Les escribimos a propósito de una charla que la Psicóloga XXXXX dio en el colegio XXXXX, frente a miembros de la junta escolar, durante el día XXXXX pasado, sobre diversidad sexo afectiva.
Si bien los contenidos vertidos en esa actividad parecerían muy acorde con los tiempos, para nosotros, como miembros de la junta escolar, nos parece que -estando de acuerdo con ciertas cosas que se mencionan en la charla- su discurso resulta discutible, arriesgado, e incluso falso.
LA CHARLA
La psicóloga XXXXX -presentada como consultora y experta en el tema LGBT-, planteó distintos aspectos muy relevantes para el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes (NNA). Sin pretender hacer una revisión sistemática de todo lo que expuso en su charla, sus contenidos principales se refieren a los siguientes puntos:
1.- De acuerdo a la psicóloga, los NNA recorren un desarrollo psicosexual que puede ser muy variado. Según como se muestran en un diagrama hecho sobre una galleta de jengibre, señala todas las posibilidades que se dan, según distintas combinaciones de: a) identidad de género (típicamente hombre o mujer), b) personas por las cuales alguien se siente atraído (por ejemplo, hombres o mujeres), c) expresión conductual (dentro del espectro típicamente masculina a típicamente femenina), y d) manifestación biológica de los caracteres sexuales primarios y secundarios (típicamente, cuerpo de hombre o mujer).
2.- Como regla fundamental, XXXXX afirmó que todas las posibilidades de experiencias que se muestran en el diagrama se manifestaban dentro de un espectro gradual que no se guía por un patrón de asociación pre-establecido (por ejemplo, se puede haber nacido mujer, con actual identidad de género masculino, orientación bisexual y con conductas típicamente masculinas). Por último, se habla de fluidez, por la cual una persona puede moverse o transitar de un estado a otro, en cualquier momento de su vida.
3.- A partir de esta descripción, se nos insta a asumir que las realidades han cambiado y que resulta muy importante reconocer todas estas diversidades, poniendo el acento en que cualquier vivencia de la sexualidad o nuevo género es tan legítima como otra.
4.- Respecto a la identidad de género, la psicóloga señala que constituye una condición esencial, privada y sólo conocida por la misma persona. Nadie que la conozca -ni siquiera sus padres- tendrían acceso a una verdad tan íntima como esa. A veces, lamentablemente, el “sexo asignado al nacer” no coincide con la identidad de género que la persona percibe de sí misma. Ante eso, el niño/a o joven que se decida a asumir su nueva verdad, podría -por sí y ante sí- determinar su nuevo género.
5.- Dado lo anterior, si un NNA busca explorar su sexualidad o se autoasigna un nuevo género, lo único que cabría es que los padres permitan su libre expresión. Se asume que vivimos en la época del reconocimiento y valoración de las diversidades, cualquier otra cosa sería un acto coercitivo y deshumanizante hacia ellos. Para la psicóloga que hizo la charla, si un NNA quiere probar algo distinto, y luego se da cuenta que le gusta y le hace sentir bien, significa que ese “es” su camino. Por el contrario, si luego de explorar, se da cuenta que se siente muy incómodo, no habría nada que temer, pues no hay riesgo en echar pie atrás. Por último, en materia de exploración, se planteó que, si los padres se oponen a la conducta de un NNA, deberían tener presente que esto tendría un efecto amplificador en la conducta de su hijo.
6.- En el caso particular de NNA que se declaren con disforia de género, lo que correspondería es facilitar su transición social, registral, hormonal y quirúrgica. Según esto, cada persona debería ser tratada de acuerdo con el nombre y pronombre que escoja para ella misma. Además, existirían bloqueadores hormonales de la pubertad, cuyo efecto se plantea como totalmente reversible. Lo que sí hay que tener presente -de acuerdo a la psicóloga expositora- es que, si los padres se oponen al progreso de la transición de sus hijos, se arriesgaría también una alta probabilidad de suicidio. Entonces, padres y madres tendrían que escoger si es que quieren tener un hijo trans o un hijo muerto.
