Un hombre acusado de 72 delitos relacionados con agresión sexual infantil ha sido puesto en libertad bajo fianza a la espera del juicio. Según los informes, el tribunal se negó a mandar al hombre a una cárcel masculina debido a su identidad transgénero.
El hombre de 27 años de Sydney, cuyo nombre aún no ha sido revelado a los medios, ha sido acusado de incesto, agresión, intento de asfixia, agresión sexual y abusos deshonestos presuntamente cometidos contra sus dos hermanas pequeñas.
El miércoles, el Tribunal de Menores del Australian Capital Territory (ACT) en Canberra escuchó que el acusado abusó de las dos niñas, de entre 5 y 12 años, durante siete años, desde 2006 hasta 2013, y no paró hasta que el padre se enfrentó a él y se fue de casa.
Según ha informado ABC News, la fiscalía dijo al tribunal que el acusado agarró a las niñas por el cuello hasta casi asfixiarlas e incluso metió la cabeza de una de ellas bajo el agua para intimidarla para que no hablara del abuso sexual. El tribunal también escuchó que el hombre amenazó con hacer daño a las mascotas de la familia.
Los fiscales dijeron que al acusado no se le debe otorgar la libertad bajo fianza debido al riesgo de que pueda tratar de intimidar a las víctimas e interferir con la evidencia del caso. Sin embargo, el abogado del hombre argumentó que debía ser puesto en libertad a la espera del juicio basándose en que no se había acercado recientemente a la familia.
La jueza Jane Campbell aceptó poner en libertad al hombre, a pesar de reconocer que sabía que había utilizado la violencia para silenciar a las niñas en el pasado.
«[Él] ha estado avisado desde que se presentó la acusación en 2013″, dijo Campbell justificando la liberación, y » no ha tenido contacto con la familia desde ese momento». Se utilizaron pronombres femeninos durante la audiencia para referirse al acusado.
El tribunal sopesó la mejor manera de cuidar de la salud del acusado, y expresó su preocupación de que fuera recluido en el Centro Alexander Maconochie (AMC), una instalación en Canberra para presos varones.
La jueza Campbell dijo que mandarlo a una cárcel para hombres no sería adecuado.
«Para mi gran asombro, me dicen que lo internarían en la sección masculina de AMC y eso claramente no sería conforme al interés superior de una persona que se identifica como mujer», dijo Campbell.
La próxima audiencia en el caso está programada para noviembre.
Si es declarado culpable, es probable que el hombre sea encarcelado en un centro penitenciario para mujeres, de acuerdo con las políticas de identidad de género que se están implementando en todo el país.
La legislación promulgada por el ACT establece explícitamente que «la autoidentificación como miembro de un sexo que no sea el género de nacimiento de una persona es el único criterio para el reconocimiento como transgénero», y que la «ubicación de prisioneros transgénero se basará en el género con el que se identifica el prisionero».
El mes pasado, las reclusas del centro penitenciario para mujeres más grande de Australia en Victoria lanzaron una petición para que quitaran a un delincuente sexual masculino identificado como trans de su módulo por temores por su propia seguridad.
Las mujeres en el Centro Penitenciario Dame Phyllis Frost dijeron al Herald Sun que un delincuente masculino transidentificado condenado por delitos sexuales contra mujeres y niños fue trasladado a su módulo el 5 de julio.
En la petición se podía leer que «el bienestar mental de muchas de las mujeres se vio gravemente comprometido» al enterarse de que presos varones iban a ser transferidos al centro penitenciario. «Nos sentimos amenazadas, inseguras, angustiadas y traumatizadas con la situación actual».
La investigación puesta de relieve por Women’s Forum Australia ilustra cómo las reclusas son miembros particularmente vulnerables de la sociedad. Es más probable que tengan antecedentes de abuso físico y sexual que los prisioneros varones, y es más probable que tengan problemas de salud mental. Según una investigación proporcionada por el Instituto Australiano de Salud y Bienestar, casi 1 de cada 3 reclusas tiene un historial de autolesiones.