Una enfermedad mental transitoria es una enfermedad mental que surge en un momento particular, en un lugar particular y luego se desvanece. Según Ian Hacking, requiere un nicho ecológico de factores culturales en los que prosperar.
En su libro, Mad Travelers, Hacking analiza la epidemia de fuga de finales de 1880, desencadenada por Albert Dadas, de Burdeos, y su médico, Phillippe Tissier. Albert realizaba expediciones extraordinarias en estado de trance hasta lugares tan lejanos como Argelia y Moscú.
En 1887, Tissier, entonces estudiante de medicina, escribió su tesis sobre Dadas y la fuga se convirtió en un tipo de locura diagnosticable. Esto desencadenó una pequeña epidemia de viajeros locos con Burdeos en su epicentro. Pronto se extendió por Francia, Italia, Alemania y hasta Rusia.
Su nicho ecológico fue la era del turismo. Antes de esto, viajar había sido el dominio exclusivo de los ricos, pero ahora el turismo de masas se estaba volviendo popular y había turistas por todas partes. Los viajes eran un tema popular en la literatura de la época, y se les daba a las expediciones largas una connotación romántica.
Tissier llamó a esta fuga, turismo patológico. Las enfermedades mentales transitorias suelen afectar a un grupo demográfico, y este afectó a los hombres jóvenes más pobres, que no eran lo suficientemente ricos para viajar pero tenían la educación suficiente para soñar con viajar, para sentirse atrapados en su vida cotidiana, anhelando escapar.
Para que tal enfermedad se desarrolle, el mundo médico debe darle legitimidad, como hizo Tissier, y para que se propague, debe ser observable. Se podía ver a fuguistas por los caminos e incluso llevaban documentos que acreditaban su diagnóstico, para que no los confundieran con vagabundos y los arrestaran.
El último factor cultural descrito por Hacking es el de la liberación. La enfermedad, a pesar del dolor que causa, debe proporcionar una liberación que no está disponible en ningún otro lugar. La fuga liberaba a estos hombres de la monotonía de sus vidas, un escape para hombres tan cerca de ser libres, pero atrapados e impotentes.
En este momento, otra enfermedad mental transitoria se está extendiendo por la sociedad, y el nicho en el que se desarrolla no podría ser más perfecto. El movimiento por los derechos de las personas trans creó las condiciones ideales para una epidemia de jóvenes que sufrían disforia de género y se creían trans.
En la segunda década del siglo XXI, los jóvenes comenzaron a ser bombardeados con mensajes sobre los derechos de las personas trans. Las escuelas comenzaron a enseñarles a los niños la mentira de que pueden elegir ser niños o niñas, y de repente los «niños trans» estaban por todos lados en los medios de comunicación.
El mundo médico legitimó con entusiasmo esta nueva enfermedad que afectaba a los jóvenes, y las asociaciones médicas proclamaron que el tratamiento era la afirmación y la transición médica a pesar de que no había la más mínima evidencia que respaldara este enfoque. Todas clínicas de género en todas partes siguieron ciegamente su ejemplo.
Internet hace que esta enfermedad sea muy observable, y hay jóvenes trans influencers que aparecen por todos lados ensalzando el gozo de la transición. Los jóvenes señalan su estatus trans a través de pronombres y marcadores de identidad en sus biografías en las redes sociales, lo que hace que el contagio se propague como la pólvora.
Para las niñas, el diagnóstico brinda una liberación de la feminidad, de la pubertad, de la mirada masculina y de las expectativas aterradoras que se les imponen en la era de la pornografía en línea. Es la respuesta a su pobre imagen corporal, un escape de los estándares de belleza que no pueden cumplir.
Para muchos chicos, los libera de la intolerancia de su feminidad, la presión de ajustarse a los estereotipos y de una sociedad homofóbica que no puede aceptar su inconformidad de género. Para ambos, proporciona una liberación de la culpa del opresor, de ser una persona blanca cis malvada.
Según Hacking, tales trastornos deberían desaparecer si se destruye su hábitat. La fuga sólo duró 22 años. La sociedad siguió adelante, y como se creía que era una forma de histeria masculina, cuando desapareció la fascinación del mundo médico por la histeria, también desapareció la fuga.
Este trastorno actual también desaparecerá algún día, probablemente enterrado en una avalancha de denuncias por negligencia. Pero a diferencia de los fuguistas, los jóvenes atrapados en esta epidemia tendrán cicatrices físicas para siempre porque ciertos médicos criminales piensan que la carnicería es el remedio para este trastorno transitorio.