7.- En definitiva, en la charla se invitó a los padres a “abrir su mente”, “avanzar con los tiempos” y entender que los temas de sexualidad y género siempre tienen -en definitiva- un componente esencial y misterioso. Frente a esto, solo cabe aceptar, valorar y celebrar la condición de cada cual. Se debe dejar libre a los hijos, su condición jamás sería opinable, ni menos cuestionable.
MODELO AFIRMATIVO
La charla presentada por la psicóloga experta sigue los pasos del discurso dominante de estos tiempos, reproduciendo conceptos que se encuentran fácilmente en internet, desde Wikipedia hasta libros de famosas académicas, como Judith Butler o Paul Preciado. Su espíritu de fondo se encuentra muy visible en la cultura y en los medios de comunicación. Se puede escuchar en la televisión, en capacitaciones a empresas, e incluso en universidades. Se trata del discurso afirmativo, que surgió como opuesto a décadas y siglos de coerción y maltrato a las minorías sexuales.
Según el modelo afirmativo, cada uno es libre de ser lo que es. Y nadie está en posición de cuestionar la identidad de género de otra persona. Esta postura releva un celo por la libertad y los derechos de todas las minorías sexuales. Constituye una causa ética y social, en defensa de grupos que históricamente han sido oprimidos. No obstante, si bien el discurso afirmativo representaría una suerte de superación histórica del modelo anterior, convendría detenerse y analizar algunas de sus grietas o contradicciones.
Antes de presentar ninguna objeción, resulta importante aclarar que un ejercicio de crítica intelectual frente a una tendencia social no representa de ningún modo una actitud marginalizadora, maltratadora ni transfóbica. De hecho, el plantearse dudas acerca de la explosión de una reciente oleada de NNA que se autodiagnostican como disfóricos, no significa de ningún modo atentar contra la dignidad ni los derechos sociales de ese grupo. Más bien, se trata de un ejercicio de pensar las cosas, evaluar su origen, contrarrestar con ciertos criterios de validación externa, y -sobre todo- tomar en cuenta las consecuencias que este autodiagnóstico puede tener para los NNA y sus familias.
Primera objeción: trazar las distinciones más importantes
Para empezar, en el discurso afirmativo se habla en nombre de las diversidades sexuales: LGBTIQ+, donde todas las iniciales quedan igualadas. ¿Por qué? Porque se asume que todas las personas deben ser reconocidas en su dignidad y derechos. No obstante, también habría que hacerse cargo de las enormes diferencias entre estos grupos. Por ejemplo, una primera y gruesa distinción consiste en constatar que quienes se adscriben a las iniciales LGB se caracterizan por llevar en su vida una experiencia -algo muy concreto y perceptible-, cual es sentirse sexualmente atraídos por personas de su mismo sexo o los dos. Lesbiana, gay o bisexual es quien se excita, busca y se encuentra con los de su mismo sexo, o ambos, según sea el caso.
Algo distinto es lo que ocurre con quienes se identifican con la letra T (trans). Son personas que en algún momento de su vida llegan a la convicción de que nacieron en un cuerpo equivocado. Dicha convicción, expresada en lo que se ha llamado “disforia de género”, representa una idea, una creencia, una auto-representación de sí mismos. La vivencia de fondo, entonces, no es la de un impulso -como la de personas LGB-, sino de una percepción acerca de lo que a ellos les ocurre.
¿Cómo ocurre? La persona que se autoidentifica con esta categoría, ha sentido que no calza con lo que comúnmente se espera para su género. Frente a ese malestar, viene una respuesta, que se expresa como una aseveración acerca de la íntima identidad personal: “soy mujer en un cuerpo equivocado, porque así lo siento”, “soy hombre porque esa es mi identidad”. Para llegar a decir esto, no se considera ningún criterio de validación, ninguna explicación. Solo se señala un “sentimiento interior”, es decir “soy hombre (o mujer) porque así lo siento”. Una proposición tautológica.
¿Cuál es el problema con esta falta de explicación? Que la persona autodeclarada trans aspira a un gigantesco proceso de transformación social y corporal, cuyas bases nunca son fundamentadas. Es decir, guardando las proporciones, sería como llegar a tener una casa en la ciudad, y al poco tiempo querer demolerla, para construirse una ruca o una pagoda ¿no habría que explicar eso?
