Lavapiés, Madrid, 19 de diciembre de 2024
Querida Nuria,
Aprovecho este tema que expones (Cómo el Reino Unido se convirtió en la «capital occidental» de los tribunales de la sharía) vinculándolo a la realidad que hay en Madrid, en concreto, Lavapiés; ese laboratorio cultural, crisol de toda la podredumbre humana, barrio en el que vivo (no por mucho tiempo) y que, después del COVID, ha ido cayendo en picado sin frenos.
En los pocos metros cuadrados que tiene este pequeño barrio madrileño, hay, si no me equivoco, 82 nacionalidades. Los varones superan por goleada al número de mujeres del barrio y la mayoría, además de los progres de izquierdas, son inmigrantes ilegales musulmanes.
Hay una mezquita a 50 metros de mi casa y ha ido creciendo en la manzana fagocitando hasta la Iglesia Evangélica colindante, desaparecida ya (han conseguido echar a los gitanos de su propio barrio, inaudito). Curiosamente, desde el verano, no paran de llegar más inmigrantes y también se ha abierto un centro de la Cruz Roja a pocos metros de esa mezquita (que no es, ni de lejos, la única que tenemos).
La inseguridad, el ruido, los gritos y peleas, la droga, el alcohol y un montón de hombres sin oficio ni beneficio todo el día en la calle, no es una buena combinación.
Frente a casa hay un colegio de monjas donde cada mañana aparecen mayoritariamente un 80% de niños africanos y asiáticos musulmanes acompañados de mujeres a las que no se les ve nunca el rostro o fuera de casa en ese horario escolar. Un barrio degradado que enseña y naturaliza a los menores a defecar y orinar en la calle por extranjeros adultos, en concreto en la misma puerta del colegio. Drogarse en la misma puerta del colegio. Trapichear o darse de hostias en la misma puerta del colegio…
Y cada vez son más y se vienen más arriba porque saben que a las personas de la calle, nos dan miedo.
Gritan para saludarse, gritan para despedirse, gritan para pegarse (Vídeo desde el balcón). Nunca sabes cuando salta un polvorín en cualquier momento. Coches patrulla y sirenas son la tónica general diaria. No salgo de casa a partir de que anochezca por seguridad, que además ya van bien «cargaditos» del día y están más desatados. Claramente, están siendo de facto mayoría y nos imponen y condicionan indirectamente. En cuanto haya más, se organizarán y copiarán el mismo modelo que presentas en el artículo y que también hay en otros países europeos y EE. UU.
El reemplazo es real: todos los recursos de la izqueerda van a su santa trinidad: transgenerismo, islamismo y ecologismo. Al final, todos los «ismos» de la izquierda han sido fagocitados y mercantilizados por su propia agenda y lo que más me molesta (y duele), es que suelen ser las feministas las que pretenden hacerme luz de gas cuando les comento algo que ha pasado en mi barrio. La respuesta es de negación de la realidad tangible que YO sí vivo, no ellas, que no conviven a diario con la miseria. Pero el dogma de la izquierda, parece que se impone sobre el dato, superponiéndolo con su relato.
Las mujeres sí que deberían aprender defensa personal y empezar a dejar de utilizar también al feminismo como etiqueta en vez de sanar las taras que deja el vivir y el nacer mujer y el buenismo imperante. Tanto apoyo a Hamás y lo que el mundo musulmán hace a las niñas, niños y mujeres, es una aberración. Luego nos extrañaremos de que la Sharía llegue a nuestro país y cualquier imbécil se crea con derecho a decirnos cómo vestir, vivir o actuar. Los derechos de las mujeres musulmanas, ¿dónde están? Abocadas a vivir bajo un mandato patriarcal y misógino, incluso legalmente en un país presuntamente desarrollado.
