La histeria trans se apodera de las escuelas.

Tiene 14 años y estudia en un instituto público mixto del sureste de Inglaterra, donde, según ella, uno de cada diez estudiantes de su curso se identifica como trans o no binarie. Tras sentirse cada vez más molesta por la aceptación de la ideología transgénero por parte del colegio, esta alumna ha decidido contar la verdad sobre cómo es la vida en medio de una guerra cultural.

El otro día, fui a la oficina de la escuela a por una nueva copia del horario. El profesor con el que hablé utilizó el pronombre «elle» (they/them) para dirigirse a mí, y le preguntó a otro miembro del personal: «Elle ha perdido su horario, ¿podemos darle a elle uno nuevo?»

Me conoce muy bien y está claro que soy una chica. Me dio mucha rabia que no dijera simplemente ‘ella’. Pero no se trata sólo de algún que otro profesor; a menudo me preguntan si estoy en proceso de transición.

En el colegio hay una política de uniformes de género neutro y muchas de las niñas se ponen pantalones. A las que nos los ponemos, nos preguntan a menudo si somos transgénero, sobre todo si tenemos el pelo corto, como es mi caso.

El hecho de que a una chica le gusten los videojuegos, o no le guste la ropa femenina o el maquillaje, es suficiente para que se la considere potencialmente trans. Cuando mi madre se quejó de que me llamaran «elle», el maestro se disculpó, pero explicó que estaba siendo cauteloso en caso de que estuviera haciendo la transición. Dijo que los profesores andan con pies de plomo, temerosos de que los tachen de transfóbicos.

Parece que solo se habla de lo trans. La biblioteca tiene una sección dedicada a libros LGBTQQIA + y hay una exposición para el Orgullo a la entrada de la escuela, con banderas arco iris y palabras y términos como ‘no binarie’, ‘polisexual’, ‘demiboy’, ‘demigirl’ y ‘pansexual’. Estas palabras también salen en las lecciones. Ahora estoy en décimo curso (entre 13 y 15 años) y el otro día una chica de mi clase de inglés preguntó si el dios griego Zeus era un hombre o una mujer y la maestra respondió que Zeus podría haberse «identificado como no binarie».

Más recientemente, otro maestro dijo que Lady Macbeth no era «ni hombre ni mujer». Creo que la mayoría de los padres no tienen ni idea de lo que se les está enseñando a sus hijos.

Así que me alegra que la ministra de Educación, Gillian Keegan, les diga a las escuelas que deben ser más abiertas sobre cómo tratan la cuestión trans. A mí me daría demasiado miedo decir esto en la escuela. Perdería a mis amigos si lo hiciera, ya que son completamente intolerantes con cualquier cosa que consideren transfóbica.

Eso es lo que me hizo decidir hablar aquí, sin dar mi nombre real.

Cuando empecé el instituto hace cuatro años, ni siquiera sabía lo que significaba «transgénero». No se había hablado de ello en la escuela primaria ni en casa. Pero a los pocos días, un profesor nos dijo en clase de PSHE (educación personal, social, sanitaria y económica) que nos considerarían «transfóbicos» si usábamos cualquiera de las «palabras ofensivas» de una larga lista, que incluía «gender bender» (persona que se viste y comporta de una forma que se considera típica del sexo opuesto) y «butch» (lesbiana que se viste y comporta de una forma que se considera típicamente masculina).

No tenía ni idea de lo que significaba ser transfóbica, pero me di cuenta de que no quería que me consideraran una. A esa edad, cuando te dicen algo en la escuela, te lo crees y punto. Confiamos en que lo que los profesores nos dicen sea cierto.

A los pocos días de empezar en secundaria, un profesor de PSHE (educación personal, social, de salud y económica) le dijo que la considerarían «transfóbica» si usaba alguna de las «palabras ofensivas» de una larga lista, que incluía «gender bender» y «butch».

Pero luego le pregunté a mi madre. Ella es feminista y critica las imposiciones a los estudiantes. Me dijo que a menudo depende de cómo uses las palabras: que gente dentro de la comunidad queer ha usado «gender bender» como una forma positiva de describirse a sí misma y que las lesbianas usan «butch» para describir a otras lesbianas que son bastante masculinas en apariencia.

Cuando todavía estaba en primero, unas niñas de 11 años de mi clase empezaron a pedir que las llamaran «él» o «elle».

Poco después, otras niñas hicieron lo mismo. Daba la impresión de que se unían porque eso significaba que se las consideraba guays.

Recibes un trato especial si dices que eres trans o no binarie y de repente te conviertes en el centro de atención cuando «sales del armario».

Tan pronto como una niña dice que es un niño, se le cambia el nombre en el registro escolar y se les dice a los alumnos que usen el nombre de chico que ha elegido.

Ahora, de 200 alumnos de mi curso, al menos 20 dicen que son trans, casi todas son niñas que dicen ser niños o no binaries. Aunque hay un niño que dice ser chica, pero en realidad se trata sobre todo de niñas que dicen que son niños. Mis compañeros no dicen que son lesbianas o gays, porque esas palabras se consideran un insulto.

