Las mayores instituciones financieras del mundo, en alianza con las grandes farmacéuticas, se han embarcado en una campaña global para normalizar la disociación corporal y la deconstrucción de la reproducción sexual humana.
Dos empresas de gestión de activos – BlackRock y Vanguard – están en la cima de este impulso. Jennifer Bilek ha analizado aquí cómo estas dos empresas utilizan la influencia de sus inversiones para impulsar la ideología de la «identidad de género». Se trata de una ideología que niega la realidad material pero que crea numerosas nuevas oportunidades de lucro. En primer lugar, construyendo «identidades» artificiales que segmentan el mercado en nuevas (y muy rentables) oportunidades de venta. Y en segundo lugar, fomentando la disociación corporal que posibilita la mercantilización de nuestros cuerpos sexuados y permite que florezca la industria de los vientres de alquiler, altamente explotadora y rentable.
BlackRock y Vanguard tienen su sede en Estados Unidos, pero su alcance es mundial. En el Reino Unido gestionan entre el 8% y el 9% de las acciones de tres de los cuatro principales bancos: Barclays, Lloyds y HSBC. No son accionistas pasivos. Larry Fink, Consejero Delegado de BlackRock, dejó claro en su Carta a los Directores Ejecutivos 2022, que «el capitalismo tiene el poder de moldear la sociedad y actuar como un poderoso catalizador del cambio». Promover la ideología de género es una de las formas en las que Fink utiliza ese poder. Me topé con BlackRock por primera vez cuando investigaba sobre Just Like Us (Igual que Nosotros), una organización benéfica LGBT+ que promueve la disociación corporal entre los niños de primaria en el Reino Unido. Me intrigó el hecho de que BlackRock fuera una de las principales empresas patrocinadoras de Just Like Us, y me sorprendió saber no sólo que BlackRock es uno de los principales inversores de AbbVie, el proveedor de Lupron, el fármaco que bloquea la pubertad, sino que su consejero delegado, Larry Fink, es copresidente del consejo de administración de un hospital neoyorquino muy implicado en lo que denomina «intervenciones médicas de reafirmación de género» (en lenguaje coloquial, construcción química y quirúrgica de identidades sexuales sintéticas) para jóvenes.
Las iniciativas políticas de gestores de activos como BlackRock y Vanguard en Estados Unidos se extienden a los bancos minoristas en Europa. Aquí, la política más reciente es la desbancarización, es decir, negar el acceso a los servicios de transferencia de dinero a quienes se oponen a la industria del género.
«Hacer lo correcto» (Países Bajos 2021)
En noviembre de 2021, me enteré por Twitter de que un banco había cerrado la cuenta de una organización feminista holandesa, Voorzij (Para Ella), porque sus actividades «no coinciden con lo que defendemos como empresa». El banco, bunq («Banco de los Libres») dejó clara su postura en un hilo de Twitter y en un comunicado de prensa, traducido aquí al inglés, en donde decía: «El banco cree que la fundación (Voorzij) discrimina a las mujeres trans al no defender sus intereses».
bunq, como muchos bancos, disfraza su apoyo a la industria del género fingiendo que lo que promueve es la responsabilidad social y los derechos humanos. Su Informe de Gestión 2022 afirma que «nuestros usuarios confían en nosotros para seguir permitiéndoles crecer, contribuir y hacerles la vida más fácil …. como siempre, hacer lo correcto es la única guía en la que hemos confiado desde nuestros inicios.» Es un signo de los tiempos que «hacer lo correcto», para una institución supuestamente «progresista», se entienda como un intento de cerrar una organización feminista, en un país donde a las mujeres no se les permitió tener una cuenta bancaria hasta 1956.
Darme cuenta de lo fácil que era para un banco utilizar su poder para arrebatar a las mujeres la independencia financiera que tan recientemente habían adquirido fue un shock. Esperaba, ingenuamente, que se tratara solo de un banco «desafiante», en un país, y que hubiera muchos bancos minoristas que no actuaran de esta manera. Subestimé las ambiciones globales de bunq, que tiene 10 años: no solo opera en los Países Bajos, sino también en otros países de la UE, y este año ha solicitado licencias bancarias en Estados Unidos y el Reino Unido. También subestimé hasta qué punto otros bancos adoptarían políticas de exclusión similares.
