Se está alentando a las personas pobres y con discapacidades a elegir la muerte en lugar de «ser una carga» para el Estado.

No hay nada remotamente civilizado en el programa canadiense de asistencia médica para morir (Medical Assistance In Dying, MAID). En Canadá, la muerte asistida se consideraba en un principio como el último recurso para los enfermos terminales que sufrían dolores incurables. Pero en unos pocos años, la eutanasia se ha puesto a disposición de prácticamente cualquier persona que luche contra una enfermedad o una discapacidad. Incluso los canadienses que se enfrentan a la falta de vivienda y a la pobreza se sienten obligados a poner fin a sus vidas, en lugar de «ser una carga» para las autoridades.
Las cosas están a punto de ponerse aún más oscuras. Dentro de unos meses, el 17 de marzo, los canadienses podrán solicitar MAID alegando que padecen una enfermedad mental. Si esta ampliación del programa MAID sigue adelante, cualquier persona que padezca una enfermedad mental grave podrá optar al suicidio asistido o a la eutanasia, aunque no sufra ningún dolor físico. Esto incluiría a los drogadictos o a cualquiera que tenga problemas de abuso de sustancias.
En menos de una década, Canadá ha pasado de legalizar la muerte asistida en las circunstancias más estrictas -para adultos que padecen enfermedades terminales y cuya muerte es inminente- a ofrecer el suicidio como una alternativa a las dificultades de la vida. Es como un cuento con moraleja sobre la profunda inhumanidad, el cruel desprecio por la vida humana, que se desencadena cuando se introduce la muerte asistida por el Estado.
En diciembre de 2015, Quebec se convirtió en la primera provincia canadiense en permitir la eutanasia a enfermos terminales. Otras provincias no tardaron en seguirle. En junio de 2016, el parlamento canadiense aprobó una ley que modificaba el código penal para permitir a adultos con enfermedades terminales acceder a la muerte asistida en todo el país. También se estableció el programa MAID, que ofrece tanto la eutanasia (un médico que pone fin activamente a la vida de un paciente con una inyección letal) como el suicidio asistido (dar al paciente los medios para poner fin a su propia vida).
En aquel momento, MAID se vendió a los canadienses como una cuestión de autonomía. El «derecho a morir» se presentó como un derecho humano fundamental. En 2015, el Tribunal Supremo de Canadá, en el caso Carter contra Canadá, dictaminó que negar a alguien el suicidio asistido o la eutanasia negaba la «igualdad a las personas con discapacidad física». Esencialmente, esta sentencia establecía que las personas tienen derecho a recibir asistencia para suicidarse, o a que se les aplique la eutanasia, siempre que cumplan con ciertos criterios.
Todo esto enmarcaba con éxito la muerte asistida como un acto misericordioso y digno. No es justo, decían sus defensores, que nadie sufra dolores durante las etapas finales de su vida, si la muerte está cerca y es previsible de todos modos. ¿No sería mejor que alguien pusiera fin a su vida en sus propios términos a seguir sufriendo en la agonía durante unos meses más? O al menos ese era el argumento.
Grupos de campaña como Morir Con Dignidad lucharon arduamente por presentar MAID como una cuestión de elección individual. El público canadiense parecía estar de acuerdo. En 2014, poco antes de que se introdujera MAID, el 79 por ciento de los canadienses apoyaba que se ofreciera el suicidio asistido en circunstancias limitadas. Por aquel entonces, se dijo a los canadienses que el suicidio asistido y la eutanasia sólo se ofrecerían a quienes padecieran una enfermedad terminal y les quedara poco tiempo de vida. Pero esas restricciones no tardaron en relajarse.
En 2021, cinco años después de la introducción de MAID, Canadá amplió los criterios de elegibilidad. Aquellos con afecciones físicas graves y crónicas podían optar al programa, incluso si su enfermedad no ponía en peligro su vida. Esto significaba que ya no era necesario que la muerte natural fuera «razonablemente previsible» para optar a MAID. Ahora bastaba con tener una enfermedad de larga duración que hiciera la vida «intolerable». Solicitar el programa MAID se había vuelto mucho más fácil.
En poco tiempo, la gente comenzó a solicitar MAID por razones que poco tenían que ver con la mala salud. Uno de los casos más tristemente célebres fue el de Amir Farsoud, un hombre con discapacidades de 54 años que solicitó MAID en 2022 porque estaba a punto de quedarse sin hogar. Farsoud dijo abietamente que en realidad no quería morir. Simplemente no sabía qué más hacer. Se sentía abandonado por las autoridades. Decidió que prefería estar muerto a ser un sin techo.
La falta de vivienda, o el miedo a no tenerla, no es una de las razones por las que los canadienses pueden solicitar MAID. Todavía no, por lo menos. Farsoud presentó la solicitud citando sus dolores crónicos de espalda. Llegó a recibir una de las dos firmas de médicos requeridas para continuar con el proceso. Afortunadamente, después de una gran cantidad de apoyo público y una oleada de donaciones, decidió que no quería seguir adelante.
