Viudas trans, tecnología y la desestigmatización de la autoginefilia («transexualismo»).

La raíz de la emergente industria de género es un fetiche sexual de hombres adultos conocido como autoginefilia (AGP), antes llamado transexualismo. AGP es un fetiche sexual que codicia la biología femenina. Esta es la erotización de las mujeres como objetos que vemos en las industrias del sexo llevadas a su cenit. El «transgenerismo» es la marca corporativa y la politización de este fetiche con fines de lucro e ingeniería humana. El pináculo de este fetiche, que está resultando en la normalización de la autoginefilia en la sociedad, es el borrado de la mujer. Este fetiche solía expresarse a través de la apropiación de lo que culturalmente se consideraba atuendo femenino (fetichismo travesti). Debido a los avances en la tecnología, esto ha crecido hasta la apropiación de la biología femenina en sí misma. Si la apropiación de los cuerpos de las mujeres es aceptada como «tratamiento médico» para aliviar el fetiche de los hombres, su homofobia internalizada, sus problemas mentales y/o su autoexpresión, las mujeres dejamos de existir por nosotras mismas como seres totalmente sexuados.

Y de eso va la industria del género. El borrado de las mujeres se ha convertido en la finalidad de la industria del sexo. Las mujeres se convierten en lo que cualquiera dice que son. No tienen integridad porque se quedan sin límites en torno a su realidad sexuada. Éste es el límite más importante que cualquier humano puede tener, que es lo que hace que la violación sea un acto tan atroz. 

 

Las «viudas trans», mujeres que estuvieron casadas con hombres con el fetiche de AGP, hombres que hacen performances de la realidad sexuada de sus esposas, han sido marginadas y silenciadas incluso más allá de la censura de otras mujeres que discuten este tema. Son las precursoras  de lo que le está sucediendo a la sociedad con la normalización de AGP. Habiendo vivido con hombres que tienen este fetiche, tienen mucho que decirnos sobre a dónde nos está llevando la desestigmatización de este fetiche. Permitir la incursión de la realidad sexuada de las mujeres, por parte de hombres que buscan poseer a las mujeres, convertirse en mujeres y borrarlas, conducirá al borrado y la degradación de la humanidad misma. Las mujeres son la mitad de la especie humana. Cuando somos degradadas y borradas, la humanidad cae con nosotras.

 

La aceptación social y legal de hombres que van por la vida vistiéndose de la biología de las mujeres como si ésta fuese un disfraz, está causando destrucción en todos los frentes. Está reorganizando el orden social para acomodar la peligrosa mentira de que las personas pueden cambiar de sexo, desencadenando un contagio social de jóvenes que expresan una repulsión hacia su anatomía sexuada y dinamizando un mercado que capitaliza el contagio. Está llevando al borrado social de las mujeres en el lenguaje y la ley, y a la deconstrucción literal de las mujeres.

 

Esto se va a poner aún peor.

 

El porno es la industria, la tierra que ha sido abonada con esta iteración actual de la degradación humana de las mujeres. Es una industria global de 35 mil millones de dólares al año y en crecimiento, que permite a cualquier niño de ocho años con acceso a Internet o a un teléfono móvil, admisión incontrolada a imágenes de mujeres como objetos sexuales. El porno de la década de los 50 está pasado de moda. En su lugar, tenemos mujeres que son violadas, asfixiadas, escupidas, penetradas por múltiples hombres, que comen de platos para perros y que son humilladas por el placer sexual y el beneficio de hombres y niños.

 

Los rápidos avances en tecnología e IA (Inteligencia Artificial) han hecho que la degradación sexual de las mujeres sea tan omnipresente en nuestro orden social que ya no la vemos, lo que ha hecho que la gente se trague que sea un derecho humano de los hombres el andar por ahí haciendo una performance de nuestra realidad sexuada. No vemos que estamos siendo impactadas (traumatizadas) emocional, psicológica y sexualmente como especie.

 

Una vez que la tecnología creó la posibilidad de satisfacer el fetiche de los hombres de desear poseer la biología de las mujeres, mediante la creación de cirugías y hormonas sintéticas para permitirles usar facsímiles de anatomía femenina, este fetiche detonó en lo que ahora es la industria del género: la venta de la disociación corporal como estilo de vida, la aceptación casual de mutilar el sexo para la identidad y la expresión, la aparición de cientos de «clínicas de género» para controlar el sexo de los niños, la creación de un complejo tecnomédico (TMC) de ganancias, desde «clínicas de género» y una vida de medicalización, hasta Big Fertility (para ayudar a los jóvenes a tener hijos una vez que han sido esterilizados por su «identidad»).

