Cuando la Comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatović, hizo pública una declaración el 15 de febrero en la que pedía la despenalización total del proxenetismo, la prostitución y todas las formas de lucro de terceros, afirmó haber «consultado con trabajadoras del sexo de toda Europa, sus organizaciones representativas, organizaciones internacionales pertinentes y expertos…» – escribe Rachel Moran.
Esto era una novedad para nosotras, la partes implicadas en las organizaciones compuestas de supervivientes del comercio sexual, proveedores de servicios de primera línea, defensoras de los derechos de la mujer y expertos jurídicos dedicados a combatir los daños del comercio sexual mundial. Era una novedad porque no se nos consultó a ninguno de nosotros.
Por extraño que pueda sonar a algunos, no hay nada nuevo en la promoción del proxenetismo bajo la bandera de los principios de los derechos humanos; es obviamente contradictorio, pero las que estamos en el movimiento por los derechos de las mujeres llevamos años escuchándolo. Una debe aceptar muchas aporías para seguir esta línea de pensamiento, pero la primera y esencial es la ficción de que ser atacada, lamida, chupada y penetrada por un desconocido cualquiera no es una violación en sí misma.
Muchas mujeres llevan haciendo campaña durante años contra el comercio sexual mundial. Algunas, como yo, hemos sido usadas en los burdeles y las zonas rojas. Muchas otras no. Lo que nos une a todas es la visión de que lo que el mundo necesita es un sistema de despenalización parcial, en el que aquellas explotadas en la prostitución sean despenalizadas, mientras que los proxenetas que disfrutan de enormes beneficios y los clientes que disfrutan comprando acceso sexual a los cuerpos de mujeres vulnerables sean legalmente responsables de su comportamiento abusivo y explotador.
Llevamos años asistiendo a la reacción creativa de quienes se aprovechan de un comercio explotador que debe reinventarse a sí mismo con el telón de fondo de los avances legislativos logrados en este ámbito por las supervivientes del comercio sexual y las organizaciones de defensa de los derechos de la mujer. El manto de los «derechos humanos» era probablemente tanto la posición menos apropiada como la más influyente desde la que podían haber elegido argumentar. De vez en cuando, sin embargo, la máscara se cae de una manera tan dramática que resulta entretenido, como cuando interrogaron a Amnistía Internacional en Stormont en 2014 sobre la participación del proxeneta británico Douglas Fox en la elaboración de su política de prostitución, o cuando la defensora de los «derechos de las trabajadoras sexuales» y asesora de la política de ONUSIDA Alejandra Gil fue condenada por tráfico sexual en México por una serie de cargos tan numerosos y graves que le valieron una sentencia de quince años en una prisión mexicana.
No todos aquellos que abogan por la despenalización del comercio sexual lo hacen por un interés personal evidente. Algunos se mueven por intereses profesionales en el mundo académico, que no son tan obvios para el observador casual, pero que son al menos tan despreciables como los motivos de los proxenetas, en mi opinión. Otros defienden, desde una perspectiva ignorante pero genuinamente bienintencionada, una despenalización general de todos los aspectos del comercio sexual mundial. Por muy bienintencionada que sea, no es posible adoptar esta postura sin que desaparezca la naturaleza abusiva de lo que se hace a las mujeres en la prostitución. Esta postura sólo puede tener sentido si se adopta de una forma dramáticamente ciega, cuando la ideología manda y se ignora la verdadera realidad de lo que les ocurre a los cuerpos, los espíritus y las psiques de las mujeres. No se me escapa que esto es deshumanización manifestada de otra forma. El comercio sexual está plagado de ella; ¿por qué iban a ser diferentes los argumentos para defenderla?
Nunca me he topado con un argumento a favor de la despenalización total de todos los aspectos de la prostitución que no estuviera plagado de inexactitudes prácticas, inversiones lingüísticas y ocultamientos calculados. La declaración de Mijatović es un buen ejemplo de ello. En ella señala que «Bélgica se convirtió en el primer país europeo en despenalizar el trabajo sexual en 2022», para luego pasar a elogiar esta medida como un nuevo referente de legislación progresista, ofreciendo el ejemplo de que «La nueva ley también despenaliza a terceros, que ya no serán penalizados por abrir una cuenta bancaria para trabajadoras sexuales o alquilar un alojamiento, y permite a las trabajadoras sexuales anunciar sus servicios.» Nunca menciona por qué una mujer supuestamente autónoma que ejerce la prostitución necesitaría que un proxeneta abra una cuenta bancaria en su nombre, ni las tarifas que se cobran a las mujeres por alquilar habitaciones en las que ser usadas, a menudo tan exorbitantemente explotadoras que deben ser usadas por siete u ocho hombres antes de cubrir siquiera el alquiler de ese día.
