La activista por los derechos de las mujeres Jennifer Swayne es una rebelde con una causa. Ella espera sacar de quicio a las autoridades. Pero incluso ella se sorprendió de que la policía registrara su casa por posesión de… agarraos… pegatinas.

La historia comenzó el fin de semana pasado, cuando Swayne, que es discapacitada, dirigió su scooter de movilidad hacia Newport, en el sur de Gales. Estaba armada con pegatinas y carteles críticos de la ideología trans. Empezó a pegar propaganda en las farolas.

Sin que Swayne lo supiera, la policía le estaba siguiendo la pista y su ola de delitos llegó a un abrupto final. Hablando en nombre de la policía de Gwent, la superintendente Vicki Townsend dijo que la policía había estado actuando en base a la información recibida en forma de chivatazos o, en sus palabras «varias denuncias en relación con carteles que contenían material ofensivo que aparecieron en Newport entre octubre y enero».

Swayne y su scooter fueron metidos en una furgoneta de la policía. Estuvo detenida en una comisaría, sin su medicación, durante 12 horas antes de ser puesta en libertad bajo fianza a las 3.30 de la madrugada.

Mientras Swayne estaba detenida, se emitió una orden de registro para su casa. La policía incautó pegatinas, carteles y, en un giro bastante siniestro, una edición llena de notas personales de Transgender Children and Young People: Born in Your Own Body, de la doctora Heather Brunskell-Evans y la profesora Michele Moore. Transgender Children critica las ideas trans y el efecto que están teniendo en los jóvenes. Swayne dijo que la policía no le había dicho por qué se llevaron el libro.

Más tarde, en un comunicado compartido en las redes sociales, la policía confirmó que una mujer había sido «arrestada bajo sospecha de daños criminales y de mostrar escritos amenazantes o abusivos que podrían causar acoso, alarma o angustia».

Pero Swayne no estaba pegando esvásticas en las puertas de la sinagoga local. Ella simplemente estaba tratando de crear conciencia sobre las trampas de permitir que los hombres que dicen que «se sienten como mujeres» entren en los espacios de mujeres. Uno de los eslóganes que se considera que «incitaba al odio» decía: «¿Te parece bien de que tu hija de 13 años se duche junto a un hombre adulto? ¿Sí o no?’ Otro decía: ‘No a los hombres en las cárceles de mujeres’. Polémico, quizás, pero el punto que Swayne y otros como ella hacen es válido.

En última instancia, la razón por la que Swayne y otros salen a las calles es la frustración con la falta de debate sobre las ideas trans y los cambios legislativos propuestos, especialmente en torno a la autoidentificación de género. Aquellos que intentan cuestionar si las personas pueden «nacer en el cuerpo equivocado» no tienen otras salidas. Si bien el anonimato online los protege de ser despedidos, los críticos de la identidad de género aún corren el riesgo de ser echados de plataformas como Facebook y Twitter. Como tal, las discusiones prohibidas se han extendido a las calles en forma de pegatinas y carteles.

«No hay nada ofensivo en lo que puse», me dice Swayne. «Que los hombres representan una amenaza para las mujeres ni siquiera es una opinión, es un hecho. Si no puedo poner pegatinas, voy a tener que repartir folletos. No voy a dejar que policías torpes que intentan alcanzar el objetivo de encontrar crímenes de odio me intimiden».

Si bien eso es debatible, parece que policías bien intencionados han acabado tomando medidas contra una activista por los derechos de las mujeres simplemente por expresar una opinión. No es como si Newport, que tiene una tasa de criminalidad relativamente alta, no le diera ya bastante que hacer a la policía. El hecho de que estén investigando a una mujer por poner pegatinas en las farolas revela las prioridades distorsionadas de nuestra fuerza policial cada vez más posmolerda.

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