Venga, que levanten la mano los que predijisteis que cuando llegara el Gran Hermano, vendría con faldas, y que llevaría al que se negara a depilar sus huevos femeninos ante un tribunal de derechos humanos y gritaría «¡Es Señora!»
No, George, no seas caradura y baja la mano. Ya sabemos que escribiste: «La guerra es paz. La libertad es esclavitud. La ignorancia es fuerza». Y que también escribiste: «Es algo hermoso, la destrucción de las palabras». Y «Doblepensar significa el poder mantener dos creencias contradictorias en la mente de uno simultáneamente, y aceptarlas a ambas». También escribiste esto:
«El Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra, el Ministerio de la Verdad de la mentira, el Ministerio del Amor de la tortura y el Ministerio de la Abundancia del hambre. Estas contradicciones no son accidentales, ni son el resultado de la hipocresía ordinaria: son ejercicios deliberados de doblepensar».
Sabemos que predijiste tonterías posmodernas: «La realidad existe en la mente humana, y en ningún otro lugar». Y también sabemos que uno de tus personajes le dijo a otro:
«¿Cómo puedo evitarlo? ¿Cómo puedo evitar ver lo que tengo ante mis ojos? Dos y dos son cuatro».
Un representante de Gran Hermano respondió:
«A veces, Winston. A veces son cinco. A veces son tres. A veces son todos a la vez. Debes esforzarte más. No es fácil volverse cuerdo».
También nos mostraste la salida de esta loca «cordura»:
«Pertenecer a una minoría, incluso a una minoría de uno, no te volvió loco. Había verdad y había falsedad, y si te aferrabas a la verdad incluso contra el mundo entero, no estabas loco».
Pero también escribiste: «Si quieres una imagen del futuro, imagina una bota pisoteando un rostro humano, para siempre». Dijiste una bota. No dijiste unos Christian Louboutin Hot Chick Patent Leather Pump del 46 pisoteando un rostro humano, para siempre. Tú, que predijiste que el Gran Hermano nos obligaría a decir dos más dos son cinco y a decir que la guerra es paz y a decir que siempre hemos estado en guerra con Estasia, no predijiste del todo que también tendríamos que decir que el Gran Hermano siempre ha sido la Gran Hermana, que el pene puede ser un órgano femenino (y siempre ha sido, cuando su dueño lo decide, un órgano femenino), y que los hombres pueden dar a luz. Pero no predijiste que «las mujeres trans son mujeres» sería el juramento de fidelidad, la promesa de lealtad, que todos tendríamos que jurar, con las manos sobre nuestros pechos no binarios.
El Gran Hermano, ejem, la Gran Hermana, ha vuelto a atacar.
Durante 15 años, la mayoría de los 20 libros de Derrick Jensen fueron publicados por una editorial. Nunca intentaron censurarlo, ni siquiera cuando escribió que a los salmones les gustaría que nos deshiciéramos de los embalses, que la tierra agradecería el fin de la civilización. Nada de eso supuso un problema.
Pero en 2013 escribió un libro sobre una guerra declarada por el alma del anarquismo. Por un lado están los que entienden que los gobiernos cuidan más a los ricos que a los pobres. En el otro lado están los anarquistas que creen que todas las restricciones sociales son inherentemente opresivas y deben ser destruidas. Esto último conduce a horrores como el apoyo a la pederastia. Se dedicó un capítulo entero del libro a la crónica del apoyo de los teóricos queer a la pederastia.
El editor tuvo el libro durante cinco años. Derrick seguía preguntándole si estaba seguro de que lo quería. El editor seguía diciendo que sí. En 2018, Derrick finalmente firmó un contrato. El libro estaba en el catálogo para su lanzamiento en noviembre. En agosto, la editorial retiró el libro. ¿Por qué? Porque el capítulo sobre el apoyo de la teoría queer a la pederastia era, dijo el editor, «odiante». Comparó la seria revelación de Derrick de los teóricos que promueven la violación de menores con el antisemitismo y el racismo. También escribió: «No estoy diciendo que no sea verdad, que no haya algo de verdad, alguna verdad importante, en las cosas que estás diciendo. La gente siempre usa la verdad cuando ataca cosas, pero eso no significa que no sea un mal uso de la verdad».
