Fry no merece reconocimiento por su tardío cambio de rumbo en cuestiones de género

Mucha gente se agarró a los recientes comentarios de Stephen Fry criticando a Stonewall como si fueran una señal de que el estado de ánimo ha cambiado en cuestiones trans. El razonamiento es que si incluso un «tesoro nacional» como Fry se está distanciando del lobby LGBTQ+, la derrota del extremismo trans no puede estar lejos.
Sigue soñando. De hecho, la crítica de Fry es tan interesada como falsa.
Sus comentarios supuestamente heréticos en el pódcast Triggernometry se produjeron en respuesta a una pregunta formulada por el activista gay Levi Pay. La pregunta no se andaba con rodeos:
«Vi cómo esta organización, que antes me encantaba, pasó a defender la medicalización de menores no conformes con su género».
Si no se supiera nada de la trayectoria de Fry, se podría caer en la tentación de tomar su respuesta al pie de la letra. Después de todo, sonaba muy claro.
«Estoy completamente de acuerdo con Levi Pay», dijo Fry, “creo que es vergonzoso y triste… se ha metido en un terrible, terrible atolladero, así que tiene razón”.
El problema fue que cuando se le preguntó cómo podía «en conciencia» seguir apoyando a Stonewall, Fry cuestionó la suposición de que apoyaba a la organización benéfica.
«¿Los apoyo? No estoy seguro de que los apoye».
Si Fry -que ayer fue nombrado caballero- hubiera sido honesto, habría reconocido que durante años ha sido un animador tanto de Stonewall como del extremismo trans que representa. En 2018, por ejemplo, al parecer, calificó a las mujeres que protestaron en el Orgullo por el borrado de las lesbianas de «malditas enfermas» y tachó sus reivindicaciones de «un puto desprecio por los derechos de las personas trans e intersexuales.»
Encantador.
En cuanto a Stonewall, hace siete meses Fry encabezó un vídeo homenaje con motivo del 35 aniversario de la organización.
«Felicidades y gracias», dijo el hombre que ahora tiene la osadía de cuestionarse si “los apoya”.
En el vídeo, Fry continuó elogiando a Stonewall «por mover cielo y tierra de maneras que nadie se imaginaba».
Es cierto que nadie pensó hace 35 años que una organización benéfica gay iba a mover cielo y tierra para ayudar a hombres a entrar en los vestuarios de chicas. Ni que iba a hacer campaña a favor de la esterilización de jóvenes homosexuales, que es lo que ocurre cuando se les prescriben bloqueadores de la pubertad seguidos de hormonas de sexo cruzado; la «atención médica de afirmación de género» (sic) que ha sido una de las principales reivindicaciones de Stonewall durante una década.
¿Qué ha ocurrido en Stonewall en los siete meses transcurridos desde la expresión de gratitud de Fry para hacerle cambiar de opinión? Si los presentadores del pódcast, Konstantin Kisin y Francis Foster, hubieran estado menos deslumbrados por él, se habrían molestado en preguntar.
Los fans de Fry argumentan que, a pesar de su patético intento de ignorar su pasado apoyo a Stonewall, deberíamos concentrarnos en el lado positivo de su giro. Por encima de todo, dicen, el hecho de que ahora afirme estar en desacuerdo con «la medicalización de menores no conformes con su género» socavará aún más todo el escandaloso asunto de la «atención médica de afirmación de género» para menores. Yo no estoy tan seguro.
Para empezar, en otra parte de la entrevista, Fry optó, sin que nadie se lo pidiera, por repetir la afirmación central de la ideología transgénero, aquella de la que se derivan todos los horrores de la medicalización de menores: la afirmación de que las criaturas puede nacer en el cuerpo equivocado. Cuando se le preguntó sobre la importancia de la libertad de expresión en la comedia, Fry aprovechó la oportunidad para quejarse de que demasiados cómicos supuestamente utilizan su libertad de expresión para «golpear bajo», citando como único ejemplo… a las criaturas que creen que «han nacido en el cuerpo equivocado».
«Quiero decir, ¿nadie siente compasión por una pobre criatura que cree haber nacido en el cuerpo equivocado? Eso lleva pasando miles de años», dijo Fry.
No hace falta decir que cómicos como Dave Chappelle y Ricky Gervais, que han ridiculizado al grupo de presión LGBTQ+, nunca, que yo sepa, han ridiculizado a menores. En cambio, se burlaron con razón de los hombres adultos que exigen acceso a los espacios reservados a las mujeres.
Fry aplaudió la «valentía» de las criaturas que dicen en la escuela que son del sexo opuesto, a pesar de que el Informe Cass concluyó que este tipo de transición social debería evitarse. Se corre el riesgo de cristalizar en la mente de un/a menor una fantasía pasajera.