Otros no tuvieron tanta suerte. En febrero de 2022, los médicos eutanasiaron a una mujer de 51 años llamada Sophia (nombre ficticio). Sufría de una sensibilidad extrema a los productos químicos domésticos y al humo del tabaco, lo que le hacía la vida insoportable. Debido a sus complejas necesidades, a las autoridades locales les resultaba difícil alojarla. Después de dos años de pedir ayuda en vano, Sophia decidió que MAID era la única solución que le quedaba. Cuatro médicos escribieron a funcionarios del gobierno federal en nombre de Sophia, rogándoles que la ayudaran a encontrar un alojamiento alternativo. Pero sus ruegos cayeron en oídos sordos. En lugar de ayudarla, la mataron.
En un caso similar, Donna Duncan, de 61 años, fue eutanasiada en 2022, tras verse privada del tratamiento que tan desesperadamente necesitaba. Un accidente de coche le provocó una conmoción cerebral particularmente grave. Esto la llevó a meses de deterioro mental y físico. Nunca fue atendida en su clínica local de enfermedades crónicas complejas, debido a una lista de espera de meses. Pero cuando solicitó MAID, se lo aprobaron a los pocos días. Sus hijas sostienen que no tenía capacidad para consentir a la eutanasia.
Historias como estas son alarmantemente frecuentes. Para muchos canadienses enfermos, acceder a MAID es más fácil y barato que recibir el tratamiento o la atención que necesitan. Cada vez son más las personas que solicitan MAID porque no pueden permitirse seguir viviendo, o porque sus familias no pueden permitirse mantenerlas. En 2021, el 35,7% de los pacientes de MAID dijeron que se consideraban una «carga para su familia, sus amigos o sus cuidadores». No se trata de preocupaciones médicas, sino económicas y sociales. En palabras de una mujer anónima con discapacidad: «El MAID, para mí, no es una elección de vida o muerte. Se trata de qué tipo de muerte quiero cuando me quede sin dinero».
Las autoridades canadienses están prácticamente promoviendo la muerte como alternativa más barata y fácil a las dificultades de la vida. Lejos de ser el último recurso para las personas con problemas de salud incurables, la administración suele considerar MAID como el primer puerto de escala. En un ejemplo inquietante, un veterano del ejército llamó al Departamento de Asuntos de Veteranos de Canadá en 2022, en busca de tratamiento para su trastorno de estrés postraumático y una lesión cerebral. En su lugar, le ofrecieron MAID. En otro caso inquietante, Christine Gauthier, atleta paralímpica y veterana, preguntó a las autoridades si podía instalar una silla salvaescaleras en su casa. Recibió una carta en la que le preguntaban si alguna vez había considerado la eutanasia.
Gracias a casos como estos, los defensores de los derechos de las personas con discapacidad se han convertido en los más feroces opositores a las leyes de eutanasia de Canadá. En enero del año pasado, más de 50 organizaciones advirtieron que MAID representaba una amenaza existencial para las personas con discapacidad, devaluando sus vidas y proporcionando al Estado una excusa para desentenderse de sus responsabilidades con los ciudadanos vulnerables. Estos grupos argumentan, con razón, que Canadá debería mejorar los servicios sanitarios para las personas con discapacitad y ayudarlas a llevar una vida digna, en vez de ofrecerles la muerte asistida como «solución».
Lo mismo puede decirse de los enfermos terminales. Sin duda, la prioridad debería ser garantizar la mejor calidad de atención al final de la vida, en lugar de poner fin a la vida de la gente antes de lo necesario. De hecho, es la ausencia de cuidados paliativos decentes lo que empuja a tantos enfermos terminales a buscar la eutanasia en primer lugar.
Con el programa MAID a punto de ampliarse a los enfermos mentales en sólo unos meses, veremos sin duda una nueva oleada de casos espeluznantes. Ya hay personas con enfermedades mentales que se están preparando para solicitarlo. Una mujer, Lisa Pauli, de 47 años, planea solicitar MAID en cuanto cambie la ley, debido a su debilitante anorexia. Lo ha «intentado todo», declaró recientemente a Reuters, y ahora está «demasiado cansada» para continuar.
Mitchell Tremblay, de 40 años, dijo en 2022 que también pensaba recurrir a los servicios de MAID en cuanto cambiara la ley. Ha sido diagnosticado con «ansiedad, alcoholismo, trastornos de personalidad y pensamientos suicidas continuos». No puede trabajar y recibe una exigua ayuda mensual por discapacidad. «Uno sabe lo que vale su vida», dice, «y la mía no vale nada».
