Cómo financian el movimiento transgénero los activistas ultrarricos
El auge del transgenerismo no es simplemente un tsunami social espontáneo que se produjo de forma orgánica. Un puñado de activistas muy ricos ha financiado y alimentado el movimiento y ha intentado convertirlo en la corriente dominante. He rastreado el flujo de dinero a través de registros públicos, archivos de fundaciones y organizaciones benéficas, e informes de otros periodistas, como Jennifer Bilek.
Esto es sólo un vistazo rápido de una historia mucho más amplia.
Muchos de los contribuyentes más ricos eran donantes importantes de organizaciones LGB mucho antes de que se añadiera la T. A menos que una subvención se destine a cuestiones trans, a veces es difícil determinar qué parte de una donación a una organización como The Human Rights Campaign (La Campaña por los Derechos Humanos, HRC), puede acabar en asuntos transgénero.
En la última década, han surgido cientos de nuevas organizaciones benéficas y de defensa de cuestiones transgénero. En 2013, menos de 2 millones de dólares se destinaron a grupos como el Trans Justice Funding Project o el Palm Center for Transgender Military Service. Las aportaciones anuales a las asociaciones transgénero superaron los cien millones de dólares en 2020, un aumento ocho veces más rápido que el de la financiación general del colectivo LGBT.
El mayor contribuyente individual al movimiento (artículo en español) es Jennifer Pritzker (antes James, nacido varón), primo del gobernador de Illinois, J. B. Pritzker, y miembro de una familia cuya fortuna se calcula en 37.000 millones de dólares, conseguida gracias a las residencias de ancianos y los hoteles Hyatt. Otros financiadores clave son la familia Soros (artículo en español); Warren y Peter Buffett; el director general de United Therapeutics, Martine Rothblatt (nacido varón, pero identificado como mujer transhumana/transgénero); el programador de software Tim Gill, primer hombre abiertamente gay incluido en la lista Forbes 400; el capitalista de riesgo canadiense Mark Bonham; el creador de la Fundación Tides, Drummond Pike; Jon Stryker (artículo en español), multimillonario heredero de la fortuna de la empresa de tecnología médica Stryker; y el patrimonio de Ric Weiland, que fue el segundo empleado de Microsoft.
Muchos de estos multimillonarios financian el lobby transgénero a través de sus propias organizaciones benéficas. También pasan importantes cantidades de dinero a través de la Fundación Tides de Pike y otros grupos de financiación anónimos. Grandes empresas, otras organizaciones benéficas y filántropos particulares envían dinero a la Fundación Tides, especifican a dónde van a parar los fondos y su donativo se entrega de forma anónima. La Fundación Tides actúa como una combinación de cortafuegos legal y de evasión fiscal para las fundaciones y los ricos. Un vistazo rápido a las contribuciones benéficas a fundaciones LGBT en 2020 revela que el mayor donante fue «anónimo»; 31 millones de dólares en 112 subvenciones que se desembolsaron a través de grupos como Tides (el segundo mayor contribuyente, con 30 millones de dólares, fue la empresa farmacéutica Gilead, pionera en medicamentos contra el VIH/sida).
Estos financiadores no se limitan a escribir cheques. Su dinero casi siempre viene con condiciones. Jennifer Pritzker, por ejemplo, dio millones a la Universidad de Minnesota para la creación de un Programa de Sexualidad Humana. El Departamento Pritzker de Psiquiatría y Salud del Comportamiento del Hospital Infantil Lurie, que incluye la investigación de menores no conformes con su género, recibió más de 20 millones de dólares en donaciones de Pritzker. La Facultad de Medicina Pritzker de la Universidad de Chicago fue una de las primeras del país en ofrecer una serie completa de cursos de afirmación de género. En la Universidad canadiense de Victoria, Pritzker creó la primera cátedra de estudios transgénero. La Universidad de Toronto recibió 20 millones de dólares para crear un centro de Estudios de la Diversidad Sexual. Pritzker dio un cheque de 25 millones de dólares a la Universidad de California en San Francisco, que abrió una unidad psiquiátrica infantil especializada en atención LGBT. Además de suscribir importantes iniciativas institucionales que fomentan la ideología transgénero, Pritzker da millones en becas de investigación a médicos influyentes, desde el jefe de pediatría de la Universidad Northwestern a la Cátedra de Medicina Funcional de la Fundación Pritzker de la Clínica Cleveland, pasando por el jefe de Endocrinología de la Universidad Baylor. Cuando Pritzker donó 25 millones de dólares a una academia militar de Vermont, un miembro del profesorado me dijo que parecía como si la directiva fuera desarrollar un programa para «hacer realidad el transgenerismo militar».
El auge del transgenerismo también lo ha convertido en una parte considerable y en rápida expansión del complejo médico industrial. La administración de bloqueadores hormonales no aprobados saltó de una industria de 10 millones de dólares al año en 2017 a un estimado de 500 millones de dólares el año pasado. Las hormonas de sexo cruzado agregaron otros 4 mil millones de dólares a las ganancias de esta industria. Una vez que un paciente comienza el tratamiento de hormonas de sexo cruzado, es un cliente para siempre. Conseguir que los pacientes comiencen a tomar medicamentos de por vida mientras son adolescentes es un filón para la industria farmacéutica.
De forma paralela, se ha producido un aumento de las infraestructuras de atención transgénero. Además de los cientos de clínicas para jóvenes que hay por todo EE. UU., algunos de los mayores hospitales del país tienen en construcción nuevas alas para cirugías especializadas. Muchas instituciones médicas de prestigio se apresuran a desarrollar departamentos de tratamiento e investigación de género.