Por otro lado, podría contraargumentarse que aquellas personas conformes con su género nunca han tenido que dar una explicación acerca de su experiencia de género. Si, es verdad. Pero precisamente eso ha ocurrido así porque ellos nunca han planteado una negación o deconstrucción tan radical de su identidad y corporalidad.
Segunda objeción: el desarrollo importa
La disforia de género puede presentarse durante la infancia o adolescencia. Está documentado que, de los casos en que se presenta disforia de género infantil, el 60-90% revierte al llegar a la pubertad, sin ningún tipo de intervención (1). Estaría bien, entonces, constatar que la disforia de género no implica una aparición de algo definitivo, sino que representa una condición de persistencia variable. Además, clínicamente se ha visto que los casos de disforia de género infantil pueden asociarse a otras condiciones, como autismo (2, 3), depresión o abuso sexual (4). Por lo tanto, estaría bien poner atención a sus factores subyacentes.
Respecto a los adolescentes, se ha descrito un cuadro llamado “Disforia de Comienzo Rápido” (Rapid Onset Gender Dysphoria (5)), por el cual un joven o una joven entra súbitamente en una suerte de revelación. De un momento a otro, sus inquietudes y su problemática existencial queda descrita (pseudoexplicada) en virtud de que nació en un cuerpo equivocado. Para llegar a esto, no es necesario un largo proceso de discernimiento, sino que bastaría un comentario de un amigo o algunas búsquedas por internet. En efecto, recordemos que, en el caso de la disforia de género, lo que ocurre es un autodiagnóstico. Y más tarde, luego de esa auto-categorización, podrán venir los expertos y especialistas a confirmar las aseveraciones del adolescente.
Tercera objeción: en la actualidad, no es difícil cruzar el Rubicón
Ser transexual hoy no es lo mismo que antes. Ya no es marginal, sino una tendencia. En las principales clínicas especializadas de género, se ha visto un aumento exponencial de los casos (6). Además, están estudiados y documentados los componentes de contagio social de esta ola trans (7).
Para ilustrar esto, cualquier persona puede constatar cómo el tema transexual y transgénero está muy presente en internet y redes sociales. Un rastreo básico en Google, YouTube, TikTok, Reddit o Tumblr, y se encontrará con una serie de testimonios que muestran cómo niños y jóvenes han vivido su proceso de transición de género, desde un estado de malestar vago y difuso, pasando por una revelación personal, luego una develación a su entorno, para más tarde encontrar el bienestar y felicidad a través de su nueva identidad, que se lleva de un modo más coherente en la medida en que alguien se cambia el nombre, toma hormonas y se opera. Frente a esos testimonios, los niños y jóvenes se ven alentados a seguir el camino de otros, con videos que invitan a todos a cuestionarse sus propios géneros.
Así las cosas, se van creando las condiciones para que un NNA cambie de idea respecto de sí mismo. Y cuando sobreviene el cambio, se adquiere una rápida consolidación, al modo de una verdad de fe. De ahí en adelante, lo más probable es que un niño o joven se encuentre con sucesivas confirmaciones de su autopercepción.
Cuarta objeción: cruzar el Rubicón no implica solo pérdidas, también tiene ganancias
Vale la pena preguntarse por qué los criterios diagnósticos de disforia de género asumen que basta la mera autodeclaración del sujeto para que alguien sea considerado como tal. Una de las explicaciones comúnmente esgrimidas para aprobar la autodefinición es que nadie querría hacer una transición dado que es algo muy trágico y doloroso, con muchas pérdidas y que no supondría ninguna ganancia querer hacer algo así.
Sin embargo, la realidad es terca. En los ojos del NNA, el primer beneficio es que, en estas circunstancias, un NNA adquiere una explicación acerca de su malestar. Aparece un relato, una relectura de su vida. Eso puede ser tranquilizador. Por otro lado, quien se autodefine como trans puede encontrar una luz al final del túnel, un camino hacia la felicidad. Es justamente eso lo que le señalan los testimonios. Por último, una persona autodefinida trans puede encontrar un nuevo espacio de pertenencia afectiva con pares. En particular, además, la comunidad trans ofrece significativos apoyos a través de internet, chats, fundaciones y ONGs.