Una mujer con una enfermedad mental admitió a CTV News que le aterrorizaba la ampliación. Le preocupa acudir a MAID la próxima vez que tenga pensamientos suicidas. Sus temores no son infundados. En lugar de convencer a las personas suicidas de que no se maten, las autoridades canadienses cada vez les ofrecen más la oportunidad de morir.
La sombría realidad de MAID -y la perspectiva de que se amplíe a más personas- parece haber hecho reflexionar a los canadienses. La ampliación de MAID estaba prevista inicialmente para principios del año pasado, pero se retrasó para darle al sistema de salud más tiempo para prepararse. Mientras tanto, la opinión pública ha dado un giro significativo. En 2023, solo el 30% de los canadienses apoyaba la ampliación del programa a personas con graves dificultades de salud mental.
La expansión de MAID también se enfrenta a la oposición en el Parlamento. Hace unos meses, un diputado conservador presentó un proyecto de ley que, de haber sido aprobado, habría modificado el código penal para excluir explícitamente los trastornos de salud mental de la muerte asistida. El proyecto de ley fue rechazado por sólo 167 a 150 votos.
Por desgracia, las tragedias continuarán ocurriendo mientras la atención a la muerte siga siendo más accesible que la atención a la salud. En 2022, MAID fue responsable de más del cuatro por ciento de todas las muertes en Canadá. Esto supuso un aumento respecto al 3,3% de 2021 y al 2,5% de 2020. En Quebec, un impactante ocho por ciento de todas las muertes en 2022 fueron atribuibles al programa MAID.
Por si todo esto no fuera lo suficientemente espeluznante, sigue habiendo una minoría ruidosa, que incluye médicos y profesionales de la salud de alto nivel, que aboga por expandir aún más los criterios MAID, mucho más allá de los enfermos mentales. Recientemente se han propuesto como posibles candidatos a la eutanasia legalizada a bebés nacidos con discapacidades graves y ancianos «cansados de vivir».
Todo esto va mucho más allá de lo que en un principio se dijo a los canadienses que supondría MAID. Pero las historias de personas sin hogar, pobres, desesperadas y con discapacidades que acceden a una muerte asistida por el Estado, porque es la opción «más fácil», no son más que la sombría y lógica consecuencia de la legalización de la muerte asistida. La muerte asistida socava el valor de la vida. Eleva la muerte como la solución definitiva al sufrimiento. Canadá es una advertencia para el mundo. A esto es a donde nos lleva el «derecho a morir».
4 respuestas
Se trata de una perversión tan enorme del derecho a morir dignamente que no tengo ni palabras para describirlo. Como dice el primer comentario, se trata de EUGENSIA, sin más. Es como un teléfono de la esperanza inverso, en lugar de hacer desistir del suicidio a gente con problemas, el MAID es el último empujón que necesitan para acabar con su vida personas deprimidas o con trastornos físicos o mentales (pero de ningún en estado terminal o abocadas a un próximo estado terminal). Nunca me había imaginado a un «estado moderno» como catalizador del suicidio de su población siguiendo criterios meramente mercantilistas, porque es mucho más barato «ayudar» a morir a quienes así lo soliciten que cubrir o paliar las necesidades especiales con políticas propias del estado del bienestar, que sería lo deseable.
Está claro que la vida ha dejado de ser un bien supremo para convertirse en una salida fácil del estado para acabar con quienes no le resultan útiles. De ahí hay solo un paso a que las personas «sean retiradas» al cumplir x años como sucedía en «Logans’Run» (en ese caso 30 años era el límite de edad), una impactante distopía escrita publicada en 1967 (William F. Nolan y George Clayton Johnson) y llevada al cine en 1976 (Michael Anderson).
Cada vez tengo más claro que la realidad supera a la ficción y que vivimos ya dentro de la distopía.
Estoy totalmente de acuerdo, Avelina. Espero horrorizada a que llegue a España, que llegará, como todo lo woke que sale de los países anglosajones. Y me entristece muchísimo que venga siempre de la supuesta izquierda, que está completamente vendida al mercantilismo de los seres humanos.
Hola, qué artículo más impactante; duele leerlo. La eutanasia como una forma de eugenesia…
Me acuerdo de los artículos de «bjportraits» que nos habla de la pretensión de robarnos nuestra humanidad y también de lo que le he visto en vídeos como este donde se habla de «personas que sobran» https://www.youtube.com/watch?v=ysg51Nsbp8s. El odio a la humanidad impuesto desde las élites.
Muchas gracias por la traducciones.
Está el Reino Unido ardiendo con el tema, los laboristas quieren implantar la misma ley allí, y yo estoy temblando. Y eso que, a priori, el derecho a morir dignamente me parece muy importante, pero cuando se meten los gobiernos, ya no es un derecho, es un negocio.
Leí hoy un hilo que probablemente traduzca, porque explica muy bien mis temores y añade algunos más que ni había pensado.
Gracias por leer y comentar, María, un abrazo.