«Hacer lo justo» (UK 2022-3)
En junio de 2022, el banco Halifax del Reino Unido (que pertenece a Lloyd’s Bank) publicó un tuit que decía simplemente «Los pronombres importan, #ItsAPeopleThing«, con una foto de una chapa con el nombre, «Gemma (she/her/hers)» («Gemma (ella)»).
Varias personas respondieron cuestionando las prioridades del banco.
De vez en cuando, a lo largo del día, los empleados de Halifax dejaron caer algunas explicaciones, entre ellas:
«Queremos crear un entorno seguro y de aceptación que abra una conversación sobre la identidad de género. Nos importan las preferencias individuales de nuestros clientes y compañeros. Para nosotros, es una solución muy sencilla a la malgenerización accidental».
«Llevar pronombres es completamente opcional. Ofrecemos a nuestros compañeros la posibilidad de elegir porque entendemos lo importante que es crear un entorno seguro y acogedor que normalice la conversación en torno a la identidad de género.»
A medida que avanzaba el día, cada vez más clientes se preguntaban por qué el banco tenía tanto interés en normalizar «la conversación en torno a la identidad de género». Finalmente, cuando un cliente preguntó simplemente «¿Por qué intentan alienar a la gente?», la respuesta de Halifax se volvió más hostil:
«Nos esforzamos por la inclusión, la igualdad y, sencillamente, en hacer lo correcto. Si no está de acuerdo con nuestros valores, puede cerrar su cuenta».
Al día siguiente, un tuit del banco rival HSBC se sumó al apoyo, no a los clientes críticos, sino a Halifax:
«Apoyamos a todos los bancos que se unen a nosotros para dar este paso positivo en favor de la igualdad y la inclusión. Es vital que todas las personas puedan ser ellas mismas en el lugar de trabajo».
Está claro que la preocupación por las preferencias individuales de los clientes no se extiende a las preferencias de los clientes por servicios bancarios que les permitan no mentir sobre el sexo de un empleado. De nuevo, como en el caso de bunq en los Países Bajos, el hecho de que estén protegiendo los intereses de la industria del sexo se disfraza fingiendo que sus políticas se basan en una preocupación por los derechos humanos.
Soborno y corrupción
Poco tiempo después, los bancos británicos pasaron de invitar a los clientes a cerrar sus cuentas si no les gustaban los valores del banco, a cerrar las cuentas de los clientes si al banco no le gustaban los valores del cliente. Excepto que en realidad no se trata de valores. Se trata de silenciar a los críticos.
El cierre de cuentas bancarias saltó a los titulares en junio de 2023, cuando el ex líder de UKIP (enlace aclaratorio en español aquí) y ex diputado Nigel Farage reveló que sus cuentas bancarias habían sido cerradas. Reconoció que podía haber sido identificado como PEP (Persona Políticamente Expuesta, un político de alto perfil considerado en riesgo de soborno o corrupción). Sugirió, sin embargo, que era posible que su cuenta hubiera sido cerrada porque a los bancos no les gustaba el Brexit y le culpaban por ello.
Coutts, el banco de Farage, alegó inicialmente que las cuentas se habían cerrado porque exigía un saldo mínimo de 3 millones de libras en ahorros, o 1 millón en préstamos, y el saldo de Farage había caído por debajo. Pero Farage obtuvo un documento de Coutts en el que se afirmaba que sus opiniones «no coinciden con nuestros valores» y se sugería que el hecho de que tuviera una cuenta con ellos «supone un riesgo material y permanente para la reputación del banco». Sus opiniones públicas son contrarias a nuestra posición de organización integradora». Quedó claro que tener un saldo inferior al mínimo exigido no fue la única razón por la que se cerraron las cuentas de Farage.
A raíz de la enorme publicidad que Farage generó sobre sus cuentas bancarias, surgieron pruebas de que los bancos estaban cerrando las cuentas de una serie de personas y organizaciones que no están en la liga de Farage desde el punto de vista financiero, pero que se oponen a la ideología de género.
Silenciando a los críticos
Una cuenta bancaria que fue cerrada abruptamente, sin previo aviso, fue la del fundador de Wings Over Scotland, Stuart Campbell. Wings Over Scotland ha denunciado sistemáticamente la captura por parte de la industria del género de las instituciones políticas de Escocia, y Campbell cree que ésta fue la razón del cierre sin previo aviso de sus cuentas personales por parte de First Direct, una división de HSBC.