Decir lo anterior no implica decir que quienes se autodeclaran trans realizan una elección consciente y voluntaria. O que lo hacen solamente por obtener esos beneficios, no se quiere aquí trivializar su malestar y su sufrimiento de fondo. Más bien, ese es el tema: apelamos a encontrar, junto con ellos, ese problema emocional profundo, el por qué de esa no aceptación de sí mismos. A este respecto, tanto las familias como los profesionales de la educación y de la salud mental tendrían mucho que hacer, incentivando a los jóvenes a que se hagan preguntas, antes de llegar a respuestas escritas en piedra.
Quinta objeción: influencia de la autoclasificación
Al igual que esta charla, muchos programas de educación sexo-afectiva basados en el modelo afirmativo exponen con detalles todas las variantes posibles de sexualidades. Se asume que es una manera de validar la presencia y dignidad de cada uno. Se presume que sería una herramienta útil para favorecer la autoaceptación. Además, se piensa que sería importante para prevenir el maltrato a las minorías sexuales.
No obstante, esa exposición no es trivial. ¿Por qué? Frente a este énfasis en la paleta de colores, uno de los problemas que ocurre es que niños y jóvenes quedan tempranamente expuestos a autoclasificarse, con una suerte de urgencia por saber quiénes son. No pocas veces se da el caso de jóvenes que se autodefinen de un tipo u otro de diversidad sexual, sin nunca haberle tomado la mano a alguien, sin nunca haber ido a una fiesta, o sin nunca haber besado a alguien. O sea, es como el mundo al revés: primero ocurre la autoclasificación y luego la experiencia. Algo anda mal aquí.
Entonces, reflexionando una vez más ¿es la autoclasificación una forma de fortalecer la autoestima? ¿termina realmente siendo así?
Sexta objeción: profesionales de la salud reproducen discurso dominante
Como se ha dicho, los manuales diagnósticos de salud mental son categóricos: para diagnosticar disforia de género, solo basta la declaración del NNA. Algo así como, “el que lo dice, lo es”. Un autodiagnóstico, que luego pasa a ser ratificado por un profesional. Es aquí cuando, el modelo afirmativo deviene confirmativo.
Este orden de cosas conduce a algo muy contradictorio. Veamos. De acuerdo al discurso dominante actual, un NNA puede cuestionar su género, haciendo ver que su familia y su medio han estado equivocados en cómo lo tratan. Una joven dice “yo no soy mujer, todo esto ha sido un gran error, en realidad yo soy hombre, quiero que me traten como hombre y quiero verme como hombre”. En este orden de cosas, el niño o joven cuestiona su historia… pero, a su vez, su declaración no admite cuestionamiento ni impugnación alguna. Cualquier intento de pedirle una explicación sería como “ofenderla”, sería representada como un acto “transfóbico”, no aceptar lo que ella “siente”. Esa es la contradicción: es la joven quien cuestiona, pero nadie la puede cuestionar a ella.
Ante esta escena, el profesional de salud se alinea con el discurso adolescente. Mal que mal, eso es lo que dicen las guías clínicas oficiales. Pero, pensemos un momento ¿Estará bien eso? ¿Dónde queda la posibilidad de que un profesional de la salud mental se pregunte por lo que le pasa a su paciente, más allá del contenido literal de sus declaraciones? De hecho, en la práctica clínica habitual, cuando un paciente hace una consulta por depresión o anorexia, por ejemplo, es de suponer que el psiquiatra o psicólogo no va a concordar con todo lo que el paciente dice. Validar la literalidad de todo lo que un paciente señala de sí mismo puede ser peligroso, más aún si se trata de un NNA, con un cerebro y relaciones afectivas aún inmaduras. No se trata de esperar que un profesional de salud mental contradiga lo que su paciente le dice, sino, en cambio, que le ayude a investigar qué hay detrás de lo que dice, cuál es su problema de fondo.