 

El crecimiento exponencial de esta industria para reorganizar las características sexuales humanas (incluida la eliminación de genitales o la adición de un juego de genitales mientras se mantiene otro) ya se está proyectando. ¿Qué pasará con la humanidad con nuevos avances en la tecnología?

 

Las identidades sexuales sintéticas comercializadas como un desafío al binarismo del dimorfismo sexual ya se están promoviendo en los planes de estudio de las escuelas primarias, en las plataformas de redes sociales de los niños, en las universidades, las corporaciones, los gobiernos, Hollywood, en todos los medios de comunicación convencionales que se cruzan con el TMC y en las facultades de medicina.

 

La élite masculina está invadiendo, colonizando y ocupando la biología femenina a través de las industrias de subrogación y género, de la misma manera que un AGP intenta ocupar la biología de su esposa. El avance de este proceso está ocurriendo a través de desarrollos tecnológicos y porque nuestro mercado se lleva la riqueza a la cima de la sociedad (este proceso es inherente al capitalismo) donde unos pocos hombres son capaces de controlar al resto de nosotros con su riqueza. Algunos de estos hombres tienen el fetiche de AGP y están tratando de usurpar el poder reproductivo de las mujeres (aquí en español)con la tecnología mediante la normalización de su fetiche en la sociedad y dentro del mercado capitalista. Ahora que este fetiche es parte del mercado, otras élites se están beneficiando de las industrias, como lo han hecho de los otros aspectos de la industria del sexo.

Las viudas trans viven en un microcosmos pornificado de este macrocosmos. Cuando se les permite tener una voz, denuncian el abuso psicológico perpetrado por sus parejas, el trauma causado a sí mismas y a sus hijos, la luz de gas y el narcisismo de su pareja, la disonancia cognitiva de amar a alguien íntimamente que de repente busca apropiarse de tu humanidad físicamente sexuada, sentimientos de intensa violación de los límites de su persona, que están siendo apoyados por la cultura en general, para que piensen que son ellas las que están locas. 

Esto es lo que le está sucediendo a la sociedad en general a medida que esta élite masculina con este fetiche cuya riqueza e intención de tomar lo que no les pertenece, se unen. Se nos está haciendo creer que se trata de derechos humanos, que el sufrimiento causado por esta parafilia y el deseo de poseer la biología femenina prevalece sobre todo y sobre todos los demás en la sociedad, incluidas las leyes naturales y hechas por el hombre por las que vivimos. Se nos está haciendo creer que estamos locos y que somos unos infames intolerantes si no lo aceptamos.

 

¿Somos nosotras las locas?

 

Familias enteras están siendo destruidas por todos lados por culpa de este fetiche y la sociedad también será destruida. Mientras estos hombres son elogiados y exhibidos en los principales medios de comunicación (controlados por el TMC), (aquí en español), a las viudas trans se las censura y se las vuelve invisibles, como a las mujeres que se atreven a hablar públicamente sobre el abuso de permitir que este fetiche nos controle socialmente.

 

AGP, Disociación Corporal, Tecnología y Comercio

Normalizar la AGP normaliza la cosificación de las mujeres hasta el punto de borrarlas. Las mujeres, como ya estamos viendo, están siendo usurpadas social y políticamente por hombres que ganan sus premios, sus deportes, reclamándolos como su propia entidad física. Esto normaliza la disociación corporal. Ésta es la importante raíz de la industria del género, que nos lleva a una realidad sintética, desexuada, que es post-humana.

