«La marea está cambiando» para las mujeres canceladas por los transactivistas

La poeta Jenny Lindsay afirma que es imposible demostrar que alguien ha sido «censurado». ROBERT RICCIUTI/GETTY IMAGES

La poeta Jenny Lindsay cuenta su historia después de que Joanna Cherry condenara la «nueva forma de macartismo» basada en la ideología de género.

Jenny Lindsay sabe exactamente cuándo comenzó su «cancelación». Era junio de 2019 cuando la poeta e intérprete tuiteó su asombro por las violentas palabras de un columnista de una revista de arte, que había escrito: «Sacad la basura terf. Haced que tengan miedo. Gritadles a la cara».

Lindsay escribió que era «increíble que se le diera espacio a semejantes opiniones» en ninguna publicación, y añadió «para ser claros» que el columnista, un mujero trans llamado Cathy Brennan, abogaba por atacar a las mujeres, siendo «Terf» el acrónimo de feminista radical transexcluyente.

La respuesta de Lindsay parecía razonable, incluso comedida, dado que días después Brennan estaba siendo investigado por la policía por abalanzarse sobre Julie Bindel, activista contra la violencia de género, tras un acto en Edimburgo.

Sin embargo, a pesar de su aparente sensatez, el tuit de Lindsay le granjeó un montón de enemigos invisibles. Durante las semanas y meses siguientes, fue víctima de difamaciones y rumores en Internet. Las ofertas de trabajo empezaron a esfumarse, y los artistas y locales se vieron acribillados a peticiones para que la boicotearan.

«No puedes demostrar que te están boicoteando, pero las oportunidades simplemente no llegan», explica Lindsay, de Ayr. Es mucho más fácil para la gente simplemente no contratarme y decir: ‘Sabes qué, contratar a Jenny se considera una declaración de algún tipo, así que contrata a alguien más seguro'».

«Así es como funciona la cultura de la cancelación: no se trata de que un local cancele, sino de que la cultura que te rodea se vuelve tan tóxica que la gente deja de llamarte o de ofrecerte trabajo».

Lindsay es el tipo de mujer al que se refería Joanna Cherry la semana pasada, cuando la diputada condenó la «nueva forma de macartismo» en torno a la ideología de género, que algunos creen que está envenenando las artes y la educación en Escocia.

Joanna Cherry condena el «macartismo» sobre el género en Escocia ORIGEN DE LA FOTO DESCONOCIDO

En el caso de Cherry, su acto en In Conversation with… en el Stand Comedy Club fue cancelado porque el personal «expresó su preocupación» por sus opiniones, que en la sencilla descripción de Cherry equivalen a que «el sexo biológico es un hecho inmutable». Si la cancelación puede ocurrirle a una figura pública como ella, dijo, «piensa cuánto más probable es que les ocurra a las mujeres que tienen menos poder».

Cherry citó a otras víctimas, como Kathleen Stock, la profesora de filosofía que dejó su trabajo en la Universidad de Sussex tras ser «condenada al ostracismo» por sus estudiantes debido a sus posturas críticas con el género, y Rosie Kay (artículo en español), la coreógrafa que dejó la compañía que había fundado tras enfrentarse con sus bailarines por la «realidad biológica» de ser mujer.

Lindsay y otras escocesas se enfrentan a las mismas presiones. Magi Gibson, otra poeta e intérprete, se describe a sí misma como una promotora de toda la vida de «mujeres peligrosas» que durante décadas ha trabajado con algunas de las personas más marginadas de la sociedad. Ahora está manchada de «fanatismo» y «transfobia», y se ha instado a los locales a que no la contraten.

Gibson dijo: «Estaba actuando en un acto en la Biblioteca Escocesa de Poesía y me dijeron que mi presencia hacía que el lugar fuera ‘inseguro’. En aquel momento tenía 67 años, una osteoporosis grave y la columna rota. ¿No es ridículo?».

Gibson y su marido, Ian Macpherson, novelista cómico e intérprete, acumulaban entre los dos 50 años de experiencia en el programa Live Literature. Hasta el año pasado. En noviembre se negaron a firmar un código de conducta revisado para el Scottish Book Trust, la organización benéfica que financia el programa.