Si no podemos atacar el abuso de menores, ¿qué considera la izquierda digno de defensa? Y si no podemos usar la verdad como un medio de crítica, ¿qué recomendarían en su lugar? Este es un momento vertiginoso: la brújula moral de los movimientos en los que una vez creímos está ahora en una caída libre salvaje.
La teoría queer se basa en la noción posmoderna de que no hay una realidad física, sino sólo las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre esta realidad. Es por eso que Allen Ginsberg puede escribir: «No hace falta que los niños y niñas prepúberes sean protegidos de hombres grandes y peludos como tú y yo, se acostumbrarán a que les hagamos el amor en dos días una vez que los adultos controladores dejen de hacer esos RUIDOS histéricos que hacen que todo lo sexy suene a violación». Es decir, no es la violación infantil lo que daña a la infancia, sino los «RUIDOS histéricos» hechos por aquellos de nosotros que nos oponemos a la violación infantil lo que daña a la infancia. Es por lo que Judith Butler puede argumentar que «es probable que haya formas de incesto que no son necesariamente traumáticas o que adquieren su carácter traumático en virtud de la conciencia de vergüenza social que producen». También es la razón por la que quienes se identifican como transgénero pueden argumentar que su identificación triunfa sobre los hechos biológicos.
Como los posmodernos han teorizado hasta echar el derecho material de la realidad, ahora no pueden defender sus posiciones, como tampoco el Gran Hermano podría defender la noción de que dos más dos es igual a tres o cinco o lo que Él te diga. Como dice el filósofo Daniel Dennet:
«El posmodernismo, la escuela de ‘pensamiento’ que proclamaba ‘No hay verdades, sólo interpretaciones’, se ha agotado en el absurdo, pero ha dejado tras de sí una generación de académicos de humanidades discapacitados por su desconfianza en la idea misma de la verdad y su falta de respeto por la evidencia, conformándose con ‘conversaciones’ en las que nadie está equivocado y nada puede ser confirmado, solo afirmado con mucho estilo».
Debido a todo esto, ahora hay una prueba de fuego en el mundo académico y editorial, y cada vez más en la cultura en general donde, si no estás de acuerdo con el posmodernismo, la teoría queer o la ideología transgénero, no se te permite hablar, se te considera «odiante» y se te llama intolerante. Puedes perder el trabajo. Te van a silenciar en los debates y los medios. Tu editor no va a negar (porque no puede) que estás diciendo la verdad, pero dirá que tu libro hace un «mal uso de la verdad» y perderás el contrato para publicarlo. Esto se debe a que la única forma en que los posmodernistas pueden ganar sus argumentos es no dejando hablar a la otra parte.
Sí, George, ya te vemos la mano levantada; y el «mal uso de la verdad» no tiene más sentido para nosotros que para ti; y sí, sabemos que quisieras que se te hubiera ocurrido a ti esa frase para usarla en 1984; y sí, todavía puedes llamarlo orwelliano; especialmente porque sí, sabemos que predijiste todo esto en Rebelión en la Granja, donde todos los animales son creados iguales, excepto los cerdos, que son más iguales que los demás. Todas las narrativas son creadas iguales, excepto la teoría queer, que es la única narrativa que puede haber.
Así que, incita a volar embalses, no pasa nada. Pero señala que los teóricos queer han promovido la pederastia, y que los hombres que se llaman a sí mismos «transgénero» siguen siendo hombres, y de repente eres tóxico.
Los autores de este artículo han escrito un libro llamado Bright Green Lies (Mentiras Verdes Brillantes), que no trata en absoluto sobre temas queer o transgénero, sino sobre cómo la energía eólica y solar no detendrán el asesinato del planeta. Nuestros editores anteriores se negaron a leerlo. Ofrecimos el libro a otros y una editorial nos ofreció un contrato. Menos de una semana después recibimos el correo electrónico que sabíamos que iba a llegar, el que exigía que explicáramos nuestra «transfobia». El editor ni siquiera se molestó en esperar nuestra respuesta antes de enviar el siguiente correo electrónico: el que anulaba el contrato.
Derrick ha hecho los cálculos, y de los literalmente millones de palabras que ha publicado, solo el 0,14 por ciento (sí, cero coma 14 por ciento) de esas palabras tienen que ver con la ideología transgénero: dos ensayos cortos, sólo escritos después de que unas compañeras empezaran a recibir una serie de amenazas de violación y muerte por querer dormir, bañarse, reunirse y organizarse libres de la presencia de hombres. La demanda de lealtad sectaria por parte de la Gran Hermana es tan rígida que estar de acuerdo un 99,86 por ciento no es suficiente.