 

El hombre más rico del mundo, Elon Musk (el valor económico de Musk es de 223 mil millones de dólares) habló recientemente acerca de nuestra creciente capacidad de descargar nuestros recuerdos y personalidades en un robot, cosa que ya hacemos al subcontratar gran parte de nuestras mentes a nuestros teléfonos y ordenadores a través de imágenes y videos, lo que nos permite hacer cosas que se habrían considerado magia hace muy poco tiempo. «Desde luego que no quiero tener nada que pueda ser potencialmente dañino para la humanidad», dijo Musk. «Pero los robots humanoides ya están ahí. El ritmo del progreso de la IA es muy rápido», advierte. Estos desarrollos sociales, políticos y económicos están ocurriendo simultáneamente con la desestigmatización de AGP dentro del mundo corporativo y político. La aceptación social del transexualismo y su cambio de imagen a «transgenerismo» sistematiza nuestro distanciamiento de la realidad sexuada y del resto de la biosfera.

 

El Instituto de Ingeniería y Tecnología Biomédica de Suzhou de China ha creado un sistema que podría cuidar embriones en úteros artificiales simulados.

 

A medida que la aceptación social de la AGP (autoginefilia) normaliza la desconexión de nuestra realidad sexuada, el cuerpo humano está siendo reescrito por el TCM (complejo tecnomédico) con la creación de un cuerpo sintético, del sexo opuesto (o sin sexo, o ambos sexos), para engañar al público. Los instintos del público, al igual que los instintos de las viudas trans, contra esta violación de los límites de su sexo, están siendo anulados con la exposición constante a este fetiche bajo el disfraz de un movimiento de derechos humanos. «Las mujeres trans son mujeres», es un mantra repetitivo al que el público ha estado expuesto durante casi una década. El AGP le dice a su esposa que nada ha cambiado, que él sigue siendo la misma persona y que no hay nada de malo en que se presenten juntos como una pareja del mismo sexo. A nosotros, como sociedad, el TMC y su portavoz de los principales medios de comunicación (aquí en español) nos están haciendo luz de gas diciéndonos que la sociedad está siendo reformada, que las leyes se están cambiando para apoyar una mentira sobre el sexo humano para proteger los sentimientos de las personas, que comerciar con el sexo y los genitales es solo otro estilo de vida. Es progresivo.

 

El transhumanismo y la industria del género

Martine Rothblatt, el hombre que escribió el primer proyecto de ley de género, es un reconocido transexual y transhumanista. Habla a menudo sobre la tecno-religión del transhumanismo y su relación con el «transgenerismo». Está metido en genética, nanotecnología, IA y el avance de las tecnologías reproductivas que separan el dimorfismo sexual humano y las mujeres de la reproducción. Rothblatt habla a menudo en OutLeadership, el brazo empresarial de la comunidad LGBT, y ha creado un robot facsímil de su esposa. Rothblatt cree que viviremos en una singularidad, como datos dentro de una red de ciberconciencia (una extensión de lo que Mark Zuckerberg, propietario de Facebook, llama un metaverso), en un futuro no muy lejano. La singularidad se describe en un libro del amigo e inspiración de Rothblatt, Ray Kurzweil.

 

Ray Kurzweil de Google es otro futurista y transhumanista con una predilección por IA, la prolongación de la vida, la genética, la nanotecnología y la robótica. Google ha donado millones de dólares para el Proyecto Trevor, supuestamente la organización de prevención del suicidio e intervención en situaciones de crisis más grande del mundo para jóvenes LGBTQ +, con ingresos que superan los 35 millones de dólares. El Proyecto Trevor, al igual que otras organizaciones LGBT financiadas por Google, también está financiado por muchas de las mismas corporaciones y gigantes farmacéuticos, como Abbvie, Gilead, Johnson & Johnson y Bristol Meyers Squibb que invierten en la industria del género.

 

Debemos escuchar lo que las «viudas trans» están tratando de decirnos sobre la incapacidad de sus ex maridos para verlas como seres humanos autónomos, y solo como meros accesorios a su fetiche.

 

Sin conectar los puntos entre la industria del sexo, la industria del género, el complejo tecnomédico, el futurismo y los hombres más poderosos del mundo, no podemos entender la deconstrucción que están experimentando las mujeres en el lenguaje y las leyes. No es solo nuestra clase sexual la que las élites están deconstruyendo, los espacios sociales de las mujeres, el lenguaje con el que nos describimos, sino la biología y las capacidades reproductivas de las mujeres, con fines de lucro y para satisfacer el deseo de algunos hombres de poseer la biología femenina. Si aceptamos la disociación de la realidad que está siendo cultivada por la normalización de AGP, puede que ya no podamos recuperar nunca nuestra amada humanidad.

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