La mayoría de los que invocan la paradoja de la tolerancia la han malinterpretado.

La mayoría de los que invoca la paradoja de la tolerancia la han malinterpretado. Y no deberías tomártelos en serio.

Un cómic tonto que usa la gente tonta.

Si has empleado algún tiempo últimamente en expresar opiniones que actualmente son impopulares entre la izquierda woke, por ejemplo, opiniones como «los hombres no son mujeres» o «el sexo es real», es probable que algún pseudo-intelectual salivando ante la oportunidad de hacer que la censura parezca virtuosa te haya golpeado con la caricatura de arriba.

La mayoría de las veces, la utilizan para argumentar lo contrario de lo que dice el material original.

Conocida como la paradoja de la tolerancia, esta viñeta y las ideas expresadas en ella proceden de las dos primeras frases de una nota a pie de página de La Sociedad Abierta y sus Enemigos, del filósofo Karl Popper, un libro sobre el auge de los movimientos totalitarios en el siglo XX.

La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada incluso a los intolerantes, si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra el ataque de los intolerantes, entonces los tolerantes serán destruidos, y la tolerancia con ellos.

La forma en que algunas personas (como Victoria Fielding, de quien escribí anteriormente, por ejemplo) que quieren controlar y silenciar a los demás lo traducen es algo así:

No me gustan tus ideas y las considero intolerantes. Por lo tanto, no creo que se te deba permitir expresarlas, pero aún así puedo reivindicar mi superioridad moral incluso cuando te estoy silenciando.

A veces, se convierte en algo tan francamente histérico como esto:

Eres un intolerante/transfóbico/TERF/ultraderechista/nazi y, como no podemos tolerar a los intolerantes, es mi obligación moral expulsarte de la sociedad, hacer que te despidan de tu trabajo, asegurarme de que seas condenado al ostracismo social y utilizar la fuerza y la violencia si es necesario para excluirte.

El que saque la conclusión de que «debemos silenciar a los intolerantes» de la cita de Popper, está dando a la cita una lectura absurda, ingenua y muy poco sofisticada. La mayoría de los que invocan la paradoja la tergiversan, sin saberlo o a propósito, para sus propios fines.

Quienes hacen esta lectura tampoco se molestan en preguntarse quién es el árbitro de lo que constituye o no tolerancia, y qué ideologías se consideran «tolerantes» y cuáles no.

No piensan más allá porque están ocupados frotándose las manos con regocijo ante la perspectiva de un vacío legal en torno a la libertad de expresión. Creen haber encontrado una justificación para silenciar a sus oponentes políticos e ideológicos, y eso acaba con cualquier otro pensamiento.

Lo irónico es que, si bien es a la izquierda a la que generalmente le gusta invocar la paradoja hoy en día, no fue hace tanto tiempo (cuando Trump era presidente) que la izquierda se quejaba de que la derecha la invocara, en particular los críticos de derecha del Islam. Incluso se hizo una caricatura actualizada para ilustrar el punto:

Derecha o izquierda, quien invoca la paradoja casi siempre lo hace sin incluir el grueso de la nota a pie de página en sí porque, cuando se toma en conjunto, muestra una imagen diferente del significado de Popper.

He aquí el resto [las negritas son mías]:

Con esta formulación no quiero decir, por ejemplo, que debamos suprimir siempre la expresión de filosofías intolerantes; mientras podamos rebatirlas con argumentos racionales y mantenerlas a raya gracias a la opinión pública, la supresión sería ciertamente muy poco prudente. Pero debemos reclamar el derecho a reprimirlas, si es necesario, incluso por la fuerza; porque puede resultar fácilmente que no estén preparadas para enfrentarse a nosotros en el plano de la argumentación racional, sino que empiecen por denunciar toda argumentación; pueden prohibir a sus seguidores que escuchen la argumentación racional, porque es engañosa, y enseñarles a responder a los argumentos mediante el uso de sus puños o pistolas. Por lo tanto, deberíamos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberíamos afirmar que cualquier movimiento que predique la intolerancia se sitúa fuera de la ley y deberíamos considerar criminal la incitación a la intolerancia y la persecución, del mismo modo que deberíamos considerar criminal la incitación al asesinato, o al secuestro, o al resurgimiento del comercio de esclavos.

Me recuerda mucho a los llamamientos de los transactivistas a no leer el ensayo de J.K. Rowling. Al torrente de amenazas de muerte y violación que recibió y que reciben continuamente otras mujeres que hablan de este tema. De los memes de «golpea TERFs» y «mata TERFs». De la turba que rodeó a Kellie-Jay Keen en Nueva Zelanda, llevando finalmente toda esta retórica a su final lógico.

No pretendo comparar al movimiento trans con los intolerantes de Popper para hacer exactamente lo mismo que me quejo de que hagan los demás, es decir, para argumentar que no deberíamos tolerarlos en nombre de la tolerancia.

Aunque la creciente violencia física del movimiento trans no debería tolerarse, puesto que, después de todo, ya va en contra de la ley, no tengo ningún problema en dejar que los activistas trans y los ideólogos de género hablen y expresen sus opiniones.

No es porque no crea que sus opiniones sean peligrosas. Que sí que lo creo. Creo que las ideas impulsadas por los activistas trans son espantosas. La ideología de género fomenta la esterilización de los niños y la destrucción de los espacios y los límites de las mujeres. No son daños menores. Me horroriza cada día lo que este terrible movimiento está haciendo a los individuos y a la sociedad en su conjunto.

Pero nunca utilizaría mis preocupaciones para justificar la violencia o para llamar a la violencia. Contrarresto sus opiniones escribiendo, hablando y protestando. Escucho sus puntos de vista y quiero influir en la opinión pública con los míos. Este es el espíritu de la cita de Popper.

Y cuando incitan a la violencia física o la ejercen, espero que se utilice la ley contra ellos como es debido, y como se utilizaría contra cualquier otra persona, incluso contra mí y mi «bando».

Así es como debería funcionar en una democracia liberal. Así es como se evita la paradoja. En el capítulo donde se encuentra la nota a pie de página, Popper está tratando en realidad la cuestión del liderazgo político y de cómo organizar nuestras instituciones políticas para que podamos destituir a los malos gobernantes sin violencia. La libertad de expresión y la libertad política son cruciales para ello.

A fin de cuentas, Popper planteó una idea interesante y sugerente en una sola nota a pie de página de entre sus muchos escritos, y ha sido apropiada por el mismo tipo de personas sobre las que pretendía alertar.

Nadie que invoque la paradoja de la tolerancia para silenciar a los demás merece ser tomado en serio. No son filósofos, ni pensadores profundos, ni siquiera buenos lectores. Son autoritarios que quieren controlarte. Eso es todo.

Artículo original

4 respuestas

  1. Muy interesante, y un motivo por el que mucha gente inteligente prefiere ya no expresar su opinión. Desgraciadamente, discutir con un tonto es un ejercicio inútil: el que te lleva a su terreno es él, porque es incapaz de entender tus argumentos, y en su terreno te gana por goleada. Es el signo de los tiempos.

    1. El problema es que dan el argumento por ganado cuando no hay discusión, porque llegamos a un punto en que nadie les lleva la contraria, justo por lo que tú dices. Es un desastre, no hay diálogo, sólo consignas y frases aprendidas que, o no significan nada, o son incapaces de defender. Y no creo que vaya a mejor.

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