Respondimos a la editorial, explicando la postura feminista: que los mamíferos no pueden cambiar de sexo, que las mujeres tienen derecho a espacios sólo para mujeres, que la ideología transgénero es reaccionaria y que los editores debrían considerar la defensa de la libertad de expresión como un deber sagrado. [Nuestra respuesta por correo electrónico está publicada en su totalidad en derrickjensen.org.]
Como era de esperar, recibimos una respuesta, escrita tan rápido como para haber hecho inviable incluso una reflexión superficial, que no abordaba ninguna de las cuestiones que planteamos, y mucho menos respondía a ninguna de las preguntas que hicimos.
Porque, por supuesto, el editor no podía hacerlo.
El problema es que, en el fondo, nadie cree realmente que dos más dos sea igual a tres o cinco; que la guerra sea paz; que no haya realidad fuera de la mente humana; que las historias que nos contamos a nosotros mismos triunfen sobre la realidad; que la violación infantil sólo sea dañina porque nuestra narrativa cultural nos dice que la violación infantil es dañina; o que los humanos (o cualquier otro mamífero) puedan cambiar de sexo.
Estas ideas se nos pueden inculcar, inculcar viene de una raíz que significa estampar con el talón, presumiblemente en este caso con unos Christian Louboutin Hot Chick Patent Leather Pump del 46, de modo que aprendamos a repetirlas como loros; y podemos aprender que si no repetimos como loros que dos más dos son cinco, seremos castigados. Si se ejerce suficiente presión, podemos llegar a olvidar cómo pensar. Puede que ya no seamos capaces del pensamiento crítico necesario para ver a través de estas mentiras, momento en el que estaremos capacitados para recibir nuestro doctorado en estudios de género.
Las mentiras son difíciles de mantener, por lo que deben repetirse incesantemente, o empezarán a perder su poder. Y aún más importante, la verdad nunca debe ser dicha, porque si suficientes personas dicen la verdad, las mentiras se mostrarán como lo que son.
En The Politics of Experience, el psiquiatra R.D. Laing describe cómo una persona puede controlar la percepción de la realidad de otra. Si Jack consigue olvidar algo, de poco le servirá si Jill continúa recordándoselo. Él debe persuadirla de que pare de hacerlo. La forma más segura sería no sólo que se callara, sino inducirla a olvidarse también. Laing escribe:
«Jack puede actuar sobre Jill de muchas maneras. Puede hacerla sentirse culpable por seguir ‘sacando el tema’. Puede invalidar su experiencia. Esto puede hacerse de forma más o menos radical. Puede indicar simplemente que no tiene importancia o que es trivial, aunque sea importante y significativo para ella. Yendo más lejos, puede desplazar la modalidad de su experiencia de la memoria a la imaginación: «Todo está en tu imaginación». Y aún más lejos, puede invalidar el contenido. «Nunca sucedió de esa manera». Por último, puede invalidar no sólo el significado, la modalidad y el contenido, sino su misma capacidad de recordar, e incluso hacerla sentir culpable por ello.
Esto no es raro. La gente se hace cosas así todo el tiempo. Sin embargo, para que tal invalidación transpersonal funcione, es aconsejable recubrirla con una gruesa pátina de mistificación. Por ejemplo, negando que esto es lo que uno está haciendo, e invalidando aún más cualquier percepción de que se está haciendo, mediante adscripciones como «¿Cómo puedes pensar tal cosa?» ‘Debes ser paranoico’. Y así sucesivamente».
Cuando la invalidación, el menoscabo y la culpa no son suficientes para callar a Jill, Jack también puede llamarla intolerante, hacer que nadie la escuche, que anulen los contratos de sus libros, que la echen de espacios públicos como bares y marchas del Orgullo, y darle puñetazos. La Gran Hermana puede hacer todo lo posible para destruir su carrera. La Gran Hermana puede amenazarla con violarla y asesinarla. La Gran Hermana puede amenazar y cometer otros actos de violencia, como clavar una rata muerta en la puerta de un refugio para mujeres víctimas de violación. En Canadá, el Reino Unido y algunos otros lugares, puede amenazarla con denunciarla a la policía y llevarla a juicio. Incluso puede asesinarla a ella, a su pareja lesbiana y al hijo de ambas.
