Llevo mucho tiempo sospechando que algo «no estaba del todo bien» sobre la subrogación, pero al no haber experimentado nunca ni un suspiro de instinto maternal, no me sentía segura para tomar una postura firme en contra. El sábado, cualquier duda que tuviera sobre criticar a la industria de la fertilidad fue derribada y luego enterrada por los ponentes de la conferencia Surrogacy: the Harms and the Humans. Desde feministas lesbianas radicales hasta conservadores y cristianos, una variedad de personas apasionadas y comprometidas articularon el impacto devastador de la subrogación en los niños, las madres, las familias y la sociedad en general.
La conferencia fue organizada por el grupo feminista Object, cuya directora Janice Williams me dijo que considera la subrogación tanto una forma de «explotación sexual» como de «tráfico de niños». Para Williams, el evento fue importante porque «la cobertura de la prensa es muy censurada, glamorizada y unilateral». Es cierto, en los últimos años ha surgido una enorme operación de relaciones públicas para vender la subrogación.
Al igual que con otras innovaciones lideradas por la tecnología que socavan los derechos de las mujeres, el impulso para normalizar la subrogación y la donación de óvulos ha llegado envuelto en un arco iris. La fundadora de Stop Surrogacy Now Lexi Ellingsworth reveló que cuando en el Reino Unido se encargó a la Law Society que realizara una consulta antes de una propuesta de relajación en la ley, se anunció casi exclusivamente en la prensa masculina gay. Aquellas que (literalmente) tendrán que cargar con el cambio legal fueron ignoradas, y en su lugar la subrogación fue calificada por la Comisión de Ley como un asunto principalmente sobre el «derecho» de los hombres homosexuales a «formar familias».
Después de la conferencia, Ellingsworth me dijo:
«Al igual que con la reciente propuesta de reforma de la Ley de Reconocimiento de Género, parece que las voces de las mujeres no están en el proyecto de la consulta pública. Todos somos partes interesadas en nuestras leyes y el proceso de reforma no debe limitarse a aquellos que se benefician, como las agencias de subrogación, los abogados de familia y las clínicas de fertilidad … Llevan mucho tiempo metiéndonos la idea en la cabeza de que la ley de subrogación es anticuada, obsoleta y no se ajusta a la vida moderna. He visto este mismo mensaje de los medios de comunicación en otros países proponiendo la misma reforma de las mismas leyes».
Y es cierto que las leyes que legalizan la gestación subrogada, tanto las llamadas «altruistas» como las comerciales, se están introduciendo en todo el mundo. En cada caso, el mensaje es el mismo: que parir a un niño para las personas que quieren desesperadamente ser padres es el supremo acto desinteresado, y aquellos que se oponen al cambio son atrasados e intolerantes. Poderosos guiones patriarcales que recuerdan a las mujeres que es nuestro deber ser abnegadas han sido utilizados como armas para estos fines.
Esto fue parte de lo que persuadió a Kelly, una mujer con antecedentes de trauma que vivía en la pobreza, a tomar la decisión de firmar un contrato y convertirse en madre subrogada. En la película Big Fertility, producida por Jennifer Lahl, fundadora y presidenta de The Center for Bioethics and Culture Network, Kelly recuerda:
«La señora del teléfono me convenció. Me dijo que era una pareja casada increíble y que la gente no quería ayudarlos porque eran homosexuales … me pareció que la agencia me estaba haciendo sentir culpable».
Kelly dio a luz a cinco bebés, y a todos se los quitaron justo después del nacimiento; desarrolló preeclampsia y casi se muere después de dar a luz a gemelos. Los «padres encargantes» estaban furiosos ya que habían pagado extra para que se implantara un embrión de cada sexo en el útero de Kelly. Los dos bebés prematuros pero sanos fueron considerados un producto defectuoso.
Al igual que con la industria del sexo, la pobreza, el trauma y la disociación corporal caracterizan las historias de quienes se convierten en madres subrogadas. Y al igual que con la prostitución, las mujeres que aceptan permitir que sus cuerpos sean utilizados a menudo se encuentran controladas, se enfrentan a una pérdida de ingresos si se niegan a cumplir con los contratos que pueden estipular cómo dar a luz y qué comer. En el comercio de bebés, las astutas agencias con nombres llenos de esperanza, como «Brilliant Beginnings» («Comienzos Brillantes»), «Creative Family Connections» («Relaciones Familiares Creativas») y «Growing Families» («Familias Cada Vez Más Numerosas») toman el papel de proxeneta.
Y el mercado de la gestación subrogada está creciendo. Es un hecho que los cientos de miles de personas que entran en las clínicas de identidad de género, salen infértiles. Han sido identificados como un mercado potencial por la industria de la fertilidad; de hecho, el «niño trans» más famoso del mundo, Jazz Jennings, un niño cuya transición fue televisada, ha sugerido que su hermana podría actuar como subrogada.
En el Reino Unido, el lobby trans está presionando para que el NHS (Servicio Nacional de Salud en sus siglas inglesas) almacene esperma y óvulos antes de mutiladores tratamientos hormonales y quirúrgicos que dejan a las personas infértiles. Mermaids, una polémica organización benéfica del Reino Unido que presiona por una intervención médica temprana para tratar a los niños con disforia de género, ha comenzado a abogar por un cambio en la ley sobre la subrogación. El benefactor de Mermaids, Jake Graf, y la asesora de Stonewall, Hannah Graf, una pareja casada que se identifican como «trans», fueron los protagonistas de un documental llamado «Nuestro Bebé; un milagro moderno» sobre su uso del cuerpo de una mujer para crear un niño. La película fue anunciada como «un viaje desde los prejuicios y la subrogación hasta un nacimiento». La industria de la gestación subrogada no solo convierte a las madres en fábricas, sino que convierte a los niños en productos; accesorios caros para equipar los cuartos de los niños y cumplir las fantasías de compradores ricos como los Grafs.
Hay una tentación dentro del activismo feminista radical actual de referirse a los asuntos que vienen como «el próximo trans» o «la próxima industria del sexo». Pero la verdad es que todos los intentos de reducir la humanidad de las mujeres se superponen; después de todo, todos tienen su origen en la misoginia. Ya sean consideradas «agujeros» como en la prostitución y la pornografía o «portadoras gestacionales» en la subrogación, el propósito es recordarnos a las mujeres nuestro deber.
No os equivoquéis, la industria de la fertilidad es grande, poderosa y tiene relaciones públicas seductoras. Al igual que con la industria del sexo, se les ha puesto una diana y un precio a las espaldas de nuestras hijas. Pero a nivel humano, cada uno de nosotros sabe que está mal separar a los bebés de sus madres, y que los seres humanos no deberían ni comprarse ni venderse.
Los ponentes de la conferencia del sábado se aferraron a esta verdad; tenían diferentes posiciones ideológicas, pero cada uno de ellos rechazó la idea de que la vida se puede comprar. Porque hacer lo contrario no solo reduce a las madres subrogadas a ganado de cría, sino que nos despoja a todos de humanidad.
Un comentario
Muy buen artículo. Ojalá lo lea mucha gente que va de "buenista" pensando que esto se hace para ayudar.