Casos similares se sucedieron rápidamente.
Our Duty (Nuestro Deber) es un grupo de apoyo a padres preocupados por que sus hijos hayan sido persuadidos para empezar a tomar bloqueadores de la pubertad y hormonas sexuales cruzadas. Su solicitud de una cuenta comercial fue bloqueada por Metro Bank, un mes después de que el banco se adhiriera al programa Campeón de la Diversidad de Stonewall. Un director del banco explicó que el sitio web Our Duty «entra en conflicto con las ideas y la cultura que estamos impulsando».
Yorkshire Building Society (YBS) cerró la cuenta de un vicario, Richard Fothergill, días después de que publicara en su portal un comentario en el que manifestaba su desacuerdo con que promovieran la ideología de género, y que enlazaba con un reportaje periodístico crítico con Drag Queen Story Hour. YBS alegó que su relación bancaria con Fothergill se había roto sin remedio a raíz de su comentario.
A la profesora Lesley Sawers, Comisaria de Igualdad y Derechos Humanos de Escocia, el Royal Bank of Scotland (parte del grupo NatWest) le comunicó que le cerraría la cuenta bancaria conjunta que tiene con su marido, sin darle ninguna explicación. Cuando se dirigió a otro banco para transferir su cuenta conjunta, le dijeron que no sería posible porque había una marca junto a su nombre.
«Optimización de los informes de investigación»
Los bancos británicos no tienen que justificar el cierre de cuentas. Si fuera necesario, podrían citar sus términos y condiciones, que permiten el cierre de una cuenta cuando el cliente «se haya comportado de forma amenazadora o abusiva con nuestro personal». Es de suponer que un banco que aspira a convertirse en Campeón de la Diversidad de Stonewall (como muchos de ellos) podría interpretar como abusiva la negativa de un cliente a utilizar los pronombres preferidos de un miembro del personal, o una declaración de incredulidad sobre la ideología de género. Podrían entonces citar esto a Stonewall como prueba de su «inclusividad», y ser recompensados por ello.
First Direct y su empresa matriz, HSBC, han añadido cláusulas y condiciones que les dan aún más libertad de acción que las de otros bancos: justifican el cierre de la cuenta si «Te has portado mal con nosotros o al utilizar nuestros servicios» o si «estás implicado en alguna actividad delictiva. No importa si está relacionada o no con tu actividad bancaria con nosotros».
Mucho más revelador que las condiciones de los bancos es a quién nombran para los puestos clave. HSBC (matriz de First Direct) es especialmente interesante. Su «Jefe de Optimización de Informes de Investigación» es Hannah Graf, que describe su cargo como «trabajar para prevenir la delincuencia financiera mundial». Esto parece extraño, ya que su anterior trabajo fue como director de ingeniería y capitán en el ejército británico. No tan extraño, sin embargo, cuando te enteras de que se le concedió un MBE (Miembro de la Orden del Imperio Británico) por «el trabajo de actualización de la política LGBTQ en el Ejército británico», fue el «Modelo a Seguir Trans del Año» de Stonewall en 2019 y es patrono de Mermaids, la organización benéfica caída en desgracia del Reino Unido que promueve la transición médica de menores.
Escribí sobre Hannah Graf y su cónyuge Jake, y su papel de celebridad como pioneros de la ‘transurrogación’, en 11th-hour blog (traducido al español). Su fama como pareja «trans» fue posible gracias a haber comprado dos criaturas a una madre de alquiler, utilizando óvulos de Jake que, antes de su «cambio de sexo», habían sido fertilizados con esperma donado y congelados. (Hannah lamenta no haber congelado su esperma antes de su «cambio de sexo», lo que le privó de estar genéticamente emparentado con las criaturas. Aconseja a los jóvenes que se plantean tomar hormonas sexuales cruzadas que aprendan de su error y se aseguren de congelar y almacenar su esperma de antemano).
Los conocimientos de Hannah no parecen especialmente apropiados para detectar delitos financieros. Aún así, uno no puede evitar ser consciente de que su experiencia vital podría ser útil para un banco que quisiera poder identificar a los críticos de la industria del género y privarles del acceso a una cuenta bancaria. Ciertamente, sería difícil encontrar a alguien más profundamente implicado en diferentes aspectos de la industria del género en el Reino Unido para un papel tan estratégico.