Volví de Bélgica el 11 de febrero, pocos días antes de que se publicara esta declaración. Había ido allí en misión de investigación, para realizar cuatro entrevistas planificadas de antemano y caminar, acompañada, por la zona roja. Está situada a poca distancia del Parlamento Europeo. Lo que vi allí me perturbó más allá de toda palabra o medida. Decenas y decenas de mujeres casi desnudas en los escaparates, a lo largo de toda una calle muy larga, y muchas más mujeres en las calles laterales conectadas con ella y en las calles de más allá, y niños prepúberes jugando en esas calles laterales, como si jugar entre mujeres exhibidas como objetos sexuales de alquiler fuera un entorno natural o saludable para la infancia; como si inculcar la idea de las mujeres como mercancía sexual en las mentes de los niños pudiera crear algo más que violencia y misoginia en los hombres en los que se convertirán.
Las mujeres a las que había ido a entrevistar abarcaban diversas áreas de especialización. Viviane Teitelbaum, Vicepresidenta del Parlamento Regional de Bruselas, dijo lo siguiente sobre sus colegas políticos que se confabularon para crear la situación en la que se encuentra ahora Bélgica: «Los políticos que votaron a favor de la despenalización no escucharon a las mujeres. Votaron a favor de un sistema que es bueno para los proxenetas, para los traficantes, para algunos hombres… Ignoraron todas las advertencias, ignoraron todos los mensajes de las organizaciones de mujeres, de las mujeres que vinieron a testificar al Parlamento. Se limitaron a escuchar a los representantes de un sistema que gana dinero a costa de la pobreza de las mujeres».
Pascale Rouges, prostituida durante muchos años en Bélgica, declaró: «Te entregas en cuerpo y alma. Ese es el trabajo, si se le puede llamar trabajo. Realmente entregas todo tu cuerpo; nada te pertenece y pierdes tu alma. Quiero preguntar a estos políticos si les gustaría que esto fuera una opción para sus propias hijas».
Alyssa Ahrabare es la responsable jurídica de la Red Europea de Mujeres Migrantes, con sede en Bruselas, una plataforma de más de cincuenta organizaciones que trabajan en veintitrés países de la Unión Europea. Le pregunto por el perfil de las mujeres en la prostitución en Europa; me dice que el 70% de las mujeres prostituidas en Europa son inmigrantes. La realidad de la prostitución para la mayoría de las mujeres que la ejercen no es más que violencia. Hablamos mucho de libertad de elección y de sexualidad, pero la prostitución no es eso. A las mujeres y niñas que ejercen la prostitución se les niega su deseo y su individualidad y humanidad».
Mireia Cresto, Directora Ejecutiva del servicio de primera línea Isala, con sede en Bruselas, afirma: «Es evidente que la nueva legislación ha creado un efecto llamada en el comercio sexual: los proxenetas y traficantes de sexo saben que el territorio belga es ahora favorable para sus beneficios. En primera línea, para las mujeres y niñas afectadas por el sistema de prostitución, la despenalización no aporta ni estatus ni protección adicional, ya que para condenar a un proxeneta hay que demostrar que ha habido un beneficio o ventaja anormal». Esto es, un beneficio o ventaja anormal más allá del negocio habitual del proxenetismo.
La decisión del gobierno belga de permitir las violaciones de los derechos humanos de las que fui testigo en las calles de Bruselas demuestra la desconexión mortal entre el pensamiento de la torre de marfil y la realidad sobre el terreno. Lo que resulta aún más inquietante es que la Comisaria de Derechos Humanos del Consejo de Europa se haya implicado en una ofensiva coordinada y decidida para extender el comercio sexual despenalizado por toda Europa.
La verdad de los sistemas de prostitución despenalizados es que son un cáncer en esta tierra, y en Europa las primeras células han aparecido en dos estructuras políticas muy importantes, la Unión Europea y el Consejo de Europa. Los años venideros nos mostrarán la entereza de nuestros políticos, en cuanto a si extirparán con determinación el tumor, o permitirán que este destructivo cáncer social se extienda por todo el continente.
4 respuestas
Tremendo lo que nos están preparando Nuria, lo quieren todo, granjas de paridoras, macroburdeles, porno por doquier y sin la menor intención de ponerle freno, es pavor lo que da el futuro que tienen preparado para las niñas más vulnerables
Y apoyado por las instituciones que deberían protegernos. Es terrible, Sesi, no sabes cuánto me alegro de tener ya una edad.
Es descorazonador. La generalización de la necesaria fantasía masculina de «son prostitutas por libre elección». Inicié la lectura de «Hombres», de R. V. Reeves (basura neoliberal anti feminista) donde se llega a afirmar sin datos que todos los varones estadounidenses pagan por sexo (4 de cada 10 en España, uno de los peores paises en ese aspecto) y por tanto la prostitución y el proxenetismo deben ser legalizados.
Los hombres siempre encontrarán una excusa para conservar la prostitución, con la ayuda de tantas idiotas útiles que, o se han vendido al lobby proxeneta, o son demasiado estúpidas para darse cuenta de que, ni ellas lo harían, ni se lo recomendarían a sus hijas como opción laboral.