En una carta a Marc Lambert, su director ejecutivo, Gibson afirmó que el código «establece que no tolerarás fanatismo y transfobia». Sin duda, en la forma en que se utilizaban estos términos hace muchos años, estaría de acuerdo. Pero no hace muchos años, y tú utilizas estos términos hoy como si aún tuvieran una aplicación segura y neutral. Sin embargo, ambos términos son utilizados como armas día tras día, no para lograr la justicia y la igualdad, sino simplemente para dañar a alguien – por lo general una mujer – que tiene creencias legítimas protegidas por la Ley de Igualdad de 2010″.

Como consecuencia de su negativa a firmar, Gibson y Macpherson perdieron la mayor parte de su trabajo y de sus ingresos, y juntos tienen que arreglarse con una pensión conjunta de unas 20.000 libras (unos 1.900 euros al mes).

No es sólo la sanción económica lo que duele, dice Gibson. La preocupación y la ansiedad se han apoderado de su vida. «Todo esto empieza a destruir tu sensación de seguridad, la sensación de que vives en un mundo cuerdo. Antes había un contrato social en el que todos estábamos de acuerdo -excepto los delincuentes-, pero ya no lo es así. Me siento como si anduviera pisando huevos, aunque nunca he sido antitrans o transfóbica».

La indignación de Lindsay ante los ataques que ha sufrido en Internet refleja un sentimiento similar de vulnerabilidad. Su espectáculo, unas «memorias poéticas» sobre feminismo y violencia sexual, ganó un premio John Byrne al pensamiento crítico, pero a sus detractores no les interesaban sus méritos artísticos.

«La crueldad de algunos de estos activistas es obscena», dijo. «Una de las cosas más horribles que oí fue: ‘Has convertido en arma tu propia violación para atacar a las personas trans solapadamente’. Qué cosa más horrible.

«Es misoginia, un odio absoluto a las mujeres que hablamos de nuestras vidas. Cuando las mujeres en particular comparten las cosas malas que les han pasado, o incluso sus emociones, la gente se burla de ellas.

«Se ve en las respuestas a personas como Kathleen Stock o Rosie Kay: cualquier atisbo de vulnerabilidad y los activistas lo encuentran hilarante».

Espera que los últimos acontecimientos provoquen un cambio en la marea. El mes pasado, una multitud de activistas organizados por un colectivo que se autodenomina Cabaret Contra el Discurso de Odio, impidió ruidosamente la proyección de Adult Human Female, un documental que critica la ideología de género, en la Universidad de Edimburgo. Era la segunda vez que los manifestantes interrumpían la proyección, y los titulares han aumentado la presión sobre la universidad para que defienda la libertad de expresión.

«El público odia eso, esa censura», dijo Lindsay. «Es algo tan elitista, la gente sólo quiere leer buenos libros y ver buenos espectáculos».

La semana pasada se anunció Womanword, un espectáculo de poesía en el que participan Gibson, Lindsay y Elaine Miller, una artista del Fringe de Edimburgo que alcanzó notoriedad cuando «enseñó» una peluca púbica mientras los diputados del Parlamento Europeo votaban sobre la polémica reforma del reconocimiento de género.

Elaine Miller escenifica su protesta con una peluca púbica en la tribuna pública de Holyrood KEN JACK/GETTY IMAGES

Tan pronto como se anunció Womanword, Cabaret Against the Hate Speech envió un mensaje en las redes sociales a Blackfriars, el local donde se iba a celebrar el evento, exigiendo que se cancelara. Las entradas se agotaron enseguida.

Por un momento parece que Lindsay podría reírse de todo esto. Es «una locura, es estúpido y ridículo», dijo. «Pero siempre tenemos que volver a la razón por la que me cancelaron: por oponerme a la violencia contra las mujeres, por decir que las lesbianas no deberían recibir puñetazos en la garganta. No sé cómo nos vamos a arreglar, pero esto se tiene que acabar».

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