Séptima objeción: los tratamientos médicos y quirúrgicos tienen problemas
La psicóloga que hizo la charla señaló que existen dos tipos de tratamientos hormonales. Uno de ellos, los bloqueadores de pubertad, que serían completamente reversibles. Lo que no contó es que la terapia hormonal tiene una serie de efectos secundarios. Al respecto, se ha descrito que esos bloqueadores pueden tener efectos secundarios de corto y largo plazo (8. 9) y es por esto que se han prohibido en países como Finlandia (10), Suecia (11) y se prescriben con mucha cautela en Francia (12). Lo que tampoco mencionó la expositora es que actualmente la FDA (Food and Drug Administration) sólo aprueba el uso de los bloqueadores de pubertad en tratamientos de pubertad precoz, endometriosis, fibrosis uterina y ciertos tipos de cáncer. La FDA no ha aprobado el uso de bloqueadores de pubertad para su uso en los NNA que sufren disforia de género.
Tampoco son reversibles. De hecho, casi la totalidad de NNA que inician ese tratamiento, pasan a un esquema hormonal definitivo de hormonas cruzadas o cirugías (13). Tampoco se hizo referencia a los efectos secundarios de las múltiples cirugías que ofrece este creciente mercado. Este es un tema aparte, pero mejor no entrar en detalles, para no alargar esta carta.
En lo que sí puso hincapié la psicóloga es en el riesgo de suicidio. Según dice, los padres deberían seguir los pasos de aquello que los hijos van viviendo y pidiendo. Si bien es cierto se han presentado evidencias a este respecto, también es cierto que han sido fuertemente discutidas (14, 15). De hecho, lo que se ha visto es que el riesgo de suicidio podría verse asociado a otras variables presentes en la historia de jóvenes que cuestionan su género, como abuso sexual, depresión o autismo.
Octava objeción: en la transición, no todo es gloria
Existen diversos autores que han observado que, el proceso de transición puede efectivamente acompañarse, en algunos períodos, de cierto alivio e incluso euforia, luego de determinados hitos que van marcando la adopción de un nuevo género. Sin embargo, a la larga, el malestar y la disforia tienden a persistir.
El creciente número de detransicionadores dan cuenta de esto, quienes luego de un largo recorrido y con daños graves y cambios irreversibles, se han arrepentido de su proceso. Sobreviene una honda depresión, comprensiblemente con riesgo de suicidio. En esta condición, las personas se sienten doble o triplemente marginados. Sus testimonios no son nada de espectaculares, como los de aquellos jóvenes que inician su transición. Cuando hablan, señalan que, siendo muy jóvenes entraron a una especie de secta y que siempre estuvieron “seguros” de lo que querían… solo que ya dejaron de estar tan “seguros”.
COMENTARIOS Y SUGERENCIAS FINALES
Colegio y su responsabilidad
Un aspecto muy importante de los centros escolares consiste en que tanto profesores como junta escolar y alumnos desarrollen una visión crítica de la sociedad y la cultura, con particular preocupación por los que sufren y se ven atravesando dificultades, incluyendo aquellos que se encuentran en las periferias existenciales.
Adicionalmente, el centro escolar se propone tener un rol preponderante dentro de la educación afectiva y sexual de los alumnos. Se trata de un objetivo que atraviesa todas las etapas del desarrollo escolar. Y al entrar en estas materias, el colegio tiene una gran responsabilidad con los mensajes que se transmiten. Así, parece muy importante sostener una profunda reflexión sobre estas materias.
Construcción de identidad
En el pasado, cuando los actuales miembros de la junta escolar fuimos niños, se podía salir de las casas, no había tantos peligros como hoy en día. La construcción de la identidad, desde la temprana infancia, se jugaba con pares, al aire libre, en las plazas y en las calles. Había bicicletas, patines, deportes, amores incipientes, travesuras, tantas cosas. Desde muy jovencitos, los niños cogían el bus o se iban caminando al colegio. Existían los amigos del barrio.
En cambio, esta generación de NNA creció baja el modelo de protección ante las amenazas del abuso y la delincuencia. Son niños que han vivido entre su casa y el colegio, muchas veces transportados en auto, por sus propios padres. No tienen amigos de barrio. Cuando llegan a su casa, se relacionan con el mundo a través de las pantallas, particularmente de su móvil. Es ahí donde los NNA se encuentran con unas redes sociales que les abren el mundo a muchas cosas, pero a la vez se lo cierran a otras.
