Por qué importan los drag queen de los Juegos Olímpicos

Blog de Salagre Juegos Olímpicos Malcolm Richard Clark

El protagonismo de lo «queer» en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos no fue casual. El movimiento «queer» nació en París y su historia revela el inquietante mensaje que transmitían los drag queens.

Fue impactante, ¿verdad?

Puede que la Ceremonia de Inauguración de los Juegos Olímpicos tuviera algún que otro momento glorioso, pero ni siquiera Celine Dion haciendo que cantaba a mitad de la Torre Eiffel o un pebetero olímpico suspendido que se identificaba a sí mismo como un globo del siglo XVIII pudieron desviar la atención de tres horas de caos, aburrimiento e incoherencia esparcidas sin sentido sobre un enorme lienzo salpicado por la lluvia. Y eso antes de llegar a los drag queens que se arrastraban a cuatro patas, con los huevos al aire y dando la impresión de que acababan de ser expulsados de una discoteca de Cardiff por esnifar pegamento.

Los defensores de esas escenas de una Pasarela Drag Race de segunda, que se intercalaron con el resto de la acción, sostienen que sólo estaban celebrando la diversidad. Pero ¿no tienen los tíos feos y sudorosos ya suficiente representación en los Juegos Olímpicos? Para eso ya está la lucha libre, ¿no?

Lo que no parece importar cuando se trata de diversidad es el impacto en las niñas o mujeres jóvenes que tienen que ver a tiarrones vestidos de sex-dolls homenajeados como si fueran héroes y el símbolo mismo de la liberación. Incluso antes de llegar a la ceremonia inaugural, ya había drag queens. Tres portaron la antorcha olímpica. ¿Y todo lo que cacarearon los medios de comunicación? Como muchos señalaron en Twitter/X, ninguna mujer vestida de hombre pudo ni oler la antorcha. Una gran ovación a la diversidad.

Supongo que los idiotas presuntuosos que vitorearon a los drag queens imaginan que estos hombres con pelucas y tetas falsas estaban defendiendo los derechos humanos universales. Pero, ¿cómo, exactamente? ¿Acaso su protagonismo mejoró la situación de los homosexuales (o incluso de los que se dicen trans, si vamos a eso) en Rusia? ¿En Uganda? Imagina ser un joven gay o una joven lesbiana en cualquiera de los 67 países del mundo donde ser homosexual es ilegal y ver a un drag queen haciendo su mejor imitación de un cerdo con pintalabios en tu televisión nacional. Apuesto a que eso ayudará un montón a abrir las barreras legales.


El hecho de que el drag queen se arrastrara acariciándose el cuerpo, toqueteándose los pechos falsos, haciendo pucheros como un Benny Hill en celo y, en general, haciendo el ridículo en mallas de rejilla debe haber tranquilizado a las innumerables personas corrientes de todo el mundo a las que se les ha dicho que el colectivo LGBTQ+ está obsesionado con el sexo.

Blog de Salagre ceremonia JJOO
No fueron sólo las actuaciones en sí las que resultaron tan desacertadas. Fue la agresividad de los intérpretes, combinada con sus caras gruñonas. Millones de mujeres deben de haber contemplado horrorizadas la posibilidad de que ese hombre apareciera en sus vestuario. Sé que a mí me pasó. Al igual que yo, millones de hombres miraron a ese artista y no pudieron evitar calcular lo que harían si se lo encontraran en un callejón oscuro. Una patada en los huevos bastaría, pensé. Luego recordé que estamos en 2024, así que quién sabe quién tiene huevos y quién no. Aparte de un bailarín que sabemos que tiene al menos un testículo, ya que se le escapó para que pudiéramos verlo. Quizá estaba tan aterrorizado como nosotros y trataba de escapar.

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Los huevos sueltos ya eran suficientemente malos. Hubo aún más jaleo sobre lo que parecía ser la escenificación de la Última Cena por parte de los drag queens y el supuesto insulto que esto representaba para la cristiandad. El diseñador de la ceremonia inaugural, Thomas Jolly, cuyo jolgorio (juego de palabras, jolly quiere decir jolgorio en inglés) parisino ha costado al contribuyente francés unos 150 millones de dólares, ha negado el vínculo con Da Vinci. No me creo ni una palabra de su desmentido.

He aquí por qué.

Sus partidarios señalaron que la escena en la que aparece Baco, el dios del vino, casi desnudo y de color azul, es en realidad una referencia a otro cuadro: «El festín de los dioses», de Jan Harmensz van Bijlert.

Blog de Salagre el festín de los dioses
Para que quedara claro, en una entrevista con Associated Press, Jolly se refirió a sus notas de guion, hasta ahora ultrasecretas, entre las que, según dijo, figuraba ésta:

«Sequana, la hija de Baco… fue perseguida por Neptuno… La ninfa logró escapar de él transformándose en un río: El Sena».

El problema de esta explicación y de la publicación parcial de las notas de guion de Jolly es que no excluye otras referencias. Las escenas de la Pasarela Drag incluyeron muchas que claramente no tenían nada que ver con Baco ni con el cuadro de Baco, como un desfile de moda, un ballet (testículos incluidos) y varias actuaciones más, entre ellas la de ese tío raro a cuatro patas y en medias de rejilla que ponía los pelos de punta al que lo estuviera viendo.

