El escándalo de las bandas de captación de menores debe cambiar por completo nuestra visión del mundo

 

Blog de Salagre, Gareth Roberts
Rotherham, South Yorkshire (Foto: Getty)

La reciente reaparición del escándalo de las bandas de captación y violación de niñas ha sido desorientadora y parece haber surgido de la nada. Ha resurgido -por lo que he podido comprobar, ha sido muy rápido- a través de posts en X que citaban horribles extractos de juicios. En cuestión de horas, todo el horror de lo que ocurrió (y puede que siga ocurriendo) en pueblos y ciudades de Gran Bretaña saltó a la conciencia pública y a los titulares de todo el mundo.

Han sido unos días extraños, sobre todo porque ninguna de estas noticias son nuevas. Lo que parece diferente esta vez es que su importancia ha saltado a la luz y ha sido reconocida por el público, si no del todo por algunos políticos.

«¿No debería ser una noticia más grande?» ha sido siempre un pensamiento bastante común al leer, escuchar o ver las noticias. Pero suele tener su lógica. Esta vez, sin embargo, no tenía ningún sentido. ¿Cómo se nos ha podido pasar desapercibida esta historia los últimos 20 años? ¿Por qué no nos hemos dado cuenta de su enormidad y de lo que significa?

Creo que se debe a la magnitud de su importancia y trascendencia. El ancho de banda de nuestra conciencia colectiva es demasiado estrecho, nos falta vocabulario, no hay una «forma» de hablar de ello. La etnia de los autores tocó un punto demasiado débil para que la mayoría de la gente se planteara hablar de ello, al menos en público.

Haríamos cualquier cosa por mirar hacia otro lado. Y lo hemos hecho. El foco de atención ya está cambiando de nuevo, desplazándose hacia el cotilleo y a anotarse puntos políticos. Es difícil pensar en una reacción más inapropiada a los últimos días que quejarse sobre la en gran medida mítica «extrema derecha» – pero Starmer, por supuesto, hizo exactamente eso.

El contraste con las obsesiones a las que reaccionamos con kilómetros de artículos es revelador. El frenesí BLM (Black Lives Matter) de 2020, el papel de las paredes y los sándwiches de Downing Street, #MeToo, las mentiras obviamente disparatadas difundidas por Carl Beech. Y hubo un montón de otras cosas impactantes, desde marchas de odio hasta el sexismo, que también fueron simplemente absorbidas por el ruido de fondo.

Pero las bandas de violación de niñas están a otro nivel. Esto es obviamente una de las peores cosas, tal vez la peor, que ha ocurrido en Gran Bretaña desde la guerra. Cientos de niñas han sido violadas. Este momento de claridad tiene que convertirse en algo más que un momento; tenemos que superar nuestro persistente repelús cultural al racismo contra los blancos, un factor importante en estos crímenes. Tenemos que afrontar lo que está ocurriendo, porque no se trata de crímenes lejanos sobre los que pontificar encantados, no son pecados históricos como la esclavitud o el imperio. Están ocurriendo en Gran Bretaña ahora mismo. Los intentos del Estado británico de evitar avivar las «tensiones comunitarias» han sido una receta perfecta para inflamarlas. La inmigración masiva y el multiculturalismo han sido un desastre. Es horrible enfrentarse a ello, pero debemos hacerlo.

¿Qué nos lo impide? Creo que en muchos casos seguimos utilizando un mapa mental formado a mediados de los años noventa, con una brújula que desde entonces apunta cada vez más fuera de la realidad, y que ahora se ha vuelto inútil. En los últimos días, algunos políticos y celebridades, desde Starmer hasta Armando Iannucci y Chris Mullin, han hecho burdas intervenciones, trabajando sobre ese modelo de los 90. Iannucci ha acusado a Musk de ser una «gónada tóxica», que envenena el discurso del país, mientras que Mullin ha dicho que GB News y el Telegraph se están «subiendo al carro de Musk» por su reciente cobertura del escándalo de las bandas de captación de menores.

Ese nivel de disonancia cognitiva es muy malo para uno. Porque sí, la historia ha estallado recientemente, pero ya lo sabíamos, todos lo sabíamos. Desde hace años. Todos vimos a Jess Phillips desestimar los ataques sexuales de Colonia en Question Time. Todos oímos hablar de la desaparición de la niña abusada Charlene Downes (artículo en español). Leímos sobre los padres que fueron a intentar rescatar a sus hijas y fueron arrestados. Pero nada de eso penetró.

Hace cuarenta años, en mi instituto, una compañera de clase me habló de lo que ahora llamaríamos una banda pakistaní de captación de menores en la cercana Aylesbury. La ignoré. Pensé: «No puede ser verdad». Parecía una asquerosa mentira racista. Creo que muchos personajes públicos siguen con esa rutina mental.

Un desafío a tu visión del mundo -o a tus «valores», como se les llama pomposamente hoy en día- es una sacudida enorme. El término profesional es «shock ontológico». Yo tuve mi shock ontológico, sobre todo tipo de cosas, alrededor de 1999, lo que significaba que tenía la ventaja y el lujo de hacerlo en privado. La gente de mi entorno lo sabía, pero los extraños no, y yo no tenía un historial de declaraciones públicas o reputación que considerar. Los políticos nunca han tenido esa opción, y los «recibos» de las redes sociales hacen ahora más difícil que la gente, incluso aquellos con un perfil menor, cambie de opinión.

Pero ha llegado el momento de que mucha gente se ponga al día, actualice sus «valores». El liberalismo que amábamos no puede resolver esta situación. Será doloroso, pero a un nivel apenas comparable al dolor de las víctimas de las bandas.

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2 respuestas

  1. El miedo a ser o que nos tachen de racistas efectivamente hace que miremos para otro lado cuando violaciones, abusos y malos tratos se comenten por extranjeros, simplemente se oculta su origen. Es cierto que también los autotocnos las comenten. Mi opinión es que dejemos a un lado el tema del racismo y nos centremos en que son agresores y que hay victimas. Y eso tiene que ver con el patriarcado, que no tiene raza. La violencia patriarcal tiene raíces profundas y una de ellas es que viola. Que sean menores lo hace mas violento porque son víctimas mas vulnerables, con menos posibilidades para denunciar, para defenderse. En resumen, ¡un horror que ha desgraciado la vida a miles de niñas! ¡Stop ya!

    1. Sí y no, aunque mayormente de acuerdo. Es que no es la raza, es la cultura. Si fueran blancos o a rayas, pero su cultura tratara a las mujeres como ganado, habría que denunciarlo lo mismo. Pero parece que su raza les da un pase para hacer lo que quieran sin sufrir las consecuencias. Eso sí es racismo, pasarles todo porque no son blancos.

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