Pues claro que tenemos que impedir que la infancia vea porno

Hay críticas válidas a la Ley de Seguridad en Internet, pero la verificación de edad en los sitios web pornográficos es algo positivo

Jo Bartosch, Blog de Salagre

Hay cosas que no deberían hacer falta decir, como no dejemos que la infancia vea porno. Se podría pensar que se trata de una base moral lo suficientemente amplia como para unir a todo el mundo, desde Germaine Greer hasta el Papa. Sin embargo, los artículos de la BBC han presentado el nuevo requisito de verificación de edad en los sitios web pornográficos como un profundo dilema ético. La cadena pública se esforzó por encontrar matices y acabó dando voz a pornógrafos y pesados defensores de la privacidad con objeciones previsibles.

Como la mayoría de las leyes, la Ley de Seguridad en Internet dista mucho de ser perfecta. Es tosca, excesiva, y la forma en que plataformas como X/Twitter han implementado su requisito de comprobación de edad ya ha dado lugar a una censura injustificable, incluyendo informes de que se han bloqueado imágenes de protestas en el Reino Unido. Mientras tanto, algunos sitios pornográficos ofrecen controles de edad ridículos que hasta un chimpancé podría burlar. Pero una cosa está clara: esta ley hará que la infancia se tropiece menos sin querer con pornografía en las redes sociales. Y eso es, sin lugar a dudas, Bueno.

No hay ninguna ventaja en que la infancia vea escenas de violación (real o simulada), incesto o tortura sexual, y, sin embargo, eso es lo que predomina en la pornografía mayoritaria. La edad media de la primera exposición es de sólo 13 años. Y los estudios de la Junta Británica de Clasificación Cinematográfica y del Comisionado para la Infancia muestran que, por lo general, los menores no buscan el porno, sino que es el porno el que los encuentra a ellos. De hecho, el 41 % vio porno por primera vez en X/Twitter, más que en sitios web dedicados a él.

La verdadera pregunta no es por qué se han introducido los controles de edad, sino por qué no existían desde el principio.

La propia BBC destacó sin querer el problema en su reportaje. Cuando Jordan Kenny, el veinteañero presentador de Newsbeat, preguntó al ministro de Tecnología, Peter Kyle: «¿Cuántos años tenía cuando vio porno por primera vez?», este, de 54 años, se negó sabiamente a responder. Pero la pregunta en sí misma era reveladora. No se trata de si, sino de cuándo. El porno está tan normalizado hoy en día que se da por sentado que todos lo hemos visto. Pero normal no significa inofensivo.

En un reportaje más extenso de la BBC, James Baker, del Open Rights Group, afirmó que la verificación de edad «enseñaría a los jóvenes a hacer trampas» y les animaría a eludir las restricciones en lugar de hablar con los adultos. Como si el problema fuera que los niños mienten sobre sus hábitos pornográficos, y no el hecho de que los tengan.

Baker también se preguntaba por qué las escenas de sexo se consideran más dañinas que la violencia. Pero el porno no es como otros medios. No sólo se ve, se utiliza. Reforzado por el orgasmo, impulsado por algoritmos hiperpersonalizados, reconfigura el cerebro exactamente de la misma manera que las sustancias adictivas. Y los depredadores lo saben.

Los pederastas no necesitan que les convenzan del poder del porno: cuentan con él. Mientras investigábamos para nuestro próximo libro Pornocracy, Robert Jessel y yo hablamos con criminólogos que describieron cómo los depredadores utilizan la pornografía para erosionar los límites de las criaturas y distorsionar su sentido de la normalidad. La ausencia de controles de edad no sólo ha permitido el grooming aislado, sino que ha replicado el método de los pederastas a escala social. Desde la llegada de los sitios web de vídeos, hemos criado generaciones enteras moldeadas por las tácticas que utilizan los abusadores para explotarlas.

Los resultados ya están disponibles y son desalentadores. Una encuesta realizada en 2023 por el Comisionado para la Infancia reveló que casi la mitad de los adolescentes creen que las chicas esperan agresiones físicas durante las relaciones sexuales, y el 42 % cree que las disfrutan. El Informe Bertin de 2025 mostró cómo esta creencia se convierte en comportamiento: el 38 % de las mujeres jóvenes declararon haber sufrido estrangulamientos durante las relaciones sexuales, el 34 % fueron amordazadas y el 59 % abofeteadas. Lo que las generaciones anteriores llamaban violencia sexual es ahora algo habitual.

También se ha producido una caída en la edad de los autores que cometen los actos más atroces. En enero de 2024, el Consejo Nacional de Jefes de Policía informó de un aumento del 7,6 % en los delitos de abuso sexual infantil y, por primera vez en la historia, la mayoría de los autores eran menores de 18 años.

También es importante cuándo se exponen los menores por primera vez. La encuesta de 2023 reveló que casi la mitad (49 %) de los que vieron pornografía antes de los 11 años buscaron posteriormente material violento, en comparación con el 30 % de los que tuvieron su primer contacto después de los 12 años. Cuanto más baja es la edad de exposición, más profundo parece ser el daño.

Tomemos como ejemplo a dos de las actrices porno más famosas de Gran Bretaña, Bonnie Blue y Lily Phillips. Ambas han declarado que consumían pornografía antes de llegar a la adolescencia. Hasta que entró en vigor esta ley, utilizaban contenido explícito en las redes sociales para dirigir el tráfico hacia sitios web pornográficos de pago. Afortunadamente, ahora ese camino es menos accesible para la infancia.

No todos los niños que buscan o se topan con pornografía se convertirán en adictos, y no todas las niñas seguirán los pasos de Blue y Phillips. Pero algunos, que de otro modo serían adultos sanos y funcionales, sí lo harán.

Existe una preocupación legítima sobre cómo se podría utilizar la Ley de Seguridad en Línea para imponer la censura. Y en términos más generales, tanto si se trata de criminalizar la expresión como de abolir el juicio con jurado, el gobierno parece sospechosamente deseoso de robar a los ciudadanos nuestros derechos. Pero la pornografía no es sólo una cuestión de libertad: es una crisis de salud pública y de protección de la infancia. Nos dirigimos hacia un infierno en el que los niños se convierten en violadores y las niñas en víctimas. Ante esta distopía, preocuparse por los clips de protesta bloqueados o porque te pidan tu fecha de nacimiento es ridículo.

La verificación de la edad no es la panacea. No detendrá todos los daños. Pero puede proteger a algunas criaturas, y esa es razón más que suficiente para respaldarla. No dejemos que lo perfecto sea enemigo de lo que es tan evidente.

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