El hecho innegable es que antes de que apareciera Baco -interpretado por el actor Philippe Katerine- los artistas se alinearon en una formación que recordaba al famoso cuadro de Da Vinci. Estaban todos a un lado de la mesa (a diferencia de la obra de van Bijlert) y, además, adoptaban poses en cámara lenta que sugerían las de los discípulos en la Última Cena. La DJ en el centro del cuadro, Barbara Butch (butch quiere decir marimacho), tuiteó justo después de su actuación que estaba orgullosa de haber tocado … Jesús Olímpico».

Blog de Salagre la última cena olímpica

Hay otra razón por la que resulta difícil creer que no se pretendiera hacer referencia a la Última Cena. Unos días antes de la ceremonia inaugural, Jolly declaró al New York Times que se había inspirado en el parecido entre la palabra francesa para designar un escenario (scène) y el nombre del río protagonista de los acontecimientos. Intentaba por todos los medios, dijo, relacionar las escenas con …el Sena. El nombre de la Última Cena en francés es …. La Cène» (pronunciado con s en francés). La inmensa mayoría de las personas que se dieron cuenta del parecido visual entre el retablo drag queen de Jolly y el gran cuadro de Da Vinci, por lo que veo, desconocían por completo ese vínculo. Jolly casi seguro que también.

A los estadounidenses y británicos puede parecerles desconcertante que un icono del cristianismo sea ridiculizado durante una celebración nacional histórica. Para entender por qué es posible en Francia, tenemos que situarlo en el contexto de una guerra cultural que lleva librándose en Francia más de dos siglos, desde la Revolución, entre la Extrema Izquierda Utópica y el Catolicismo.

En otra escena de la ceremonia inaugural había una pista sobre la postura de Jolly en esta guerra cultural claramente francesa. Era aquella en la que la «sangre» manaba de las ventanas de la prisión de la Conciergerie. Representaba a los 378 inocentes que fueron masacrados y torturados por una turba en ese mismo edificio el 3 de septiembre de 1792. Esas víctimas vivieron experiencias atroces a manos de sádicos. Si hubiera habido un acontecimiento tan espantoso en la historia británica, puedes estar seguro de que si se conmemorara en un acto nacional se haría con empatía y respeto.

¿La masacre de Peterloo?

¿La hambruna irlandesa?

¿Desahucio de las Highlands escocesas?

En Francia, el instinto de intentar suavizar los errores o sufrimientos históricos se abandona a menudo cuando se trata de la guerra entre la Izquierda Revolucionaria y el Catolicismo. Y así, la historia colectiva de las víctimas de la Conciergerie se redujo a un chiste cursi. La sensación de que todo aquel derramamiento de sangre era poco más que una broma se confirmó con la aparición de… María Antonieta. Una figura que representaba a la reina ejecutada sostenía «su» cabeza cortada, que luego procedió a «cantar».

Era de un mal gusto asombroso. Cualquiera que haya leído el conmovedor relato de Antonia Fraser sobre el trato que recibió Antonieta en la Conciergerie no puede dejar de ver esta escena como lo que era: una expresión de desprecio que la multitud que vitoreó su ejecución habría aplaudido. Cuando Antonieta fue conducida a la Conciergerie, fue separada de su hijo, al que nunca volvió a ver. El niño fue brutalmente maltratado y murió de hambre a la edad de diez años. Pero… sí, qué divertido.

La burla pueril de Jolly hacia Antonieta es una pista de su posición en la interminable Guerra Cultural francesa. Sus raíces se encuentran en un acontecimiento que tuvo lugar el día anterior a la masacre de la Conciergerie, cuando cientos de sacerdotes y jóvenes seminaristas fueron masacrados en una orgía de sangre cuya violencia es indescriptible. La naturaleza animal de estos asesinatos y de los miles de sacerdotes y monjas que siguieron poco después conmocionó al mundo. También marcó a la Iglesia católica, cuyos dirigentes acabaron convencidos, quizá comprensiblemente, de que la Izquierda Revolucionaria encarnaba algún tipo de fuerza satánica. Esto llevó a la Iglesia, a su vez, a inclinarse hacia la derecha cada vez que se producía otro estallido de fervor revolucionario, como en 1848, y en el caso del régimen de Pétain, incluso a defender la represión estatal.

El legado duradero de todo esto es que en Francia la Extrema Izquierda Utópica y la Iglesia católica se ven instintivamente como un oponente existencial que pretende destruirlos. Es este trasfondo lo que ayuda a explicar por qué un director de izquierda «queer» como Thomas Jolly asumiría que es casi su deber cívico burlarse de la iconografía cristiana.

Sin embargo, la Última Cena era sólo una pequeña parte de los segmentos de la Pasarela. Incluso sin ese insulto a los cristianos, había algo profundamente perturbador y provocador en las actuaciones de drags: la participación de lo que parecía ser una criatura.

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