos de violación en Camboya son cometidos por algún conocido de la víctima. Pocos violadores se enfrentan a la justicia y, en muchos casos, las víctimas son amenazadas por el violador o a menudo se ven obligadas a vivir junto a ellos.
Estas actitudes que castigan a las mujeres por su comportamiento sexual en Camboya, y en cualquier otro lugar del mundo, son extremadamente peligrosas porque permiten un espacio social donde las mujeres y las niñas pueden ser controladas, culpadas y abusadas. Estas actitudes niegan a las mujeres las mismas libertades que los hombres exigen. Hacen que los hombres se sientan con derecho a ser violentos, a acosar y, en algunos casos, les hacen sentir que violar no tiene consecuencias.
Esto crea un mundo muy inquietante para las mujeres y las niñas. Uno que está lleno de miedo. Porque las mujeres y las niñas saben que si algo les sucede, son ellas las que serán castigadas, no los hombres que cometieron actos de violencia contra ellas.
Esto tiene que cambiar, en Camboya y en cualquier otro lugar del mundo donde existan tales actitudes. Las culturas con ideas adjuntas de vergüenza no tienen que seguir siendo así. Pueden cambiar, se pueden volver más justas.
Es esencial que no ignoremos esto porque globalmente la forma en que se distribuye la vergüenza no es justa. La vergüenza se está utilizando para dar libertades a los hombres, mientras que se están negando esas mismas libertades a las mujeres. Se está utilizando para dar a los hombres el derecho y la capacidad de lastimar a las mujeres y, al mismo tiempo, negarles a las mujeres el derecho a decir o hacer algo al respecto.
Es hora de que, a nivel mundial, exijamos cambios en las culturas que avergüencen a las mujeres de esta manera. Y necesitamos hacer que eso suceda ahora para detener estos conceptos increíblemente injustos de vergüenza, y terminar con el sufrimiento que viene con ellos.