Me gustaría denunciar un asesinato. Tuvo lugar en la noche del 27 de diciembre en millones de hogares de todo el Reino Unido simultáneamente. La víctima fue Dame Agatha Christie – bueno, una de sus obras, y hasta cierto punto su reputación póstuma. Pero, a diferencia de lo que ocurre en las novelas de la gran Dame, no había ningún misterio fascinante sobre el culpable: fue la BBC, un delincuente en serie.
Una vez más, en lo que ya forma parte de la lista de tradiciones navideñas modernas, nuestra emisora nacional optó por «reinventar» y, por tanto, más o menos asesinar, una de las novelas de la Reina del Crimen. Matar es fácil, de Christie, fue actualizada para adaptarse a la obsesión que la BBC tiene con el racismo y el colonialismo. El héroe, Luke Fitzwilliam, detective jubilado de la policía inglesa, se convirtió en nigeriano. Además, la escritora Sian Ejiwunmi-Le Berre entretejió en la trama temas derivados de la cultura yoruba para producir una «alegoría del colonialismo», según la directora Meena Gaur.
La BBC llama a esto una «readaptación» de los clásicos, una formulación orwelliana que quizá sea más precisa y reveladora de lo que se pretendía. Ejemplos anteriores de «readaptación» incluyen la reescritura de otra novela de Christie, Inocencia trágica, para que el asesino fuera un hombre en lugar de una mujer. También está la historia de abuso sexual infantil en Cuento de Navidad; la adición de armas y la adicción al opio en Grandes esperanzas, y los personajes femeninos suplementarios y omnicompetentes en La vuelta al mundo en 80 días y La guerra de los mundos.
La BBC defiende esta práctica con el viejo argumento de «relevante para un público moderno». En su documento original de Estrategia para la Diversidad e Inclusión de 2016, el entonces director Tony Hall comenzaba con «nuestro trabajo es contar historias y debemos asegurarnos de que contamos historias que la gente de todo el país va a reconocer, entender y con las que se va a sentir identificada». Ahí está: «reconocer», «entender» e «identificarse», tres términos que pretenden validar la manipulación de las historias existentes para que se ajusten mejor a lo que la dirección de la BBC cree que su audiencia necesita. Y está claro que consideran a esa audiencia, a su siniestra manera aschenbachiana, como joven, diversa y socialmente progresista.
El «debemos» del prólogo de Tony Hall también es revelador, ya que sugiere que nada de esto será opcional o simplemente deseable. La BBC está claramente decidida a «informar y educar», aunque la parte de «entretener» de sus principios fundacionales tenga una prioridad significativamente menor. Esta firmeza de propósito se confirma en otras partes del documento, donde encontramos frases de moda como «diversidad intrínseca», que recomiendan políticas de reparto obligatorias en lugar de opcionales.
Parecía claro en ese documento que la era de la dramatización razonablemente auténtica y respetuosa, que cumple con los deseos del autor y trata de representar fielmente la época, pronto llegaría a su fin. Cualquier drama que no te golpee en la cabeza con un mensaje autorizado no tiene valor y debe ser relegado al agujero de la memoria o reescrito sustancialmente para adaptarse a las nuevas realidades.
Pero, ¿por qué no dejar en paz a los clásicos? Si la BBC quiere aleccionarnos sobre nuestras actitudes sociales, podría hacerlo, con bastante más facilidad, en dramas originales. Que, por supuesto, ya hace. Entonces, ¿por qué esa necesidad de manipular también historias escritas en una época diferente, en un tiempo de valores diferentes, y enfurecer así a una parte de su audiencia moderna?
La respuesta más sencilla puede ser que la BBC se ha sumergido tanto en su autoproclamado papel de guía moral que ya no sabe cómo presentar un drama sin mensajes adicionales de justicia social. Los últimos directores que tenían las habilidades requeridas y que entendían el concepto de imparcialidad se han jubilado o han muerto, dejando sólo a los que no saben otra cosa que meter con calzador las homilías de la DEI (Diversidad, Igualdad e Inclusión) siempre que pueden. Ah, y las adaptaciones de Christie son una máquina de hacer dinero, así que hay que mantener el suministro.
Los más conspiranoicos podrían insinuar que la BBC no sólo quiere darnos lecciones sobre cómo debemos pensar y sentir acerca del mundo, sino que quiere asegurarse de que no tengamos alternativas a las que recurrir. Los clásicos son depositarios de una sabiduría más antigua y, por tanto, deben ser neutralizados.
La BBC tiene aliados en esta tarea: los jóvenes espectadores que conozcan la obra de Agatha Christie a través de dramatizaciones televisivas y se sientan inclinados a explorar las novelas originales, se encontrarán con que las nuevas ediciones de Harper Collins han sido editadas para eliminar el lenguaje ofensivo. Las versiones originales, tal y como las concibió la autora, pronto serán difíciles de encontrar.
La polémica sobre la adaptación de Agatha Christie llega justo cuando un informe del grupo de control Campaign for Common Sense (Campaña por el Sentido Común) ha acusado a la BBC de alimentar a los telespectadores con «una dieta constante de sesgo posmolerdo» en sus informativos y series, especialmente en relación con la esclavitud y el colonialismo. Se encontraron 55 artículos sobre el tema en la página web de noticias de la BBC, así como tramas relacionadas con el anticolonialismo en programas tan inocentes como el drama escolar Waterloo Road. El informe concluía que el Plan de Imparcialidad de la BBC de 2021, que pretendía abordar los problemas de parcialidad y pérdida de confianza, había fracasado estrepitosamente.
La adaptación navideña de Agatha Christie parece burlarse descaradamente de las promesas del informe 2021 y de su aparente espíritu de reconciliación. No está claro si la BBC, con su «diversidad intrínseca», entiende realmente las críticas que provoca; o si las entiende, si realmente le importan.