Yo también era «feminista»

Hace unos años, antes de ser madre, antes de vivir una relación de maltrato y abuso, antes de verme abocada a curros de mierda, también era feminista.

Era feminista, de las que se pintaba “por gustarse a ella misma” y lloraba delante del espejo al verse gorda con según qué prendas.

Era feminista de las que tenía un grupo de amigos, mayoritariamente gays, que se pasaba la vida esparciendo misoginia con sus “¡Ay! Un coño, ¡qué asco!”.

Era feminista de las que consumía de todo, menos libros, cine o música escritos, editados y publicados por mujeres.

Lo que yo entendía por feminismo era hacer lo que quería sin sentirme juzgada, sin darme cuenta de que, hasta lo que pensaba que quería, incluso mis supuestos objetivos vitales, me hacían daño.

En teoría, follarme a todo lo que se meneara, me “empoderaba” (spoiler: lo que sucedía era que tenía la autoestima desajustada y buscaba constante aprobación o una utópica admiración o entendimiento por parte de los hombres, a través de cualquier vía, y el sexo con ellos siempre ha sido lo más fácil. Siempre).

No tenía una postura clara sobre la prostitución, ni el porno. Con cero formación e información que no fuera prensa y TV, rodeada de un entorno que se consideraba “liberal” y hablaba orgullosamente de su consumo de porno, entendía que había mujeres que lo ejercían libremente. Era carne de cañón para el patriarcado… Así me fue.

Pensaba que el feminismo buscaba la igualdad, y la igualdad significaba parecerse más a ellos, sus mismos derechos, sus mismos intereses y gustos, forma de hablar o socializar y que esto era algo revolucionario o liberador en algún sentido. Me encantaba eso de “no eres como las demás”, qué pena me da ahora pensarlo. Esa “camaradería” por la que se veían en la confianza de contarme cuándo, cómo y con quién eran infieles, hacer comentarios horribles sobre otras mujeres en mi presencia, y, al fin y al cabo, ser una cómplice del sistema.

Me creía la más lista y la más feminista. Mi análisis de la realidad estaba absolutamente contaminado por la sociedad, la crianza y la educación patriarcal en cada uno de los ámbitos de mi vida. Pero yo me creía anti-sistema porque escribía obviedades en pegatinas y, a veces, me hacía una cresta. Mi vida era cómoda, aunque siempre estaba el vacío, ese vacío que me acompañaba y no sabía explicar, ni llenar con nada.

En un momento dado, tomé un par de malas decisiones y todo reventó, y a la vez, por todas partes. “No more” curros bien pagados, una inmensa crisis existencial en la que empecé a notar cómo ese vacío lo consumía todo y, en plena crisis, conocí a la persona que transformaría esa “mala racha” en siete años de maltrato y ostracismo.

Vamos a saltarnos todo eso, vamos al punto en el que era un saquito de traumas y estrés post-traumático y me enfrenté, por fin, a la realidad: era una mujer de treinta y muchos, con dos bebés a su cargo, una depresión crónica, cobrando el salario mínimo, volviendo a casa de sus padres y completamente sola.

Preparada para lo peor, comencé mi nueva vida convencida de que nunca, nada, jamás, volvería a ser igual. Estaba rota. Como un jarrón cuando se rompe, puede pegarse, pero no volverá a ser la misma pieza que era. Sin embargo, los motivos por los que pensaba que mi vida nunca iba a ser igual, estaban totalmente errados, gracias a la inestimable ayuda del amor romántico y patriarcal.

Las horas de insomnio derivados de la crianza, la precariedad y la soledad, me devolvieron a la biblioteca, de donde nunca tenía que haber salido, y a Twitter, donde nunca tenía que haber entrado.

Investigué, entre la historia del feminismo, para encontrar a esa mujer, esa que pudiera explicarme por qué y cómo era posible que miles de mujeres de toda condición nos viéramos en circunstancias tan parecidas a la mía propia. Y la encontré:

No puedo explicar con la misma intensidad que sentí esa certeza, de pertenencia, de fuerza, de rabia, de injusta pérdida, de profundo dolor y sufrimiento compartido y comprendido y que me generó leer a Dworkin. Menos aún lo que implica aplicar sus palabras a tu propia experiencia vital y desgranarte.

Verte. Y ver a los demás. Sin filtro ya de buenismo, ni esperanza de que todo sea como te han dicho que sería si eras una buena mujer que cumplía con todos los mandatos patriarcales. Y eso significa empezar a tirar de un hilo infinito con el que vas tejiendo parches para ese vacío, las carencias y el inmenso dolor que supone vivir y ser educada en un sistema que te odia, así como hará con tus hijas y las hijas de tus hijas, y ha hecho con tu madre y tus abuelas.

Y tu vida cambia, para siempre. Y casi todo lo que has querido, deseado o admirado se convierte en mierda. Y conoces a otras mujeres que lo ven, tan claro y cristalino como las que lo vieron antes que nosotras. Y las entiendes. El feminismo es un proyecto vital.

Solo las mujeres salvarán a las mujeres. Eso, nosotras, lo sabemos. Habiendo pasado por todo este esclarecedor y arduo proceso, me comprometo conmigo misma y con todas las mujeres a no acunar pitos, a no votar partidos que participen del sistema patriarcal. No pienso apoyar a supuestos partidos feministas/asociaciones de cualquier índole que acudan a actos con fascistas, con la excusa de la lucha en contra de las leyes de auto-determinación de sexo.

No voy a aplaudir libros de señores que pretenden copiar los estudios y análisis feministas, extirpando el análisis feminista de los mismos, y que se colocan en primera línea de todas las librerías mientras a las mujeres que levantan la voz las boicotean, cancelan y tratan de silenciar. No voy a callarme para contentar a ningún hombre, jamás, por muy bien que me caiga.