En la última semana, hemos oído personalmente acerca de:
– Una abogada de una importante ONG que fue despedida, no por incompetencia, ya que acababa de ganar un caso importante, sino porque se niega a decir que un hombre puede ser una mujer;
– Un hombre que fue expulsado de Twitter por decir que un hombre que se identifica como transgénero sigue siendo un hombre, al tiempo que uno de los presentadores de noticias más famosos de su país tuiteó que debería ser despedido y no volver a encontrar otro trabajo;
– Una mujer que está aterrorizada de decir las palabras «una mujer es una hembra humana adulta» por miedo a perder su trabajo;
– Una profesora universitaria que está siendo acosada para que deje su trabajo porque se niega a decir que los hombres pueden convertirse en mujeres;
– Una amiga que recibió una llamada telefónica tras otra de un hombre que se identifica como transgénero, amenazando con matarla a ella y a su familia y recitando su dirección; y;
– Un colega cuyos hijos van a una escuela donde todos, absolutamente todos los baños estará ahora abierto a todo el mundo, no quedará uno solo donde las niñas puedan ocuparse de sus funciones corporales privadas sin la presencia de niños.
Se nos dice que nada de esto está sucediendo, y dado que los principales medios de comunicación se niegan a informar sobre ello, nadie nos cree. La guerra con Estasia está yendo muy bien; mientras tanto, la guerra con Transasia es invisible, inmencionable.
Ya es hora de hablar de ello. La única forma en que esto se detendrá es si nosotros lo detenemos. Tiene que ser un esfuerzo conjunto, y comienza con hablar de ello. No en grupos cerrados de Facebook. No en mensajes privados en voz baja como: «Eres tan valiente, ojalá yo pudiera …» ¿De verdad crees que «podemos«, más que nadie? Nuestra capacidad para hacer nuestro trabajo, pagar nuestras facturas y aparecer en público ha sido destruida. Nunca estuvimos a salvo del castigo. Y aún así nos arriesgamos.
Porque nadie viene al rescate. Hace tiempo que la izquierda abandonó a las mujeres a la prostitución, la pornografía y a todos los fetiches que los hombres crean para sí mismos. Mientras tanto, la oposición de la derecha a la ideología transgénero es suave en el mejor de los casos, y viene envuelta en misoginia. Solo nos tenemos a nosotros.
Habla mientras puedas. Y por «hablar», queremos decir en voz alta, en público. Habla con tus vecinos, la escuela de tus hijos, tu asociación profesional, tus representantes electos, especialmente tus representantes electos. Testifica ante todos los órganos de gobierno que te escuchen, desde tu junta escolar local hasta los comités del Senado. No te van a invitar, tendrás que ir tú a ellos. Tienes derecho a dirigir tus quejas a tu gobierno. Haz suficiente ruido para que la prensa tenga que cubrirlo. Interrumpe si es necesario. Antes sabíamos cómo hacer eso, como movimiento. Ahora contenemos la respiración y esperamos que el ojo de la Gran Hermana no nos descubra.
Es hora de recordar, antes de que nos olvidemos por completo. La izquierda y los valores que antes defendían se están erosionando ante un impulso autoritario que deberíamos haber aprendido a rechazar firmemente en el siglo pasado, y sin embargo, aquí estamos.
Levántate y lucha. Lucha por la realidad, porque dos más dos son cuatro y es degradante para la dignidad humana verse obligado a someterse a falsedades. Lucha por las mujeres, porque tenemos derecho a nuestro propio movimiento de liberación y a poner nuestros límites. Lucha por la infancia, especialmente por las niñas lesbianas y los niños gays, que están siendo esterilizados y a los que se les niega su futura función sexual. Lucha por una izquierda que crea en la democracia y en todas sus condiciones necesarias, desde la sanidad gratuita hasta la libertad de expresión. Lucha contra todo impulso autoritario, que siempre brota del sadismo sexual y nunca acaba bien para las mujeres. Pero lucha. Encuentra tu coraje, encuentra a tus camaradas, encuentra tu voz y lucha.
Derrick Jensen es autor de 27 libros sobre la destrucción del planeta, la violencia machista y la resistencia política.
Lierre Keith ha sido una feminista radical durante 39 años y es autora de seis libros.
Max Wilbert es un escritor y organizador comunitario que vive en el territorio Kalapuya ocupado (oeste de Oregón).