Este ensayo analiza por qué el supuesto defensor de los desamparados, la Izquierda, no se ha apresurado a defender a las mujeres o a la realidad material en este conflicto de derechos.

Esta historia de hermandad socialista se vino abajo con la globalización, la desindustrialización en Occidente y la caída del Telón de Acero en 1989. Se desmoronó cuando cayó el Muro de Berlín. Occidente había ganado la Guerra Fría y los patriarcas occidentales pasaron la década de los 90 repartiéndose el control del antiguo bloque soviético, privatizando la producción, obteniendo el control de los mercados y los recursos. En el ámbito nacional, rompieron los sindicatos y sus brazos políticos los partidos socialistas y con ello el contrato social entre los machos alfa y beta que habían dado un feudo a los hombres más pobres. Fue diferente después del acuerdo de Viernes Santo de 1998 en Irlanda del Norte, cuando los hombres en el poder sabían que tenían que dar trabajo, algo que hacer y algo de estatus, a los ex paramilitares. Después de la caída del comunismo soviético, los militantes de izquierda rotos se quedaron desorientados. Esto llevó a muchos jóvenes enfadados a buscar una nueva oferta. De 1990 a 2015 hubo una serie de intentos fallidos: partidos populistas de izquierda, incels, francotiradores solitarios que atacaban a mujeres o humoristas o grupos religiosos. Los hombres se dedicaron a ver pornografía violenta en casa y sublimaron la violencia sexual en pandillas en el fútbol, pero los partidos políticos no les ofrecían nada. Los machos beta carecían de una organización, una forma de obtener estatus en sus comunidades, una novia y, sobre todo, una forma de ser especiales y más importantes que las mujeres. Mientras tanto, en Occidente, que es en su mayoría cristiano, la gente abandonaba la iglesia en masa, en parte debido a un mayor ateísmo y en parte a la pérdida de respeto después de los escándalos de pedofilia. En cambio, en los países musulmanes la religión ha logrado ser atractiva para los hombres jóvenes.
En 1989, la gran Guerra Fría de setenta años había terminado, y los patriarcas occidentales ya no sentían la necesidad de liberar a las mujeres para ese esfuerzo bélico. Se volvieron a dedicar a arreglar sus propios asuntos y a poner a sus mujeres en su sitio. El final de la Guerra Fría significó que los hombres occidentales victoriosos tenían más tiempo para luchar en la guerra interna contra las mujeres. Al mismo tiempo, el trato hecho por los patriarcas de Occidente (la derecha) y los machos beta (la izquierda) se vino abajo.
El punto clave es que, para que la sociedad funcione como un patriarcado, que es lo que mucha gente quiere, los machos beta tienen que sacar algún partido de ello. Por supuesto, sería preferible pasar a una sociedad post patriarcal, pero eso no es lo que está sucediendo. Los machos beta jóvenes del patriarcado quieren su propio trozo del pastel, su propio feudo sobre algunas mujeres, una comunidad que dominar. Atrás quedó la hermandad de los sindicatos, los partidos socialistas, la ideología marxista centrada en el ego utilizada por los jóvenes para conquistar a las chicas con su heroísmo. ¿Qué lo va a reemplazar? Con la globalización e Internet, la nueva oferta tendría que ser descentralizada, posmoderna, individualista y tendría que dar a los hombres beta estatus, autoridad, empleos y, lo que es más importante, acceso al sexo.
Parte de la nueva oferta para los machos beta es más fútbol (y otros deportes, como el golf), que les da a los hombres un acceso casi continuo al vínculo de la hermandad. Los machos a nivel mundial y algunas hembras confundidas construyen y reconstruyen su masculinidad en un ritual semanal o en algunos casos diario de sexismo sublimado. He escrito sobre cómo el golf es sexo sublimado (artículo traducido al español) y sexismo en el sitio web feminista 4W y el fútbol es muy parecido. Esta actividad de ocio apoya la solidaridad de clase masculina y las identidades masculinas. Es notoriamente sexista y promueve la violencia contra las mujeres. En el Reino Unido, la policía pone a más agentes de servicio en las noches de partido porque hay un aumento de la violencia masculina contra las mujeres en el hogar tanto por parte de los hinchas del equipo ganador como del equipo perdedor.
Una segunda oferta para los hombres es un mayor acceso a la pornografía a través de Internet. Proporcionada por empresas privadas, la pornografía es facilitada por grandes bancos y proveedores de Internet y respaldada por los principales medios de comunicación por su contenido iniciático de porno blando en casi todos los programas.
La tercera oferta, y el gran avance político para los hombres beta es el transgenerismo que se ha estado desarrollando desde la década de los 80, pero explotó en todos lados después de 2015. El transgenerismo es el nuevo marxismo. Es el nuevo socialismo. Incluso pretende ser el nuevo feminismo. El transgenerismo es el nuevo ismo. El transgenerismo es popular porque funciona para una clase de hombres. Así como el marxismo no era popular porque funcionara, o porque fuera verdadero o lógico, la atracción del transgenerismo no es que funcione o sea verdadero o lógico. Ya hay abundante evidencia que indica los defectos en la teoría del transgenerismo y en su práctica. La teoría tiene más agujeros que un colador. Los proponentes evitan el debate público, cambian su historia y se niegan a definir sus términos. Usan los términos mujer y género indistintamente y cambian de significado. Incluso sus arquitectos como Judith Butler se desdicen, zigzaguean y ofuscan.