Me quieren hacer creer que esto es progreso… He crecido con campañas del gobierno donde se animaba a las niñas a que fueran científicas, deportistas, lo que ellas quisieran y a mis casi cincuenta, me siento más costreñida que nunca por propio sentido común y seguridad. Harta de la romantización de la miseria, la amoralidad, la perversión y que si en toda sociedad hay en cualquier grado, en religiones medievales siguen vigentes y en pleno apogeo, representando lo retrógrado y un mundo en el que nadie quiere vivir, al menos no mujeres sanas emocionalmente y libres.
Lo que está haciendo la izquierda con estos nuevos ciudadanos, es lo mismo que hizo Fidel Castro con los Marielitos: habiendo llegado a un acuerdo donde Castro hacía un alarde de apertura en su dictadura para conseguir un levantamiento de las restricciones norteamericanas, vació psiquiátricos y cárceles y eligió a los hombres más peligrosos y se los mandó a los americanos, que no sabían la que les venía encima con los nuevos ciudadanos. La agitación y propaganda, la crearon los comunistas y la manejan de maravilla, tanto que saben que a la mayor parte de la gente le gusta sentirse moralmente superiores aun cuando estén sacrificando algo suyo, y se aprovechan de ello.
Veo como están el Reino Unido, Francia y Alemania y se me ponen los vellos de punta, no quiero que España se incluya en ese vertedero. Españoles empobrecidos y sin ayudas, mientras que indocumentados se atreven a exigir menús halales… ¡De no creer! Y si Pedro Sánchez tuviese el tiempo suficiente antes de que le estalle algún escándalo más, sería capaz de implementar más medidas como los países donde esto ya ocurre.
Despertemos ya de esta alucinación colectiva y empecemos a proteger nuestros derechos, nuestras vidas y nuestro futuro.
Gracias por darme espacio para expresar mi opinión.
Un cariñoso abrazo
PS: hoy estaban gritando tan fuerte en un punto, que dejé de grabar y bajé las persianas, porque no sabía si se ponían a tirarse cosas. Llevo encerrada casi tres semanas, sólo saliendo lo justo al supermercado. Están muy arriba. Nadie en la calle. Ni niños, ni nada.
Marta.
10 respuestas
Vivo en Barcelona y trabajo en el barrio del Raval. Si no estamos en el punto que Marta describe de Lavapiés, poco nos falta.
La presencia policial es continua. Pero ellos son más. Y han perdido el respeto a nuestras fuerzas policiales a las que insultan y de las que se mofan porque saben que nada va a pasarles.
El trapicheo a plena luz del día, las miradas amenazantes y las amenzas si les recriminas por algo que no deberían hacer, nuestro pan de cada día.
Peleas, gritos, escupitajos, basuras fuera de los contenedores…
Siempre hay montones de hombres inactivos, pululando o sentados al sol. ¿Y las mujeres? A las mujeres únicamente las ves, veladas o directamente sepultadas bajo túnicas negras, a las horas de ir a dejar o a recoger a los hijos de la escuela y haciendo cola en el local de entrega de comida solidaria .
Las tiendas de la zona, todas regentadas por ellos, casi todas con el mismo nombre, siempre vacías. Tiendas de telefónos donde no te venden un teléfono si entras a comprarlo. «Supermercados» de 24 horas en los que no ves nunca clientes, y los productos que venden son del Lidl, o del Aldi. Tiendas de comestibles que no cumplen las mínimas normas sanitarias exigibles y exigidas.
Pero soy racista por señalarlo. Por verlo incluso. Soy poco inclusiva, poco solidaria. Soy moralmente inferior por no estar conforme, por no aceptar la degradación de mi ciudad.
Me parece un horror lo que describes, así están zonas de Londres, París e incontables ciudades. Dentro de unos años dejarán de señalarnos por advertir que nos están REEMPLAZANDO, pero será demasiado tarde.
Estoy muy harta de las etiquetas que nos cuelgan por hablar de lo que ven nuestros ojos, yo, por mi parte, no puedo evitar ponerles la de «estúpidos». Porque su ceguera selectiva nos afecta a todas.
Un abrazo, Sara, y gracias por tu testimonio. Te deseo coraje.