Así las cosas, un NNA actual va poco a poco construyendo su identidad desde la intimidad de su dormitorio. Mucho móvil, poca calle. Esta tendencia llegó hasta el paroxismo durante el confinamiento forzado por la pandemia del COVID.
No sorprenden entonces que, en los tiempos que corren, la identidad de los NNA se haya interiorizado. Ya no son las causas sociales o religiosas que siempre han preocupado a la juventud, ya no es tanto la adhesión a un equipo de fútbol o incluso el gusto por una manera de vestir. Ahora, parece, la identidad se juega se juega en forma importante respondiendo a la sexualidad y al género, entendiendo esto como autoclasificarse dentro de un determinado tipo preestablecido de identidad.
La voz de los NNA
Durante siglos, los NNA no importaban. Los niños no podían hablar en la mesa, se les castigaba físicamente, se les reprimía hasta por escribir con la mano izquierda. Cualquier atisbo de conducta divergente respecto de modelos esperados, era severamente subyugado. Los testimonios de abuso sexual fueron acallados. Fueron tiempos difíciles para los NNA.
Hoy por hoy, los niños y jóvenes tienen más voz y poder. Sus padres los escuchan, sus profesores también. Ante esto, se impone el desafío de cómo escucharlos ¿Atendiendo a todo lo que ellos dicen o piden? ¿Con qué límites? Y aún más ¿con qué consideración por su etapa del desarrollo? Por ejemplo, ¿podrá un niño pequeño decidir cuál es su género, si es que aún le queda tantas cosas por conocer o vivir? Y si un adolescente no tiene autorización legal para cosas tan comunes, como votar en elecciones políticas, sacar licencia de conducir o comprar alcohol en el supermercado, ¿tendrá el suficiente criterio para sopesar las implicaciones de una transición social? ¿estará en condiciones de decidir modificaciones hormonales y quirúrgicas en su cuerpo? Por favor, pensemos bien las cosas. Y pongamos atención, que cuestionarse esto no implica hacer oídos sordos a la voz de los NNA. Más bien, habría que saber de qué manera orientar la escucha adulta de esa voz.
El cuestionamiento del género
Detengámonos un momento, a lo largo de toda la vida puede ser normal y esperable que alguien tenga problemas de autoestima, inconformidad con uno mismo y el propio cuerpo. En particular, un niño puede sentirse incómodo con su pene. Una niña pequeña no se imagina a sí misma vistiendo falda. Más tarde, los adolescentes pueden experimentar desconcierto y molestias ante la emergencia de sus caracteres sexuales secundarios. A los hombres, les puede desagradar tener tanto pelo. Las mujeres, pueden sentir que su menstruación y el crecimiento de sus pechos les coarta la posibilidad de realizar cosas que hombres de la misma edad hacen con mayor libertad. ¿Significa eso que nacieron en un cuerpo equivocado? No.
Por otra parte, durante la niñez y adolescencia, puede ser normal atravesar por fantasías o identificaciones imaginarias con algún aspecto tradicionalmente asociados al otro sexo. Muchas de estas fantasías -transitorias o permanentes- han sido parte de la historia de personas homosexuales, aunque también de heterosexuales. Pero imaginarse algo así no significa que la única conclusión posible es que haya que cuestionarse el género. Y si algún NNA se siente disconforme con su género, tampoco significa que sea esencial y definitivamente trans. Solo significa que no está conforme con su género.
Penetración cultural del modelo afirmativo
Como se ha venido señalando, el modelo afirmativo representa el discurso actualmente dominante. Existen muchas razones que han llevado a que esta postura cale hondo, incluso en medios muy ilustrados. Su estilo es coincidente con la cultura de estos años: acento en buscar el camino de la felicidad individual, dando lugar a la simple aceptación de las identidades sentidas, poniéndose de lado de quienes aparecen como víctimas del maltrato y marginación de la sociedad. También, la amplia acogida del modelo afirmativo se debe a que se transmite a través de mensajes sencillos y de alto impacto (ej, “Trans rights are human rights”).