Y no voy a dejar de señalar que hay mujeres utilizando el feminismo con fines políticos, económicos e intereses personales, en todos los estrados del feminismo, recordemos a Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte, si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”. Añadiría que el drama de nuestros días ha añadido una sádica vuelta de tuerca, el nuevo ataque patriarcal pretende que el opresor sea parte de los oprimidos.

A las que sigo y me seguís, os aconsejo, así como modo de vida, escuchar lo que tengan que decir todas las mujeres que os hayan aportado algo en esta vida, – aunque sea rabia, frustración porque no vean tan claro como tú lo que hay o simples ganas de rebatirlas-, antes de lanzaros a defender a señores, os recuerdo que ellos tienen todo un sistema hace miles de años, montado para eso. Intentadlo, en serio, es muy sano.

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18 respuestas

  1. Gracias Darling! Este artículo nos muestra la urgente necesidad de que el Feminismo sea una asignatura obligada desde la más tierna infancia. Excelente, como siempre. Un abrazo

  2. Sí, yo también era una «feminista» así. Yo también creí que comportarme como ellos me igualaba a ellos. Incluso la mayoría de mis amigas y conocidas se han quedado ancladas ahí y no tienen ni la más mínima intención de formarse para cambiarlo. Son «feministas y punto», con todo lo que ese punto conlleva de ignorancia y autocomplacencia.
    El final del artículo es lo que me descorazona. «Solo las mujeres salvarán a las mujeres», está claro. Pero, ¿cómo?

    1. Yo me vi en algunos puntos también.
      Estoy empeñada en amplificar las voces de las mujeres, en escuchar a las mujeres, en estar con las mujeres. Quizá eso sea una buena forma de empezar a intentar salvarnos. Un abrazo.

  3. Cuanta razón tiene Verónica, qué bien explicado, seguro que
    muchas hemos pasado por experiencias vitales muy similares
    y nos vemos reflejadas.
    Cómo cambiaría todo si se pudiera empezar de nuevo con la
    experiencia y la sabiduría que tenemos hoy.
    Lo que ocurre es que muchas veces sin equivocarnos no apreendemos
    y algunas lecturas sin experiencia no sirven de mucho.
    Cuántas lecturas que parecen que nos han marcado mucho en la
    adolescencia no las hemos llegado a entender del todo hasta que
    hemos tenido cierta madurez.
    Yo también me arrepiento de cosas que he hecho y que no he hecho,
    pero pienso que por mucha rabia que sintamos tampoco deberíamos
    torturarnos tanto por ello porque sin nuestra equivocaciones tampoco
    hubieramos acabado siendo la persona que somos actualmente.
    Pero es inevitable, como muy bien explica Verónica, lo que más rabia da
    es darse cuenta cómo a las mujeres nos lleva tanto tiempo, tiempo que
    ellos no pierden e invierten en ellos mismos, en que se nos caiga la
    venda de los ojos y ver todos los sutiles engaños del patriarcado,
    y que incluso hasta cuando nos sentimos muy rebeldes y transgresoras
    estamos cayendo en la trampa.
    Hasta las que nunca hemos creido en el amor romántico, cuánto tiempo
    y energías hemos perdido con hombres que en absoluto se lo merecen.
    Yo personalmente huyendo de lo que era mi madre y de no querer ser
    como ella, he tenido muchos años de mi vida totalmetne erráticos y
    llevándome las mismas hostias que ella con la realidad pero por
    caminos muy diferentes.
    Gracias Verónica, gracias Nuria y a todas las mujeres que aportáis y
    compartís vuestras experiencias.

    1. Me gusta todo lo que dices y me quedo sobre todo con la idea de que sin haber cometido nuestros errores, no seríamos las mujeres que hoy somos. Un abrazo, Pilar.

  4. Que maravilla de artículo Nuria.
    Cuando descubres el feminismo te cambia la vida y si la persona que está tu lado lo acepta es bien, en caso contrario es puerta.
    Ver la vida con gafas moradas es otro nivel y muy cierto lo de «solo las mujeres salvarán a las mujeres». Un abrazo.

    1. Me parece que este artículo de Vero va a hacer pensar a muchas, y eso siempre es bueno. Ojalá más acaben poniéndose las gafas moradas, porque es la forma de por fin VER. Un abrazo, Anaisa.

  5. Ojalá más mujeres leyeran este testimonio. Se abrirían muchos ojos y daría mucha fuerza. Gracias a la autora y a ti por incluirlo en tu blog, Nuria. 🙏🏻

    1. Gracias a ti por leerlo, y concuerdo con que cuántas más lo lean, más abrirán los ojos. Muchas veces pensamos y hacemos cosas por inercia, es un alivio poder ponerle nombre a esa inercia: patriarcado. Un abrazo, Begoña.

  6. muy al pelo para lo del domingo. hoy viene en «el país» una entrevista con carmen calvo en la que nos explica cuánto nos odian las derechas, no dice nada del de las izquierdas… di tú que a lo mejor está reunida con sánchez y díaz dilucidando qué cosa serán las mujeres y a qué huelen las nubes.

  7. Que bueno me ha encantado. Creo que cualquiera de nosotras de puede ver reflejada en parte del texto. Este debe ser nuestro mantra «SOLO LAS MUJERES SALVARAN A LAS MUJERES».
    Gracias compañera.
    ✊🏽💜♀️

    1. Es doloroso por su honestidad, yo me vi en algunas cosas, y hoy me da vergüenza haber caído en la trampa. Seguro que hará cuestionarse cosas a muchas.

    1. Es muy real y honesto, yo creo que muchas nos vemos reflejadas de alguna forma, y estoy segura de que a otras más les dará que pensar, y eso siempre es bueno.

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