Llevo dieciséis años dando conferencias sobre las religiones del mundo. Antes de esto, trabajé como periodista y a menudo escribía artículos e hice programas de radio sobre el cambiante panorama religioso de Irlanda.
Como alguien que está muy interesada en la religión, he notado que a medida que la Iglesia Católica está disminuyendo en importancia en Irlanda, están surgiendo nuevos sistemas de creencias para ocupar algunos de los espacios vacantes. Uno de ellos en particular, la teoría de la identidad de género, está ganando prominencia y convirtiéndose rápidamente en dominante.
La teoría de la identidad de género consiste en la creencia de que el género es una identidad o un sentido interno del yo que es independiente del cuerpo físico. Algunos sugieren que es la identidad de género en vez del sexo biológico, lo que debería tener prioridad en asuntos de derecho, sociedad y cultura. Esta teoría se utiliza, por ejemplo, para justificar el argumento de que los hombres biológicos que se identifican como mujeres deben competir en la categoría femenina en los deportes.
Estudio la religión desde lo que se llama una perspectiva fenomenológica. Esto implica poner aparte mis propias creencias personales para tratar de entender la religión desde la perspectiva del creyente sin juzgar lo que reivindican como la verdad. El enfoque se puede resumir en las palabras de Ninian Smart, quien escribió «dios es real para los cristianos, exista o no».
En los últimos veinte años, el enfoque fenomenológico me ha funcionado bien. He viajado a Pakistán, donde he visitado madrazas islámicas. He dejado pedazos de papel en las grietas del Muro Occidental en Jerusalén, he visitado Cisjordania y Belén, he ido en dos viajes de estudio del Holocausto a Auschwitz. He participado en retiros budistas zen y en festivales hindúes. He asistido a los servicios pentecostales africanos en almacenes de polígonos industriales, he ayunado para el Ramadán y he roto el ayuno con los musulmanes en las mezquitas.
He asistido a las plegarias del Shabat en las sinagogas de Dublín y he meditado en ‘Dzogchen Beara’, el centro de retiro budista en el oeste de Cork. Me he alojado con las monjas en el monasterio de Glencairn en el condado de Waterford y he participado en una celebración pagana del Primero de Mayo en la Colina de Tara que consiste en esparcir pétalos de rosa blanca en un pentagrama con las líneas marcadas en la hierba. He bailado con brujas en el castillo de Clonegal en el condado de Wexford y me he asomado al pozo sagrado en la mazmorra del castillo que, en aquel momento, era un «Templo de Isis». He entrevistado a miembros de la Irlanda atea y de la Iglesia de Cienciología
Gente de todas esas religiones y sistemas de creencias me permitieron entrar en sus mundos sin obligarme a participar o creer. Sin embargo, hoy en día, en Irlanda, cuando se trata de la teoría de la identidad de género, se está volviendo difícil adoptar la perspectiva fenomenológica, ya que existe una creciente presión para aceptar esta teoría acríticamente.
Aunque no existe un concepto de lo divino en la teoría de la identidad de género, hay elementos que podrían considerarse religiosos. Hay símbolos, cantos, banderas, desfiles y días «santos». Existe una creencia en lo que podría denominarse transubstanciación donde se cree que la sustancia del cuerpo cambia de un sexo a otro. La creencia en la identidad de género implica un nivel de fe, ya que no hay nada tangible que pruebe su existencia que, como algo divorciado del cuerpo físico, es similar a la idea de un alma.
La idea de hereje o infiel también es relevante. Personas y organizaciones que no se suscriben a la teoría de la identidad de género, o que la critican públicamente o incluso la cuestionan, han sido denunciadas o condenadas al ostracismo, y productos y publicaciones boicoteados. Los destransicionadores, que ya no se suscriben a la teoría, son similares a los apóstatas.
La teoría también implica un código moral y un credo que se centra en los conceptos de igualdad, diversidad e inclusión. Hay un clero en forma de gente de organizaciones que promueven la teoría y que dan «sermones» en capacitaciones y talleres. Algunas personas señalan su adhesión a la teoría mediante el uso de ciertas palabras o frases o mediante la inclusión de pronombres (como «él/ he/him») en las firmas de correo electrónico o en los perfiles públicos en línea.
La teoría de la identidad de género es cada vez más evidente en las políticas y publicaciones del gobierno irlandés. Un cuestionario publicado recientemente por la Autoridad de Educación Superior de Irlanda preguntaba: «¿Con qué género (si alguno) se identifica más?» pero no preguntaba sobre el sexo biológico.
La Oficina Central de Estadísticas de Irlanda aconsejó a los que completan el formulario del Censo de 2022 que marquen tanto masculino como femenino si se sienten incómodos eligiendo uno.
El Servicio Irlandés de Transfusión de Sangre ha pedido a los donantes de sangre que marquen «sí» o «no» a la pregunta «¿Su género actual es diferente del que se le asignó al nacer?» Se han impartido cursos de capacitación y talleres sobre identidad de género en todos los niveles del sistema educativo.
Sugerir que la teoría de la identidad de género es una nueva religión no es denigrar la teoría. Mi objetivo, como fenomenóloga, es comprender la creencia y sus prácticas asociadas sin hacer declaraciones de valor sobre su verdad. Entiendo que la identidad de género es real para las personas que creen en ella.
Sin embargo, me preocupa lo rápido y profundamente que esta teoría se está integrando a nivel gubernamental y lo que a mí me parece la aparición de una creciente compulsión a creer.