Mi último artículo (aquí en español) descifra la Ceremonia de Inauguración de los Juegos Olímpicos «Queer». La agresividad, provocación y despreocupación por la seguridad de la infancia de esos drag queens tiene todo el sentido del mundo si conoces la historia del lobby «queer» francés.
El primer grupo francés de defensa de los derechos de los homosexuales se creó en 1971. A menudo se cita al FHAR (Front Homosexuel d’Action Révolutionnaire) como pionero de lo «queer», porque tenía una postura airada y moralista que ahora asociamos con todo lo «queer». Se oponía a la asimilación de los homosexuales. En su lugar, la sociedad tenía que cambiar. ¡O si no, os vais a enterar! ¿Te suena?
A uno de sus fundadores, Guy Hocquenghem, se le suele describir como el padre del evangelio del lobby queer: la teoría queer. Sostenía que el cambio político radical sólo podía producirse tras una revolución sexual que barriera las normas tradicionales y… destruyera la familia. ¿Qué podía salir mal?
Esta postura era común entre los líderes de las revueltas estudiantiles de París de mayo del 68, como Daniel Cohn-Bendit. Al igual que Hocquenghem, se inspiró en el emblemático escritor marxista Herbert Marcuse, quien sostenía que los radicales debían defender la «perversidad polimorfa».
(Daniel Cohn-Bendit escribió un artículo en 2001 describiendo cómo dejaba que las niñas de una guardería le tocaran el pene. Perversidad polimorfa en acción.)
Esta potente mezcla de ideas radicales atrajo a París a jóvenes intelectuales de izquierdas de todo el mundo, entre ellos Gayle Rubin. Rubin se empapó de la obra de Hocquenghem y de su amigo Michel Foucault y, cuando regresó a su país, las utilizó como pilares de la Teoría Queer estadounidense.
Fue Rubin quien le dijo a Judith Butler, la gran sacerdotisa de la Teoría Queer, que leyera «Historias Sexuales» de Foucault. A ambas les encantó, a pesar de que describía la violación de una niña de 12 años como un «placer bucólico intrascendente». Foucault describía el abuso infantil como… «banal».
De vuelta a París, en 1977 Foucault y Hocquenghem organizaron una petición contra la edad de consentimiento y por el derecho de los adultos a mantener relaciones sexuales con menores. Gran parte de la izquierda radical la firmó (¡incluido Sartre!). Perversidad polimorfa… pues sí.
Esta petición encarnaba todos los instintos que todavía están en el corazón de la teoría queer moderna: anti-familia, anti-derechos de los progenitores y una insistencia en que la infancia puede dar su consentimiento a cosas que no pueden entender. La sociedad y sus normas siempre están equivocadas. Los «queers» siempre tienen razón.
Las ideas de los primeros grupos de presión «queer» influyeron en la cultura francesa de un modo que sorprenderá a los extranjeros. Uno de los mayores partidarios de la petición, Gabriel Matzneff, escribió abiertamente sobre sus abusos sexuales a menores. Mitterand cenó con él en el Elíseo.
En 1990, la escritora canadiense Denise Bombardier denunció valientemente a Matzneff en la televisión francesa. «A algunos hombres mayores les gusta atraer a niños pequeños con caramelos. El Sr. Matzneff lo hace con su reputación». Esta maravillosa mujer falleció tristemente el mes pasado. RIP Denise.
Casi toda la élite literaria francesa se volvió contra Bombardier. El editor de Matzneff la llamó «una zorra que necesita una buena follada«. Esta aceptación de la pedofilia por parte de la élite puede ayudar a explicar por qué Francia tardó tanto en cambiar la ley sobre violación de menores.
Hubo que esperar hasta 2021 para que Francia tipificara como estupro las relaciones sexuales entre un adulto y un menor de 15 años. Hasta entonces -increíblemente- la fiscalía tenía que demostrar que el o la menor no había dado su consentimiento. Mi artículo contiene ejemplos de lo profundamente que estaba extendida esta actitud.
Gayle Rubin intentó fomentar una cultura similar en Estados Unidos. En ‘Thinking Sex’, el documento fundacional de la Teoría Queer estadounidense, se lamentaba de la «caza de brujas» contra los «hombres que aman a jóvenes menores de edad». Incluso trató de utilizar el tropo del «lado equivocado de la historia», tan querido por el lobby LGBTQ+ actual.
Afirmó que «mucha gente se avergonzará de su colaboración con esta persecución». No, Gayle, tú eres la que debería estar avergonzada; y abochornada.
Los organizadores de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos afirmaron que «reinterpretaría la historia de Francia». Pero en su promoción acrítica de la agenda del lobby queer han blanqueado el papel seminal que su lobby queer local jugó en el intento de normalizar el peor comportamiento posible.
Las polémicas escenas de drag queens se deleitaban exactamente en la misma arrogancia y querencia por la provocación que animaban a la FHAR, Hocquenghem y el primer lobby «queer» de Francia. Sus actuaciones, muy sexualizadas, incluían incluso a un bailarín que parecía un niño.
Cualquier crítica al respecto se calificaba de intolerante y de insulto contra los drag queens o los queers. No lo es. Es una reacción natural a un movimiento que, en Francia más que en ninguna otra parte, se niega a reconocer su lamentable historial de poner en peligro a la infancia. Superadlo de una vez, como dirían ellos.
4 respuestas
Ésta sociedad «de progreso», normaliza la desviación y ptoblema mental y lo quiere utilizar para cambiar los conceptos más valiosos del ser humano:inocencia, bondad, cariño, comprensión, familia, amor.Cambiarlos por pedofilia, suciedad mental, destrucción moral, pornografía.Así lo vemos muchos.
Creo que vamos para atrás, el «progreso» se nos está yendo de las manos.
He echado en falta la referencia al libro de Vanessa Springora «El consentimiento» sobre Matzneff y la pederastria explicada en primera persona.
Su publicación marcó un punto de inflexión en Francia.
No dejes de leerlo. Es impresionante
Gracias por la recomendación, me la apunto.