La verdad es que si Fry alguna vez estuvo realmente preocupado por el extremismo de Stonewall o por los peligros de los bloqueadores de la pubertad, ha tardado un montón en hacérnoslo saber. Quienes aplauden su supuesta valentía, insultan a las pocas celebridades homosexuales valientes que se arriesgaron hace años, como la leyenda del tenis Martina Navratilova y el actor James Dreyfus.
Lo que hace que la cobarde contribución de Fry sea ahora especialmente falsa es que nunca ha tenido miedo de expresar sus opiniones en el pasado, por controvertidas o impopulares que fueran.
Quién puede olvidar, por ejemplo, aquella vez que consideró oportuno darnos su opinión sobre el tema del abuso infantil, argumentando que aunque era «bastante grotesco manosear, especialmente a una criatura menor de edad que no sabe muy bien lo que le está pasando…. no es tan grotesco como violarla… no es como si de repente todo el mundo fuera Jimmy Savile sólo porque le haya dado una palmadita en el trasero a alguien, ya sabes».
O la vez que dijo que los y las adolescentes de 14 años que habían tenido relaciones sexuales con estrellas del rock no deberían ser considerados automáticamente como víctimas.
O aquella vez que dijo a las víctimas de abuso infantil que dejaran de revolcarse en la autocompasión:
«Es una gran vergüenza y todos sentimos mucho que tu tío te tocara en ese sitio tan desagradable, te apoyo hasta cierto punto, lo que no apoyo es tu autocompasión, porque la autocompasión es la emoción más fea de la humanidad».
Todos estos comentarios suponían un riesgo de cancelación para Fry, tanto como cualquiera que criticara a Stonewall. De hecho, a lo largo de los años, Fry se ha deleitado en escandalizar a la gente. Cuando entregó un BAFTA a Eddie Redmayne bromeó diciendo que el actor «ha sido un hombre atrapado en su propio cuerpo, una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre y, si por mí fuera, un hombre atrapado en mi sótano».
Fry también estuvo encantado de ofrecernos los beneficios de la sabiduría de su gran cerebro cuando opinó que a las mujeres no les gusta realmente el sexo. Cómo lo sabe, nadie lo tiene muy claro.
La idea de que Fry tuviera miedo de desafiar a Stonewall y la medicalización de menores es, por tanto, ridícula. La pregunta más importante es por qué se debería tomar en serio cuando se trata de las experiencias de menores. La incómoda verdad es que tiene un largo y poco glorioso historial de minimizar la gravedad del abuso sexual infantil.
En 2012, pronunció una quintilla en QI (concurso de preguntas que presentaba) sobre el deseo de un capellán por un monaguillo «con un culo como gelatina sobre muelles». En los BAFTAS de 2016, donde estaba nominada la desgarradora película Spotlight sobre una investigación de abusos a menores, Fry comentó: «El amor abunda este año en el cine ….el amor entre dos mujeres, el amor entre una joven irlandesa y un italoamericano, el amor entre sacerdotes católicos y…». La insinuación de que existía algún tipo de amor «entre sacerdotes católicos y…» sus víctimas asqueó a gran parte de la audiencia.
La actitud despreocupada de Fry quedó clara al principio de su carrera en su obra Latin!, que arrasó en 1980 en el Fringe de Edimburgo (festival artístico que se celebra todos los años), a pesar de retratar sin prejuicios la … pederastia.
La obra, ambientada en un colegio privado de niños, describe la «relación» entre Dominic Clarke, profesor de latín, y uno de sus alumnos. El alumno tiene 13 años. También es huérfano. (No tan vulnerable, entonces.) En ninguna parte de la obra se insinúa siquiera que sea problemático que hombres adultos tengan relaciones sexuales con menores.
«El placer está entre los muslos de un niño», declara Clarke sin complejos.
La obra termina con Clarke huyendo a Marruecos con el huérfano de 13 años. Allí viven lo que se presenta como una felicidad sexual y emocional. Deseosos de compartir su alegría, escriben a su antiguo colegio para contarles que en Marruecos los niños y los hombres pueden vivir juntos como parejas sexuales.
Puede que Fry se sienta capaz de bromear sobre el abuso infantil, pero las víctimas del abuso médico/sexual de la «atención médica de afirmación de género» que Stonewall defendió y que él posibilitó con su apoyo acrítico, han tenido que hacer frente a consecuencias que les han cambiado la vida y que no se sienten capaces de ignorar tan alegremente.
No debería permitirse que Fry salga indemne del lío que ayudó a crear. Si Stonewall está en un atolladero, fue su cobardía y sus opiniones sobre la infancia y su «sexualidad» lo que contribuyó a ponerlo ahí.