
Los depredadores siempre huelen la vulnerabilidad, por eso las mujeres abogan por mantener espacios segregados por sexo en prisiones, refugios y hospitales.
Me di cuenta de que las cosas se habían puesto muy mal en nuestros hospitales hace años, cuando mi hija estaba ingresada en una concurrida clínica londinense y las enfermeras me dijeron que tenían que pedir escolta policial para salir por urgencias, ya que a menudo las habían agredido allí.
Lo que yo no sabía era que los pacientes más indefensos tampoco están a salvo. Gracias a la WRN (Red por los Derechos de las Mujeres), han salido a la luz unas cifras realmente escandalosas. En los últimos años, se han cometido más de 6.500 violaciones y agresiones sexuales -algunas a menores de 13 años- en hospitales de Inglaterra y Gales. Estas cifras las consiguieron unas investigadoras que enviaron solicitudes de libertad de información a 43 fuerzas policiales de todo el Reino Unido. No se obtuvo respuesta de ocho cuerpos, pero los resultados que sí llegaron son suficientemente espantosos y las investigadoras creen que es sólo la punta del iceberg.
Estos horrores incluyen violaciones de menores de 13 años, violaciones en grupo, agresiones sexuales a niños pequeños. En los hospitales. Como las peticiones de información no incluyen el sexo de la víctima, las investigadoras asumieron, siguiendo los datos nacionales, que menos del 5% de las víctimas de violación son hombres, por lo que la gran mayoría de las víctimas eran mujeres.
Sabemos que hoy en día la violación está prácticamente despenalizada e incluso en esta situación tan horrible, sólo se han acusado a 265 personas (el 4,11%).
¿Cómo se ha permitido que esto ocurra? La investigación comenzó debido a la preocupación de las criminólogas por la seguridad de las mujeres en las salas de hospital mixtas. Mi experiencia en una de ellas, tras un embarazo ectópico, fue bastante mala. No me agredieron, pero sentí una falta total de intimidad mientras me cateterizaban y lloraba la pérdida de un embarazo. Me sentí totalmente expuesta en mi peor momento.
Es difícil imaginar la depravación de los depredadores que se aprovechan de alguien en una situación así. Sin embargo, los depredadores siempre huelen la vulnerabilidad. Por eso las mujeres luchan tanto por mantener espacios segregados por sexo en las cárceles, los refugios y las salas de hospital. También es la razón por la que todos los registros de datos deben incluir el sexo biológico si queremos entender lo que realmente está ocurriendo.
Sabemos desde hace tiempo que las mujeres no están a salvo de otros pacientes y, a veces, del personal en los pabellones psiquiátricos mixtos, pero sus quejas se tachan con demasiada frecuencia de delirantes.
Pero estas cifras son de hospitales generales, algunos de los cuales simplemente hacen la vista gorda ante estos terribles crímenes. Recordemos que este periodo abarca el confinamiento, cuando se suponía que los hospitales eran más seguros de lo habitual.
Si hay casos que hay que llevar ante los tribunales, sin duda son estas violaciones incalificables.
La Red por los Derechos de la Mujer exige que el Ministerio del Interior registre datos que incluyan la ubicación de la agresión sexual, así como el sexo de la víctima y del agresor. Piden que se establezcan exenciones en las salas de hospital para proteger a las mujeres y las niñas y que se revisen las medidas de seguridad existentes.
Que todo esto sea necesario o controvertido forma parte del lamentable lío en el que nos encontramos. El continuo desdibujado del sexo y el género impulsado por el lobby de la identidad de género significa que cada vez es más difícil obtener estadísticas reales sobre la violencia hacia las mujeres o las medidas que deben adoptarse contra ella. Como resultado de la presión ejercida en nombre de la inclusión de la comunidad LGBT en el censo de 2021, una pregunta confusa sobre el género produjo el absurdo resultado de que en los lugares donde el inglés no es el primer idioma, un número sorprendente de personas fueron contadas como trans, ya que no entendían la pregunta.
Sin embargo, me temo que sí sabemos quién viola y, para atajar la violencia machista, tenemos que ponerle nombre.
La autora de este informe es la muy respetada Jo Phoenix, profesora de criminología y subdirectora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Reading. Alega que su antiguo empleador (la Open University) la acosó para que dejara su puesto y el caso va a ir a los tribunales.
La Open University respondió diciendo que «es un entorno en el que un académico puede expresar su opinión libremente, y los demás pueden decidir no estar de acuerdo…. Nuestro papel como institución no es tomar partido, sino facilitar estos debates asegurándonos de que se desarrollan de acuerdo con la ley y de que los colegas reciben el apoyo necesario…». Todos los colegas puede plantear una inquietud y, aunque no podemos hacer comentarios sobre asuntos en curso, nos gustaría reiterar que se toman muy en serio todas las inquietudes planteadas y se investigarán con imparcialidad y firmeza».
Este espantoso y estremecedor informe «When We Are at Our Most Vulnerable» (Cuando Somos más Vulnerables) es un trabajo de incalculable valor que esperemos se traduzca en una mejor protección de las mujeres en los hospitales.
Puede que esta verdad sea difícil de escuchar. Para la policía, el NHS (Servicio de Salud británico) y las universidades, pero debemos oírla. O las mujeres no estarán seguras en ningún sitio.