Las facultades de medicina y los simposios especializados en cadáveres de todo el mundo ofrecen formación en todo tipo de cirugías trans, como vaginoplastia, faloplastia, feminización facial y procedimientos uretrales, entre otros. Los cirujanos plásticos han formado un subgrupo profesional para «procedimientos de afirmación de género». Una transición estética completa puede costar más de 100.000 dólares. El mercado estadounidense de cirugía de género se valoró en 1.900 millones de dólares en 2021.
Muchas compañías de seguros médicos ahora cubren cirugías transgénero, medicamentos y otros gastos, al igual que el gobierno federal y más de la mitad de los estados para sus empleados, así como Medicaid (programa de salud gratuita a personas con bajos ingresos, página en español) y el ejército.
La Campaña por los Derechos Humanos (HRC) fue decisiva para conseguir que las empresas estadounidenses cubrieran la atención médica transgénero. Hace veinte años creó su influyente Índice de Igualdad Corporativa. Su objetivo original era servir de referencia para evaluar si las empresas medianas y grandes discriminaban por motivos de orientación o identidad sexual. En los años siguientes, la HRC amplió su índice para considerar los beneficios de los empleados, las contribuciones de los empleadores a causas sociales, la publicidad e incluso las relaciones públicas. En 2018, la HRC agregó que para obtener su máxima puntuación y aparecer en su lista anual, «Los Mejores Puestos para Trabajar por la Igualdad LGBTQ», las empresas tenían que proporcionar «atención médica para todos los servicios médicamente necesarios para el cuidado y las transiciones de género, incluida la reasignación de sexo.» A las empresas estadounidenses les gusta figurar en la lista de la HRC. En 2002, sólo 13 empresas obtuvieron una puntuación perfecta del 100%. Eso fue en una época en la que había muchos menos requisitos que satisfacer. En 2022, 842 obtuvieron la máxima puntuación, y la mayoría se encontraban entre las mayores corporaciones de Estados Unidos.
La Asociación Mundial de Profesionales para la Salud Transgénero (WPATH) colaboró con Starbucks en un programa modelo para crear «Beneficios Médicos Transgénero«. Sirve de plantilla para otras empresas. No hay topes de por vida y el plan paga todos los procedimientos, no sólo las mastectomías y las cirugías de reconstrucción y aumento genital, sino también los levantamientos de cejas, los implantes de glúteos y las terapias de feminización de la voz.
La WPATH y la OMS (Organización Mundial de la Salud) reciben dinero de activistas para eliminar lo que algunos consideran un estigma transgénero, ya que la disforia de género es un diagnóstico recogido en un manual psiquiátrico. En su lugar, están presionando para que se cambie a «incongruencia de género«, un malestar social con el sexo asignado al nacer más genérico. De este modo, el género de la infancia dejaría de ser competencia de psiquiatras y psicólogos.
Mientras tanto, los endocrinos trabajan en las próximas generaciones de bloqueadores de la pubertad y hormonas de sexo cruzadas, que podrían ofrecer un perfil de paciente más seguro. Y se empieza a invertir en biogenética y trasplantes. El santo grial de esa incipiente especialidad son los trasplantes de útero para hombres que se identifican como mujeres y que más adelante deciden que quieren quedarse embarazados. Ya hay ensayos en animales. Se ha realizado con éxito un implante de útero, aunque algo macabro, de una donante fallecida a otra mujer.
Puede que los ideólogos progresistas y los médicos y terapeutas desorientados sean los soldados de a pie del movimiento transgénero, pero su oxígeno son los millones que ingresan cada año los activistas ricos.
4 respuestas
Desde una posición de feminismo radical, porque me interesa el análisis de las raíces del patriarcado, me he preguntado desde hace unos años por cómo esa ola arrasadora trans se ha instalado en la sociedad, y especialmente en la educación de los Centros educativos españoles, estrategia definitoria para el éxito de la operación. Este artículo viene a ser una respuesta: es el dinero, es el transcapitalismo trenzado con los valores neoliberales (individualismo, el sentimiento como faro…). Y como señala en las ultimas líneas el autor: «Puede que los ideólogos progresistas y los médicos y terapeutas desorientados sean los soldados de a pie del movimiento transgénero». Y entonces, me parece que cabe relacionar la invisibilidad de ese transcapital con la deriva de la izquierda hacia el paradigma de las identidades, abandonando su análisis de lucha de clases y por tanto su denuncia de las desigualdades sociales. De esos abandonos de lucha por la igualdad tenemos esa instalación transcapitalista que está desgraciando la salud y el futuro de la niñez y la adolescencia. Una jugada invisible y perfecta, a la que sirve de coartada el buenista movimiento transgenero, antes LGTB.
Un ángulo que no toca y que me tiene angustiada es la conexión entre los bloqueadores de pubertad y amputaciones estéticas Y los vientres de alquiler. Imagínate que ya vamos por la segunda generación estéril, el negocio de la explotación de mujeres pobres fértiles es redondo: por una parte, se forran esterilizando, por la otra, vendiendo bebés. Es una jugada perfecta.
En efecto, y la prostitución y trata de mujeres y niñas, Nuria. Son parte del pack de esta infame industria. Es parte de la guerra contra las mujeres de la alianza entre el patriarcado de siempre y el patriarcado diverso. Las mujeres siempre perdemos
Siempre. Siempre encontrarán nuevas formas de someternos. Qué mal lo veo, Sandra.