Además, el discurso afirmativo se ha visto identificado con los valores progresistas de tolerancia, libertad y aceptación de la diversidad y como resultado, cualquier cuestionamiento a la teoría de género tiende a ser asociado con valores punitivos y ultraconservadores. Más aún, el paradigma afirmativo es fácilmente acogido debido a que vivimos en tiempos en que la sociedad se siente culpable de haber marginado a grupos LGB. Por extensión, se anda con cuidado, pues no se querría repetir la historia con quienes no aceptan su género.
Por último, situarse en la vereda afirmativa resulta más natural, sencillo y nada complicado: solo hay que decir “déjenlos ser”. Lo más fácil es darle siempre la razón a un niño o joven. Es una posición que no implica pensar ni tensionarse con nadie. En definitiva, cuando se es afirmativo, uno queda en el lugar de los buenos.
Nada está escrito en piedra
Frente a lo anterior, un desafío importante es detenerse y poder pensar la cultura y las ideas en las cuales estamos inmersos. Hay que plantearse que, ante cambios sociales emergentes, nadie puede arrogarse la posesión de la verdad absoluta. Ni siquiera los “expertos”, ni una incipiente “evidencia”.
Pareciera que vivimos en tiempos que llaman a la prudencia y a tomarse las cosas con calma: hay que leer mucho y pasar todo por un colador. Mejor no tener miedo a replantearse lo que uno percibe. Se necesita buscar otras opiniones, dialogar en pequeños grupos, evitar la polarización en bandos ideológicos. Podría ser bueno ir a buscar el discurso marginal, aquel que surge en los bordes.
No habría que tenerle miedo a dudar sobre un discurso que aparece como solidarizando con las víctimas de los prejuicios de la sociedad. Recordemos que repensar las cosas, de ningún modo te convierte en transfóbico, ni menos ofendamos ni que seamos indiferentes frente al sufrimiento y angustia de los niños y jóvenes. Más bien lo contrario: porque ellos importan, cabría abrir un espacio de reflexión en torno a sus malestares de fondo.
Frente a una verdad oficial afirmativa, hasta la fecha, existen diversos autores que han criticado el modelo imperante (Errasti & Pérez, 2022; Moore & Brunskell-Evans, 2021; Shrier, 2021; Stock, 2022). Su análisis es periodístico o académico, no ideológico. Ninguno de ellos, por ejemplo, sitúa su posición en términos valóricos. Es decir, no se proponen defender órdenes tradicionales por el solo hecho de ser tales. Tengamos presente que tendría sentido conocer autores que discuten esas verdades oficiales. Particularmente, Kathleen Stock es una mujer que plantea sus ideas desde su lugar como filósofa, académica, feminista, lesbiana y disconforme con su género (sí, disconforme con su género, pero sin autodeterminarse un nuevo sexo).
Por favor compartan esta carta, la escribimos para eso. Nosotros, como miembros del consejo escolar, no firmamos este texto, para no personalizar la postura. Pero obviamente estamos dispuestos a seguir conversando con ustedes acerca de éste y otros temas relacionados.
BIBLIOGRAFIA
Errasti, J. & Pérez, J. (2022) “Nadie nace en un cuerpo equivocado”
Moore, M. & Brunskell-Evans, H. (2021) «Inventing transgender children and young
people»
Shrier, A. (2021) «Un daño irreversible»
Stock, K. (2022) “Material girls: por qué la realidad es importante».
1- Frontiers | A Follow-Up Study of Boys With Gender Identity Disorder (frontiersin.org)
6- Child gender identity referrals show huge rise in six years – BBC News
7- Opinion: When it comes to trans youth, we’re in danger of losing our way | Archives | sfexaminer.com
10-Finns Turn against Puberty Blockers for Gender Dysphoria – HBRS
12- National Academy of Medicine in France Advises Caution in Pediatric Gender Transition | SEGM
13- Full article: Puberty Blockers for Children: Can They Consent? (tandfonline.com)
14- for-GID-page-1-The-Myth-About-Suicide-and-Gender-Dysphoric-Children-handout.pdf (acpeds.org)
15- Suicide Facts and Myths – Transgender Trend