La jefa del extenso estudio dijo que los medicamentos no mejoraron la salud mental en los menores con trastornos de género y que el hallazgo podría ser utilizado como arma por los opositores al tratamiento.

Una influyente doctora y defensora de los tratamientos de género para adolescentes dijo que no había publicado un estudio muy esperado sobre fármacos que bloquean la pubertad debido al cargado ambiente político estadounidense.
La doctora, Johanna Olson-Kennedy, comenzó el estudio en 2015 como parte de un proyecto federal multimillonario más amplio sobre jóvenes (que se dicen) transgénero. Ella y sus colegas reclutaron a 95 menores de todo el país y los pusieron a tratamiento de bloqueadores de pubertad, que previenen cambios físicos permanentes -como los senos o una voz más grave- que podrían exacerbar su angustia de género, conocida como disforia.
Los investigadores hicieron un seguimiento de los y las menores durante dos años para comprobar si los tratamientos mejoraban su salud mental. Un estudio neerlandés más antiguo había descubierto que los bloqueadores de pubertad mejoraban el bienestar, resultados que inspiraron a clínicas de todo el mundo a recetar regularmente esos fármacos como parte de lo que ahora se denomina atención de afirmación del género.
Pero el ensayo estadounidense no encontró una tendencia similar, dijo la Dra. Olson-Kennedy en una extensa entrevista. Los bloqueadores de pubertad no condujeron a mejoras en la salud mental, dijo, muy probablemente porque las criaturas ya estaban bien al comenzar el estudio.
«Están en muy buena forma cuando llegan, y están en muy buena forma al cabo de dos años», dijo la Dra. Olson-Kennedy, que dirige la mayor clínica de género para jóvenes del país en el Hospital Infantil de Los Ángeles.
Esa conclusión parecía contradecir una descripción anterior del grupo, en la que la Dra. Olson-Kennedy y sus colegas señalaban que una cuarta parte de las y los adolescentes estaban deprimidos o tenían tendencias suicidas antes del tratamiento.
En los nueve años transcurridos desde que los Institutos Nacionales de Salud (N.I.H.) financiaron el estudio, y mientras la atención médica a este pequeño grupo de adolescentes se convertía en un tema candente de la política estadounidense, el equipo de la Dra. Olson-Kennedy no ha publicado los datos. Cuando se le preguntó por qué, dijo que los resultados podrían alimentar el tipo de ataques políticos que han llevado a prohibir los tratamientos de género para jóvenes en más de 20 estados, uno de los cuales será examinado próximamente por el Tribunal Supremo.
«No quiero que nuestro trabajo se convierta en un arma», afirma. «Tiene que ser preciso, claro y conciso. Y eso lleva tiempo».
Dijo que tenía intención de publicar los datos, pero que el equipo también se había retrasado porque N.I.H. había recortado parte de la financiación del proyecto. También atribuyó ese recorte a cuestiones políticas, algo que N.I.H. negó. (El proyecto más amplio ha recibido hasta la fecha 9,7 millones de dólares de ayuda gubernamental).

La Dra. Olson-Kennedy es una de las más firmes defensoras de los tratamientos de género para adolescentes y ha actuado como perito en muchas impugnaciones legales de prohibiciones estatales. Dijo que le preocupaba que los resultados del estudio pudieran utilizarse en los tribunales para argumentar que «no deberíamos utilizar bloqueadores porque no les afecta», refiriéndose a los adolescentes (que se dicen) transgénero.
Otros investigadores, sin embargo, se mostraron alarmados por la idea de retrasar unos resultados que tendrían implicaciones inmediatas para familias de todo el mundo.
«Comprendo el temor a que se convierta en un arma, pero es muy importante divulgar la ciencia», afirmó Amy Tishelman, psicóloga clínica y de investigación del Boston College y una de las investigadoras originales del estudio.
La Dra. Tishelman también señaló que, aunque los fármacos no produjeran mejoras psicológicas, podrían haber evitado que algunas de las criaturas empeoraran. «La ausencia de cambios no es necesariamente un hallazgo negativo; podría tener un aspecto preventivo», afirmó. «Simplemente no lo sabemos sin más investigación».