En mi barrio del extrarradio de Madrid (perdón por la redundancia), el comercio local de toda la vida ha sido no sustituido sino destruido por: bazares chinos, bares chinos, tiendas chinas de conveniencia extremadamente sucias que viven del alcoholismo de los sudamericanos y los nacionales, fruterías de marroquíes o paquistaníes o lo que sean, con fruta pocha a precio exhorbitante, locutorios, peluquerías, tiendas de manicura y barberías que han crecido como setas, abiertas a deshoras (no hay tanta uña ni tanta barba para ese aluvión de locales), kebaps, tiendas chinas de ropa barata, etc. Hace 20 años casi todo el comercio del barrio era de gente del barrio. Ahora te tienes que ir a una gran superficie o a un «barrio bien» si quieres comprar cosas de una calidad normal, no baratijas o basura.
Además muchos de esos nuevos «negocios» tienen toda la pinta de ser tapaderas de blanqueo. No ves a casi nadie entrar, la fruta está medio podrida, los productos electrónicos son basura… Desde luego muchos de ellos no viven de vender.
Aún quedan algunas tiendas de verdad, pero son las menos.
Llamar barrio a esto donde vivimos es una broma. Lo que no consiguió la droga en los 80 / 90 , destruir los barrios populares, lo está consiguiendo el globalismo y el multiculturalismo.
Mucho ánimo a la compañera de Lavapiés. Yo viví allí 2 años en los 90 y todavía quedaba la gente castiza de toda la vida, venida de toda España, pero ya por entonces muchos locales estaban tomados por los comerciantes chinos de telas, pues había que suministrar género a los cientos de talleres ilegales de ropa de la ciudad.
Curiosamente Lavapiés también es un barrio gentrificado. El multiculturalismo y la gentrificación van de la mano; para que los pijos vivan su ocio en restaurantes y bares «típicos» peruanos, hindúes, chinos, o lo que sea hay detrás un montón de trabajadores extranjeros mal pagados y muchos inmigrantes sin papeles. Pero luego los niños bien se vuelven a sus urbanizaciones y el multiculturalismo se lo dejan a los demás.
Lo vi en Valencia también, barrios donde el Multiculturalismo se mezcla con la Diversidad.
Gracias a las dos publicar esto. Ayuda y mucho a unirnos a vuestro testimonio y hablar con libertad de algo que lo vemos llegar o que está ya encima. Abrazos.
Gracias por tus palabras, Ana. Estoy convencida de que el testimonio de Marta ayudará a que alguna se aclare las ideas y se dé cuenta de que lo que está pasando es una invasión descontrolada que nos está desplazando. ¿Cuántas han tenido que mudarse, porque su barrio o su ciudad es invivible? ¿Y no podemos hablar de ello? Me enfurece.
Abrazos de vuelta.
Muchas gracias por el artículo.
Comparto tu preocupación, es tremendo lo que está pasando. Hace unas semanas visité con un grupo cultural la mezquita de la M 30 de Madrid y la guía, una mujer joven velada, se atrevió a decir que la religión musulmana es la que más protege y respeta a las mujeres. La rebate y recibí la crítica de mi profesora, porque «no tocaba salvar el mundo». Me apoyaron, en privado, algunas compañeras. Muchos frentes tenemos.
Malos tiempos.
Es otro tipo de censura, no nos permiten ni pensar en que está mal, imagínate expresarlo. ¿Cómo se atreven?
Qué frustrante tu experiencia.
Un abrazo, Marisa.
De nuevo gracias por dar voz a las mujeres. Espero que pueda ayudar a reflexionar a algunas y que no se sientan solas tantas como yo: ni están locas, ni son racistas, es lo que ven y viven
Un fortísimo y cariñoso abrazo, querida Nuria
Queridísima Marta, muchas gracias por haberlo escrito y por dejarme publicarlo. Estoy segura de que después de leerlo, algunas se darán permiso a sí mismas para pensar en lo que realmente sienten, no en lo que deben sentir. Y eso es una liberación.
Un abrazo enorme.