Pero esta falta de lógica no importa. Ciertamente no a los hombres que están en su centro. Así como el marxismo era popular porque funcionaba para los hombres más débiles, el transgenerismo es popular porque funciona para un grupo de hombres débiles. Los pone en el centro de una nueva historia en la que son víctimas y héroes. El marxismo puso el foco en la opresión económica (por el capitalismo) y ofreció una respuesta que hizo de los hombres las víctimas más importantes, y de los sindicatos de hombres, las hermandades, los agentes de cambio más potentes y viables. Al señalar a los trabajadores industriales como los agentes más capaces de derrocar al capitalismo, glorificaron y centraron a estos trabajadores masculinos. El transgenerismo pone el foco en la opresión social (por la sociedad, por el contrato social, por las normas políticas). Donde el malo de la película, según el marxismo, era el capitalismo, el malo de la película, según el transgenerismo, es la sociedad conservadora y las terfas (feministas radicales trans excluyentes). Al hacer de las actitudes conservadoras y las feministas radicales los malos de la película, el transgenerismo deja hábilmente al capitalismo libre de toda responsabilidad. Esto es bueno para los negocios y podría ser una de las razones por las que las empresas han sido tan rápidas en adoptar el transgenerismo.
Permite a los hombres jóvenes ser víctimas de familias conservadoras opresivas y ser héroes al liberarse de ellas. Son hijos que luchan contra los patriarcas padres. También permite a los hombres jóvenes ser víctimas de lo que ven como opresivas mujeres mayores matriarcas que están en posiciones de autoridad en el lugar de trabajo, la vida pública y el hogar. Parte de lo que los machos beta jóvenes quieren es más sexo con mujeres jóvenes y ven a las mujeres mayores como un obstáculo para conseguirlo. Parte de lo que quieren es el privilegio masculino, que ven socavado por estas mujeres mayores.
La izquierda tiene una tradición de atacar tanto a la derecha como a las feministas. A menudo confunden a estos enemigos y llaman a las feministas extrema derecha, opresoras nazis. Deliberadamente dan una imagen falsa de nosotras, como de derechas y conservadoras. A pesar de la evidencia de que somos pobres, progresistas, sindicalistas, lesbianas, la izquierda insiste en que somos fanáticas nazis conservadoras de derecha. Esta acusación es particularmente ofensiva para las muchas mujeres que han pasado décadas en el movimiento obrero luchando contra la lucha de clases como buenas camaradas. Es una traición a nuestro trabajo y a nuestra historia el insultarnos al decir que somos de derechas.
El transgenerismo es una oferta diferente para los hombres beta que la vieja izquierda, en la que los hombres tenían que ser hermanos, compañeros de armas, materialistas, sal de la vida. Tenían su lugar, y tenían a sus mujeres. Esta historia ilustra este asunto del feudo. Cuando estaba razonando con mi Partido Laborista local en el Reino Unido el porqué los hombres no deberían ser admitidos en las cárceles de mujeres, dije «los hombres no deberían ser admitidos en nuestras prisiones», lo que llevó a un hombre a ponerse de pie y gritar «¿qué quieres decir con nuestras prisiones? No son tuyas». Estaba furioso porque yo decía que mujeres puede ser una palabra que una a las personas de sexo femenino hasta poder afirmar que son «nuestras prisiones». Su punto era que yo, y de hecho ninguna mujer, tiene el derecho de usar la palabra para dar a entender que tenemos un interés colectivo de clase como mujeres y hablar por nuestras hermanas encarceladas. Él sentía que debía ser él quien hablara sobre las mujeres en prisión porque ese era su feudo, su clase, lo que anulaba mi autoridad para hablar. Y, por supuesto, asumió que como feminista, yo no pertenecía a la clase trabajadora.
Desde el final de la Guerra Fría, la izquierda ha estado buscando una nueva ideología y la ha encontrado. Para que realmente funcione para los hombres, la ideología necesita ponerlos bien en el centro. Y desde que las mujeres ingresaron a la fuerza laboral, y la globalización ha dispersado los puestos de trabajo, y los sindicatos de hombres trabajadores pueden ser debilitados con solo darle a un botón, el marxismo se ha extinguido. Es impotente contra el capital, y ya no pone a los hombres en su centro.
Sumado a la mezcla histórica, muchos creen que las feministas habían ido demasiado lejos en 2015. Cambios de salvaguardia después de que los escándalos de pedofilia bloquearan el acceso de los hombres al sexo con niños a través de la iglesia, las escuelas, el sistema de atención, el sistema del famoseo, etc.
En conclusión, hay muchas maneras en que el transgenerismo funciona para los hombres beta. Los pone en el centro. Silencia a las mujeres. Los convierte en víctimas/héroes. Reinventa, rejuvenece el argumento que pone a las feministas en la derecha. Justifica la exclusión de las mujeres mayores de la esfera pública y crea espacios para que los hombres tengan acceso a mujeres y niños más jóvenes. Brinda una oportunidad para que las mujeres y los hombres jóvenes se crean moralmente superiores, para canalizar la ira socialmente autorizada. La ira justificada va de la mano de la religión y esto es como una religión. Se ha escrito mucho sobre el vínculo víctima/héroe entre Jesús y el Che Guevara. Funciona para una clase de hombres débiles que la izquierda dejó atrás, por lo que puede ayudar a ganar votos, por supuesto que eso es importante para ellos. Le da a la izquierda una razón de ser que en realidad la pone en línea con el capitalismo por una vez y pueden argumentar con más confianza que esta vez están en el lado correcto de la historia. Apostaron al caballo equivocado en 1917 y están a punto de volver a hacerlo. Les da a la izquierda un propósito, recuperan su papel de actores importantes. Da empleos a los fieles y una oportunidad de tener sexo a los incels y a los pederastas. Parece inimaginable, pero el transgenerismo es el nuevo socialismo. Y como siempre, la solución es el feminismo radical.