¿Por qué?
A menudo nos preguntamos por qué los bancos minoristas, que dependen de su capacidad para captar depósitos de clientes y prestarles dinero, creen que merece la pena alienar al 51% de la población adulta que son mujeres, con el fin de parecer más atractivos para el 0,5% que declaró en el Censo de 2021 tener una «identidad de género diferente a su sexo registrado al nacer».
Sospecho que los bancos imaginan que sus clientes han asumido la narrativa «trans» sobre ser el grupo más oprimido de la sociedad, y serán susceptibles a los argumentos de que deben «ser amables», respetar los pronombres preferidos de la gente, etc. Y tener políticas «transinclusivas», como aconseja Stonewall, será una forma barata de obtener una buena puntuación en el Índice de Igualdad en el Lugar de Trabajo de Stonewall (muchos bancos minoristas aparecen en la lista de Stonewall de los 100 mejores empleadores del Reino Unido; de todos ellos, HSBC ocupó el puesto más alto en el Índice de 2022, el número 12).
Para entender por qué los bancos minoristas están tan interesados en ganar la aprobación de Stonewall tenemos, de nuevo, que seguir el dinero. Como descubrió STILLTish, fue una donación de la Fundación Arcus (cuyo fundador es Jon Stryker, heredero de la corporación médica del mismo nombre) la que precedió a la transformación de Stonewall de una organización por los derechos de los homosexuales a una organización que promueve la industria del género. Y no sólo BlackRock y Vanguard influyen en las políticas de los bancos minoristas británicos. Muchos inversores que quieren que su dinero se emplee de forma responsable se basan en las calificaciones ESG (Environmental, Social and Governance, (Medioambiental, Social y de Gobierno)) como orientación para decidir en qué empresas invertir.
Las calificaciones ESG las proporcionan diversas instituciones financieras, cuyas actividades no están reguladas en el Reino Unido y cuyos criterios de calificación distan mucho de ser transparentes. Una buena puntuación en el Índice de Igualdad Laboral de Stonewall se traducirá casi con toda seguridad en una calificación ESG más alta. Se puede persuadir a los inversores que quieran ser socialmente responsables de que su inversión está frenando el calentamiento global o promoviendo los derechos de los homosexuales. Pero al depositar su confianza en una calificación ESG, puede que no sean conscientes de hasta qué punto están apoyando a la industria del género. Así que la «transinclusión» es una política de bajo coste que los bancos, preocupados por la posibilidad de que una baja calificación ESG baje el precio de sus acciones, van a adoptar.
A raíz de la publicidad que rodeó el cierre de las cuentas de Farage, el gobierno británico ha indicado que reforzará los requisitos reglamentarios para dejar claro que no se deben cerrar las cuentas de los clientes por sus creencias políticas. Este cambio protegerá las cuentas de políticos de élite como Farage. Pero esto no disuadirá a los bancos de utilizar el cierre de cuentas para silenciar a los críticos de la industria del género. A los bancos no les resultará difícil ingeniárselas para denunciar que una persona u organización ha «malgenerizado» a otro cliente o a un miembro del personal, y utilizar esa denuncia como justificación para cerrar su cuenta.
En un tiempo en que la oposición al avance de la industria del género se está movilizando, la disposición de los bancos minoristas a privar a los activistas de la posibilidad de transferir dinero es una evolución siniestra. En una economía moderna, el acceso a una cuenta bancaria es un requisito básico, tanto para los particulares como, sobre todo, para las organizaciones. Como explicó el grupo feminista holandés Voorzij en un comunicado sobre la decisión de su banco de cerrarles la cuenta: «Como fundación, una cuenta bancaria es crucial. Al fin y al cabo, necesitamos dinero para mantener nuestra página web y organizar actividades. Así que no sólo nos silencian: nos es imposible funcionar».
La industria del género está destruyendo vidas, y destruyendo el lenguaje con el que entendemos nuestras vidas. Hay que luchar contra ella. Tenemos que desenmascarar a las instituciones financieras que financian la industria del género, incluidas las agencias de calificación que miden el rendimiento ESG. Y desenmascarar también a los bancos minoristas de cuyas cuentas dependemos para realizar las transacciones financieras que necesitamos para luchar eficazmente.