
El Gobierno laborista parece decidido a socavar la excelencia en las escuelas. El Ministerio de Educación ha anunciado que a partir de febrero pondrá fin a su Programa de Excelencia en Latín, que enseñaba latín a más de 5.000 alumnos, como parte de una medida de ahorro. El recorte se produce un mes después de que un informe sugiriera eliminar del plan de estudios el «sesgo de clase media» y sustituir «actividades intelectuales», como «visitas a museos, teatros y galerías de arte», por actividades más «cercanas», como talleres de graffiti.
La decisión de poner fin a las clases de latín en algunas escuelas públicas es especialmente dolorosa. El latín ayuda a crear alumnos intelectualmente curiosos, interesantes e interesados; les proporciona un rico mundo interior y les da la oportunidad de experimentar con su imaginación otra época tan parecida, y tan distinta, a la nuestra. Los introduce a nueva literatura, historia, teología, retórica, cultura; es brillante a la hora de desarrollar tanto la lógica como la adquisición del lenguaje. Precisamente porque es una lengua «muerta», y, por tanto, debe enseñarse a través de sus reglas gramaticales y no de su uso oral, es tan útil para comprender la mecánica y la estructura del lenguaje en general. Y si debemos medir la importancia en términos de resultados, también hace avanzar la alfabetización: en un estudio, los estudiantes de latín avanzaron 36 meses en su edad de lectura en inglés en tan solo un año.
El programa de latín en las escuelas no se creó hasta 2022, pero defendió con éxito la accesibilidad y la igualdad de oportunidades: abarcaba 40 escuelas públicas no selectivas, en su mayoría en zonas económicamente desfavorecidas, y más de un tercio de su alumnado tenía derecho a comidas escolares gratuitas. Cancelarlo a mitad del curso escolar parece innecesariamente punitivo y perturbador: casi 1.000 de este alumnado iba a cursar el GCSE (Certificado General de Educación Secundaria) de latín en verano, y ahora es posible que no puedan hacerlo porque el Gobierno quiere recuperar 4 millones de libras, un ahorro relativamente pequeño que apenas se notará en el agujero negro de los servicios públicos, pero que supondrá una enorme diferencia para los niños y niñas que se benefician de él.
Esta decisión retrógrada es también profundamente frustrante porque convierte el supuesto elitismo que rodea al latín, y a los clásicos en general, en una profecía autocumplida. La injusta reputación del latín de ser el coto privado de la élite educada en Eton difícilmente va a ser cuestionada cuando, como es el caso actualmente, menos del 3% de los colegios públicos lo enseñan en Key Stage 3 (equivaldría a 6º de Primaria y 1º y 2º de la ESO). Alrededor del 70% del alumnado de pregrado en clásicas que estudian la carrera de tres años en Cambridge viene de la educación privada, lo que no es sorprendente si se tiene en cuenta que más del 60% del alumnado de clásicas que se presenta al GCSE de Clásicas procede de escuelas independientes. También hay una escasez crítica de profesores de clásicas: ni una sola universidad escocesa ofrece formación docente en clásicas, mientras que sólo cuatro universidades inglesas la imparten.
Los Gradgrinds más prácticos (Gradgrind es el nombre del superintendente de la junta escolar y dueño de una fábrica en «Tiempos difíciles» de Dickens (1854), significa «persona fría y factual») se preguntarán por qué el Ministerio de Educación se molesta, cuando el latín no ofrece ninguna habilidad «práctica». Pero precisamente por eso debemos defenderlo a toda costa. El latín personifica el placer de aprender por aprender; es entretenido precisamente porque es «inútil». La idea de que los clásicos son irrelevantes, impenetrables o poco emocionantes para los jóvenes de hoy es un disparate y otro ejemplo del perjuicio blando de las bajas expectativas.
En un panorama educativo dominado por el énfasis en las asignaturas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), el Programa de Excelencia en Latín era un plan gubernamental inusual diseñado para enriquecer el plan de estudios en lugar de sofocarlo. También financiaba viajes tanto dentro del Reino Unido como al extranjero; sin duda, un programa que daba a niños y niñas desfavorecidos la oportunidad de admirar las maravillas conservadas de Pompeya o de descubrir la historia de nuestras termas romanas merece la pena ser salvado. Así mismo, hay que señalar que, como el programa era voluntario, estos alumnos querían estudiar latín y nadie los obligaba a cursar una asignatura que no les gustaba. ¿No deberíamos fomentar este tipo de mentalidad proactiva?
Desgraciadamente, el programa ha sido sacrificado en el altar de la austeridad. Por supuesto, el Gobierno laborista ha heredado, por decirlo suavemente, una situación fiscal difícil. Sin embargo, 4 millones de libras parecen una buena relación calidad-precio en comparación con otros proyectos en los que el gobierno ha gastado dinero en el pasado: 8 millones de libras para retratos del rey Carlos; 19 millones de libras para traducir informes escolares para progenitores nacidos en el extranjero; 115 millones de libras en escuelas gratuitas fallidas que cerraron o nunca se completaron. La Secretaria de Educación, Bridget Phillipson ha dicho en repetidas ocasiones que quiere ampliar las oportunidades para los niños y niñas de la clase trabajadora, y, sin embargo, está supervisando el cierre de un programa que tenía auténticas aspiraciones académicas.
Me temo que la revisión del plan de estudios de los laboristas, con su obstinado enfoque en la «capacidad para conectar», sólo empeorará las cosas, al obsesionarse con los horizontes actuales de los estudiantes en lugar de abrir otros nuevos. Las artes y los clásicos pertenecen a todo el mundo, independientemente de sus antecedentes, y tienen que ver con trascender el lugar que uno ocupa en la vida, más que con saber el lugar que uno ocupa en la vida. En parte, el éxito de las escuelas privadas se debe a que prosperan gracias a su capital cultural y a una educación que va más allá de la obtención de puntos en los exámenes o de la producción de cualificaciones para el mercado laboral. Cancelar este programa, pero sobre todo antes de que finalice el curso escolar, es una decisión equivocada y corta de miras, que no hace sino demostrar ese miedo utilitarista a la excelencia y la diferencia.
Kristina Murkett es profesora de inglés, profesora particular y periodista.