Hay un chico hetero que sale con una chica hetero que dice que es trans, así que ahora él tiene que decir que es bisexual. Mis compañeros suelen decir que «las chicas trans» son «mejores» que «otras chicas». Esto me parece insultante. Pero los profesores no toman ninguna medida aunque oigan conversaciones de este tipo.

También se dan muchos casos de chicas que se ponen compresores de pecho, pero no sabemos quién puede estar tomando bloqueadores de la pubertad porque nadie habla de ello, escribe la alumna.

Hace poco estaba viendo una noticia con unos amigos sobre los cambios en la Ley de Reconocimiento de Género en Escocia y cada vez que un invitado al programa decía: «esto es una amenaza para los derechos basados en el sexo», mis amigos se burlaban y se reían. Me hizo sentir como si las niñas no tuvieran derechos y no fueran respetadas en mi escuela.

Se habla constantemente de transfobia e intolerancia y muchos de los estudiantes que dicen ser trans hablan constantemente de ser «víctimas», y de que todo el que no sea trans es el agresor.

Salir del armario como lesbiana o gay no tiene el mismo efecto, pero casi ningún estudiante lo hace, en mi experiencia.

Mi amiga Kelley* fue «afirmada» [aceptada sin rechistar] como chico en séptimo (11 años). Tiene serios problemas de salud mental y a menudo no va a la escuela porque se autolesiona.

Kelley hizo la transición social sin que ningún profesor la cuestionara. Tiene un nuevo nombre y ahora puede usar los vestuarios de los niños. Todos mis amigos creen en la «identidad de género». Los profesores y los estudiantes se refieren a las niñas y los niños como «asignada hembra al nacer» o «asignado varón al nacer». Esto se abrevia a AFAB y AMAB (en sus siglas en inglés).

También hay un lenguaje confuso, como la palabra para sentirse atraído por personas no binarias, ‘skoliosexual’. Me parece ridículo, pero no puedo decirlo en alto.

También hay muchas que usan compresores de pecho, pero no sabemos quién está tomando bloqueadores de la pubertad porque nadie habla de ello. Una niña que se dice trans quiere ponerse un binder (compresor de pecho), pero se quejaba de que sus padres no la iban a dejar.

Me apunté al Club de Igualdad porque creo en la igualdad de derechos para todos, pero luego me di cuenta de que era imposible hablar de ningún grupo discriminado que no fuera el trans. Hay una norma que prohíbe llevar insignias en la escuela, pero algunos estudiantes llevan chapitas con la bandera trans y con los pronombres y nadie los regaña.

Hace poco, un grupo estábamos viendo las preguntas del Primer Ministro y cuando los diputados hablaron sobre la atención a la maternidad, usando los términos «pareja de parto» y «pareja no de parto», me pregunté en voz alta por qué no decían simplemente «madre».

Una amiga me echó la bronca diciendo que no todas las personas con útero son mujeres. No quise discutir porque sabía lo que iba a pasar: me humillarían públicamente.

Hasta ahora, he seguido la corriente, pero hay cosas por las que no paso. Por ejemplo, me gusta mucho J. K. Rowling, pero una amiga la llamó ‘TERF’ (feminista radical transexcluyente) y me dijo que se le había partido el corazón al oír que J.K. era ‘antitrans’.

Le pregunté en qué era J.K. transfóbica, pero mi amiga no supo darme una respuesta, se limitó a decir: ‘Espero que todas las TERFS caigan muertas’. Me sorprendió su furia.

También ha habido comentarios violentos en las redes sociales hacia los «transfóbicos» y algunos alumnos de la escuela amenazaron con estrangularlos.

Por eso escribo este artículo de forma anónima, aunque creo que debería poder decir estas cosas sin miedo a que me ataquen. Quiero que los adultos sepan cómo están las cosas ahora en colegios como el mío.

*Se han cambiado los nombres.

Artículo original

8 respuestas

  1. Demasiadas familias delegan totalmente su responsabilidad educativa en los centros de enseñanza. Unos por dejadez y/o porque están muy ocupados, absorbidos por el trabajo. La realidad es que la enseñanza se ha convertido en el perfecto caldo de cultivo para el generismo ‘queer’. Tampoco se les puede pedir a los docentes que sean mártires, de tal modo que si no empujamos todos/as contra esta sinrazón, tendremos, por lo menos, una generación destrozada.

    1. Veo eso que dices mucho, escucho a compañeras que están en la enseñanza y no sé cómo lo aguantan, lidiar con el culto y con las manos atadas por las administraciones. Siento una admiración enorme.
      Y luego están aquellas que se han tragado el cuirismo y hacen un daño enorme… Tiene un arreglo muy difícil esto.

  2. ¡Qué dolor leer esta historia! ¡Cuánto sufrimiento están dejando estas leyes!
    La mayoría de la gente no sabe lo que está pasando. Mi esperanza es que la sociedad comience a darse cuenta y responder. De lo contrario, me imagino un futuro atroz.

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