En las décadas de 1990 y 2000, médicos de los Países Bajos empezaron a estudiar a un pequeño grupo de menores que habían experimentado una intensa disforia de género desde la primera infancia. Para la mayoría de ellos, los sentimientos negativos se disiparon en la pubertad. Para otros, la pubertad les hacía sentirse peor.
A los que tenían problemas, los investigadores empezaron a recetar bloqueadores de pubertad, que se llevaban utilizando desde hacía tiempo para tratar a menores cuya pubertad empezaba inusualmente pronto. Los científicos neerlandeses pensaron que, al evitar los cambios permanentes de la pubertad, los adolescentes (que se dicen) transgénero se sentirían mejor psicológicamente y se adaptarían mejor a la sociedad cuando fueran adultos.
En 2011, los investigadores informaron sobre las primeras 70 criaturas tratadas con el llamado Protocolo Neerlandés. Se evaluaron minuciosamente a las criaturas para asegurarse de que tenían disforia persistente y progenitores que las apoyaran, y de que no padecían afecciones psiquiátricas graves que pudieran interferir con el tratamiento.
Estos pacientes mostraron algunas mejoras psicológicas tras el tratamiento con bloqueadores de pubertad: menos síntomas depresivos, así como descensos significativos en los problemas conductuales y emocionales. Todos los pacientes optaron por continuar su transición de género tomando testosterona o estrógenos.
Los resultados fueron muy influyentes incluso antes de que se publicaran, y se abrieron clínicas en todo el mundo para tratar a adolescentes (que se dicen) transgénero con bloqueadores de pubertad y hormonas.
En 2011, la clínica de género para jóvenes de Inglaterra intentó replicar los resultados neerlandeses con un estudio de 44 menores. Pero en una conferencia cinco años después, investigadores británicos informaron que los bloqueadores de pubertad no habían cambiado el bienestar de las y los voluntarios, ni las tasas de autolesiones. Esos resultados no se hicieron públicos hasta 2020, años después de que los bloqueadores de pubertad se hubieran convertido en el tratamiento estándar para menores con disforia de género en Inglaterra.
En 2020, el grupo de la Dra. Olson-Kennedy describió el perfil psicológico inicial de las criaturas inscritas en el estudio estadounidense sobre bloqueadores de pubertad, cuya edad media era de 11 años. Antes de empezar a tomar los fármacos, alrededor de una cuarta parte del grupo declaraba tener síntomas de depresión y una ansiedad significativa, y una cuarta parte afirmaba haber tenido alguna vez pensamientos suicidas. El 8% declaró haber intentado suicidarse.
En un informe de progreso presentado a N.I.H. en aquel momento, la Dra. Olson-Kennedy esbozó su hipótesis de cómo les iría a las criaturas después de dos años bajo tratamiento con bloqueadores de pubertad: que mostrarían «una disminución de los síntomas de depresión, ansiedad, síntomas de trauma, autolesiones y suicidalidad, y con el tiempo un aumento de la estima corporal y la calidad de vida».
Esa hipótesis no parece haberse confirmado. «Tienen una buena salud mental de media», afirmó la Dra. Olson-Kennedy en la entrevista con The New York Times. «No están en ningún rango preocupante, ni al principio ni al cabo de dos años». Reiteró esta idea varias veces.

Cuando se le pidió en correos electrónicos de seguimiento que aclarara cómo era posible que las criaturas tuvieran una buena salud mental inicial cuando sus conclusiones preliminares habían mostrado que una cuarta parte de ellos tenían problemas, la Dra. Olson-Kennedy dijo que, en la entrevista, se refería a promedios de datos y que aún estaba analizando el conjunto completo de datos.
La Dra. Hilary Cass, pediatra que este año publicó un extenso informe sobre los servicios de género para jóvenes en Inglaterra, dijo que los retrasos de los grupos de investigación estadounidenses y británicos habían llevado al público a creer que los bloqueadores de pubertad mejoraban la salud mental, a pesar de las escasas pruebas que respaldaban esa conclusión.
«Es muy importante obtener resultados para saber si son útiles o no, y para quién», afirmó la Dra. Cass.
Su informe halló escasas pruebas a favor de los bloqueantes de pubertad y señaló algunos riesgos, como retrasos en el crecimiento óseo y pérdida de fertilidad en algunos pacientes. El informe llevó al Servicio Nacional de Salud de Inglaterra a dejar de recetar estos fármacos fuera de un nuevo ensayo clínico, siguiendo el ejemplo de otros países europeos.
Un portavoz de N.I.H. declaró que, aunque la agencia suele fomentar la publicación de datos financiados por sus subvenciones, los investigadores deciden cómo y cuándo hacerlo.
Los colaboradores de la Dra. Olson-Kennedy tampoco han publicado aún los datos que recogieron sobre cómo afectaban los bloqueantes de pubertad al desarrollo óseo de las y los adolescentes.
Pero se han publicado muchos otros trabajos del proyecto N.I.H., incluido un estudio de 2023 sobre adolescentes mayores (que se dicen) transgénero y no binarios que tomaron estrógenos o testosterona para facilitar su transición de género. Tras dos años a tratamiento de hormonas, las y los voluntarios mostraron mejoras en su satisfacción vital y corporal, y las pacientes que tomaron testosterona mostraron descensos en depresión y ansiedad. (Dos de los 315 pacientes se suicidaron, una tasa muy superior a la de la población general).
La Dra. Olson-Kennedy señaló que la experiencia clínica de los médicos solía infravalorarse en los debates sobre la investigación. Ella ha prescrito bloqueadores de pubertad y tratamientos hormonales a niños, niñas y adolescentes (que se dicen) transgénero durante 17 años, dijo, y ha observado lo profundamente beneficiosos que pueden ser.
Aunque los estudios de N.I.H. son amplios, dijo, «son minúsculos comparados con la cantidad de gente a la que hemos atendido».
Añado un vídeo donde sale la Dra. Johanna Olson-Kennedy diciendo que los adolescentes son capaces de tomar decisiones razonables y lógicas. Y que si después de amputarte los pechos, si más tarde los quieres, puedes comprártelos:
6 respuestas
Muchas gracias por la traducción.
La organización (más bien, la mafia) a la que pertenece esta tipa, la WPATH, está bloqueando por las mismas razones la publicación de las revisiones sistemáticas que encargó a la universidad Johns Hopkins y está imponiéndose en la «guía de salud transgénero» que está preparando la OMS, entidad ya completamente capturada en esta dañina mentira global, tan exitosa.
Lo cuenta en un artículo del 30 de octubre, el BMJ, que es la única revista médica por la que a veces se cuela alguna visión crítica de este delirio porque el ámbito médico está bastante parasitado o guarda silencio cobardemente.
El artículo también habla de los juicios y las prohibiciones en USA, que se están llevando a cabo actualmente contra las directrices de la WAPTH para hormonar y mutilar a menores y que temen perder porque los resultados de las revisiones sistemáticas de los estudios científicos no les avalan. ¿Cómo se puede pretender hacer ciencia partiendo de una creencia? Es imposible. Y ya lo de no publicar si el resultado del estudio es negativo para determinados» intereses»… señalar que es una estrategia habitual en los estudios financiados con dinero de la industria médica.
«Dispute arises over World Professional Association for Transgender Health’s involvement in WHO’s trans health guideline»
https://www.bmj.com/content/387/bmj.q2227
Muchas gracias a ti por tus comentarios, siempre interesantísimos.
En Gringolandia hay mucho mengele suelto.
Mucho. Espero que acaben en la cárcel, que es lo que se merecen.
Queda claro que lo importante es el negocio y que la salud de las/os adolescentes carece de importancia.
Utilizar cobayas humanos para hacer un estudio y luego no publicarlo es de una bajeza moral difícil de calificar.
Imagínate qué clase de persona y qué clase de científica esconde un estudio porque los resultados no concuerdan con lo que le conviene. Un estudio que mutila menores, no tengo palabras. Lo describiste bien, Anselmo, es de una bajeza moral inclasificable.